─Danna, le ha visto, pero él sabe cuándo ocultarse. Ella pudo decirme que sus rasgos son irreconocible, según me ha comentado, su rostro está quemado o con heridas muy notorias… en conclusión, tiene desfigurado el rostro─ acota, causándome un escalofrío.
─¿Desfigurado?─ Inquiero estupefacto.
─Sí, y esto nos hace retrasarnos aún más con la investigación… pues, no sabemos quién cercano a ustedes, ha tenido algún accidente de esa magnitud y que de paso, esté obsesionado con Lauren… Estefan, en estos momentos, está descartado, hasta que una nueva pista de en su dirección─ explica, haciendo que mi mente se descoloque.
─Gracias, Rubén. Buen trabajo─ digo, despachándole. Necesito descansar, todo esto me está agotando.
─Señor… entre nos. Si el chico Estefan, quiere tanto a Lauren, no le querrá hacer daño. De eso puede estar seguro─ formula, dándome a entender que mi preocupación principal es obvia.
Asiento con mi cabeza, observando cómo él se retira de la oficina.
Suavizo mis sienes, tratando de aliviar la tensión que comienza a acumularse. Levanto mis pupilas, para encontrarme con su sonrisa. Decido caminar hacia esa tentación latente que yace en ella.
Observo su vestimenta, con un vestidito blanco que me enloquece cuando sus piernas se mueven y el vestidito me muestra esa piel deliciosa. Remojo mis labios, al imaginarme el recorrer de mi lengua en sus largas piernas. Cuando llego a ella, sus brazos inmediatamente, se enrollan a mi cuello. Sus comisuras se encuentran expectantes y sus ojos me incitan a pecar.
─¿Tienes hambre?─ Pregunta de manera suave, sin dejar de bajar su mirada a mis labios.
─¿Tú qué crees?─ Respondo con picardía, chasqueando mis dientes. Ante la presión de controlarme y no empujarla contra el mesón de la cocina y poseerla de manera animal.
Relame sus labios, incitándome más de lo debido. Joder, no puedo controlarme con ella, es como si mis sentidos me pidieran en clemencia, dejarse ir, guiados por su tormenta.
Eleva de manera sugestiva su ceja, mostrándose más provocativa para el poco control que yace en mí.
─La bestia tiene hambre─ gesticula, mandando todo el control a la mismísima mazmorra.
Coloco mis manos en su cadera, levantándola para plasmar con leve fuerza su trasero en el mesón, apartando lo que se encontraba en él, mientras mis labios impactan con desespero los sedientos labios de Lauren. Mis manos no se jactan en esperar, toman el mando, levantando su vestidito, dejándome ver la piel excitante de sus muslos y sus braguitas implorándome que se las saque.
Impetuosamente, un golpeteo me despabila, pero mis ansias hacen que lo ignore. De pronto, a ese golpeteo de la puerta principal, se añade una voz muy familiar y que se ha convertido en un milisegundo en la voz más odiada en estos momentos para mí.
Me separo de Lauren, bajándole con velocidad el vestido. La ayudo a volver sus pies al piso, ella se tambalea pero al ver su rostro con una risa plasmada, me relaja. Ella es lo más lindo que me ha pasado. Pienso, embobado.
En el arco de la cocina, aparece Sebastián, con un envase de helado en la mano y una sonrisa de imbécil.
─¿Interrumpo algo?─ Pregunta con ironía, acompañado de una sonrisa.
Frunzo el ceño ante él. Dándole a entender con mi mirada, que no es mi persona favorita en estos momentos.
─Realmente, sí. Pero, has traído helado, se te perdona─ acota Lauren, caminando hacia él.
Abro la boca con sorpresa al ver lo rápido que le ha perdonado.
─¿Así de simple?─ Inquiero ofendido.
Ella voltea, con el tarro de helado en sus manos.
─Es helado ¿qué piensas?─ Dice, guiñándome el ojo.
─Luego podemos darle otro uso─ añade por lo bajo.
─Wo, wo… no quiero saber nada de sus perversiones, cochinos─ advierte Sebastián. Caminando hacia el mesón para ubicarse en uno de los bancos.
Mis comisuras se levantan hacia Lauren.
─¿A qué viniste? A parte de arruinarnos el día─ cuestiono con sarcasmo.
Observo de reojo a Lauren, cómo se sirve una montaña de helado, untándole sirope y todo lo que encuentra. Sebastián se queda en silencio, sin responderme.
─¿Saliste del closet? Vamos, hermano. Nosotros te seguiremos queriendo, lo emplumado no te quita lo buena gente, recuérdalo─ le bromeo.
Lauren estalla de la risa, casi ahogándose con la cuchara llena de helado que se había llevado a la boca.
Sonrío al ver lo feliz que se ve ella.
─Muy gracioso, deberías de ser comediante─ murmura Sebastián con un semblante un poco extraño.
Observo en mi vista una cuchara con helado, que me ofrece Lauren. La llevo a mi boca, dándole una mirada, deseando tenerla a ella en mi boca.
─Ya, en serio ¿qué ocurre?─ Inquiero ya preocupado.
Su mirada se desvía, dejando salir un suspiro. Prolongando más el tiempo.
─Tal vez debí de contarles esto antes, pero, no sé… me pareció un poco raro ¿saben?─ Habla, llamando toda nuestra atención.
Lauren hace un sonidito con su garganta, proponiéndole continuar.
─Estaba en el edificio nuevo, supervisando todo. Trabajando, porque eso es lo que hago, no como ustedes que…
─Sin desviarte, Sebastián─ interrumpo, acariciando mis sienes con frustración.
Él suelta una bocanada de aire para proceder.
─Bueno, escuché dos voces, particularmente conocidas, hablando… pero, los nombres que salieron a colación fue lo que más llamó mi atención. Eran Nadia y Estefan hablando de ustedes, de cuánto quiere Nadia a Kilian, y que haría lo imposible… pero entre todo esto, fue la reacción de Estefan─ hace una pausa, mirándonos con gran atención─…, él reaccionó molesto, le mandó a callar y ahí fue cuando ocurrió lo más extraño, se dieron cuenta de mi presencia y se quedaron anonadados. Como si les hubiera pillado en algo.
Lauren me da una mirada, cuando él deja de hablar.
─Obviamente eso de que ella está obsesionada con Kilian, no es algo nuevo, a decir verdad, me tiene aburrido. Lo único raro, fue la reacción de Estefan, su presencia ahí y además, su ahora cariño con ella… Esta sociedad me va a volver loco ¿No puede ser todo normal y sin problemas?─ Inquiere finalmente, soltando un suspiro largo.
─Lo mismo me pregunto─ murmura Lauren por lo bajo.
Ahora que lo pienso, en las imágenes que me había mostrado Rubén, se ven a Nadia y Estefan hablando, cosa que lo hace más evidente de que se traen algo en manos. La cuestión es: ¿Qué?
─Gracias por decirnos esto, Sebastián. ─ Acoto, tratando de acomodar todo en mi mente.
─¿Por qué no nos habías dicho?─ Pregunta Lauren de manera directa.
Él encoje los hombros restándole importancia.
─No supuse nada malo… vamos, todos tienen sus aventurillas y ellos parecían tenerla. Decirles a ustedes, me parecía algo extraño─ responde.
─Bueno, ni tanto─ suelta Lauren, llevando otra cuchara de helado a su boca.
─¿Esto tiene que ver con lo que ocurrió en la fiesta?─Indaga, dándonos qué pensar.
─Todavía no lo sabemos. Pero no queremos descartarlo, ahora más que nunca, estaremos precavidos con esas personas─ hablo, sintiendo la mirada de Lauren fundirse en mi perfil.
Sebastián se levanta de un salto. Sobresaltándonos.
─¿Te vas?─ Cuestiona Lauren, sorprendida.
Él niega con la cabeza.
─Tengo hambre. Aliméntenme─ responde, causándonos risa.
─Eres peor que un niño─ acoto, sonriendo.
─Soy algo así como su práctica, así que disfrútenme mientras puedan─ dice, metiéndole un cubierto a la comida que Lauren ha preparado.
Luego de una larga comida, donde Sebastián no ha dejado de hablar que será un buen tío, y que si es niña, ruega que no se parezca a mí, porque según será algo triste para su pubertad cuando se dé cuenta que es fea al igual que el papá. Lauren, salió en defensa, ella me ve con ojos de amor, definitivamente.
Sebastián sale al jardín con Lauren, mientras, atiendo una llamada de mi asistente. Camino hacia la oficina de casa, cierro las puertas y tomo el celular.
─¿Qué ocurrió?─ Le pregunto a mi asistente.
─Tiene una llamada del exterior, no sé si es de negocios porque no me quiso dar detalles. Viene de Dubái─ explica de prisa.
Mi entrecejo se arruga. No he tenido negocios con nadie de allá, desde hace ya dos años.
─¿Dijo su nombre?─ Cuestiono.
─Sí, espere un momento…─ me quedo impaciente, esperando a su respuesta─…Anisa Hakme, ese es su nombre─ responde, al cabo de unos segundos.
Mi mente queda en blanco, mientras un nudo en la garganta se comienza a formular, ardiente y forma de tempestad. Mis manos sudan, y tiemblan, de algún modo, mi cuerpo rechaza ese nombre… con odio o decepción.