─¡¿Para qué quiere hablar conmigo?!─ Exclamo, escupiendo odio y saliva.
─Señor… no lo tengo claro, ella…
─No quiero que aceptes alguna llamada de esa persona. Sino, olvídate de tener trabajo por el resto de tu vida ¿entendido?─ Suelto tajante, a punto de flaquear.
El chico tartamudea unas palabras. Termino la llamada con mi mano temblorosa.
En mi mente pasan una cinta de recuerdos de la vez en que me atreví a entrar en la dirección del Padre del orfanato, buscando algo sobre mi pasado. Para encontrarme con unas carpetas puestas analfabéticamente en un cajón de almacén, mi nombre. Con mi corta vida plasmada en una carpeta de si acaso dos hojas, todo lo contrario a la de otros niños quienes tenían su carpeta llena de información.
Pude notar en esa carpeta sin importancia, su nombre, solo su nombre… Anisa Hakme. El de mi madre.
Lauren
Miro el cielo, levantando mi quijada, vislumbrado que se encuentra hermoso. Esbozo una sonrisa inertica mientras acaricio mí ya abultado vientre.
─Ya pareces como una de esas embarazas─ murmura Sebastián con su presencia a mi lado. Giro mi rostro, encontrándome con una sonrisa de escandalosa en sus comisuras.
Arrugo mi entrecejo en confusión.
─¿A qué te refieres? ─ Inquiero, deteniendo mi caminar.
─Te ves hermosamente feliz. Joder, realmente tú y Kilian estaban destinados. Yo pensé que se terminarían matando─ responde, soltando una risita de decepción.
Encojo mis hombros. Dejando en mis comisuras una sonrisa complaciente.
─Yo pensé lo mismo. Pero, siempre lo he amado, más de lo que imaginaba… él es, maravilloso. Ha hecho tantas cosas y ha llegado tan lejos él solo. A veces pienso que en cualquier momento puede flaquear y romperse─ digo, sintiendo algo en mi pecho, algo doloroso.
─Él ya no es un niño, Lauren─ expresa Sebastián, acomodando un mechón de mi cabello. Sus luceros avellana se fijan en los míos, inspirándome cariño.
─Lo es, y uno muy dañado─ suelto con melancolía.
Cuesta creer que Kilian no es tan fuerte como lo aparenta ser.
Sebastián suelta una bocanada pesada de aire.
─¿Te sirvió la información que te di?─ Pregunta de repente.
Desvío mi mirada hacia la entrada del Jardín esperando que él no aparezca o escuche algo que no debe de llegar a sus oídos.
─Sí… pero, creo que encontré más de lo que pensaba. Y eso me da miedo, no sé cómo reaccionará. Sé que me odiará─ explico, sintiendo una pesadez albergarme el alma.
─No creo. Él te ama, más que a él mismo.
Mis ojos se abren ante sus palabras.
─Por eso tengo miedo. Él me puede amar de la misma intensidad en que me puede odiar─ las palabras salen con dolor.
─No pienses en eso. Tal vez, sea necesario lo que vaya a ocurrir. No puede tener ese sentimiento encerrado de por vida, se nota que cada vez está peor… no lo ha superado─ su voz se baja al paso de las palabras.
─Mierda─ farfullo apretando los dientes.
─Hey, calma fierecita─ manifiesta con gracia.
Termina de dar los pasos faltantes para llegar a mí y su cuerpo me arropa en un abrazo. Su calor de hermano es reconfortante. Sus manos acunan mi nuca de manera aferrada.
─Soy un padre orgulloso de ustedes dos─ susurra suave. Lo más suave que su voz varonil pudo hacerlo.
Suelto una carcajada a causa de su declaración.
─No eres nuestro padre, Sebastián─ le reitero.
─¡No digas eso! Pequeñita mía─ expresa con humor.
Decido sonreír ante sus ocurrencias. Cuánto quiero a este tonto.
Nos proponemos a entrar de nuevo a la casa, Sebastián sale por unas compras que le he mandado a hacer. Unos antojos de carbohidratos me está matando.
─Tranquila cosita, ya tendrás tu lasaña─ susurro suavizando mi vientre con la palma de mi mano.
La felicidad de alguna manera me llena, con una sonrisa permanente en mi rostro. Camino descalza hacia la cocina, pero, al oír los pasos de Kilian me hacen querer correr a besarlo. A veces, no me controlo el cuánto necesito de él.
Cuando cruzo el arco y le doy mi sonrisa. Observo su rostro… oscuro. Mi sonrisa se esfuma inmediatamente.
─¿Qué ocurre, Kilian?─ Pregunto en un hilo de voz. Su mirada me asusta, está ida.
Súbitamente, sus comisuras se tuercen en una mueca tétrica.
─¿Fuiste tú, cierto?─ Cuestiona con un tono de voz oscuro.
─¿A qué te refieres? Kilian, habla con claridad─ suplico con un temor.
Un temor que pensaba que no llegaría tan pronto.
─¡Buscaste a la persona que más me hizo daño! ¡Te dije que no quería saber nada de ella! ¡Y lo hiciste! ─Grita, fuera de sí. Sus gritos me sobresaltan. Verlo así me parte el alma.
Sus ojos se escuecen de la rabia. Sus manos se encuentran inquietas y tiemblan… No sé qué hacer.
─Kilian, yo…
─¡Nada, Lauren! ¡Confié en ti! No sabía que me querías hacer daño…
Me hiere, sus palabras me hieren.
─Lo hice porque te amo, y necesitas cerrar ese ciclo. En cualquier momento ibas a explotar y no quería que lo hicieras cuando nuestro hijo viniera al mundo… no quería que simplemente decidieras caer en un abismo, haciéndonos daño─ mis palabras salen con nerviosismo y apuro, tratando de que él entienda mis motivos.
Se inmuta mientras su mirada oscura queda plasmada en mis ojos.
Súbitamente, cae de rodillas. Me conmociono ante la escena de ver a alguien tan fuerte, derrumbarse. Corro hacia él, abrazando su cuerpo hecho ovillo. Sus músculos están tensos y siento las acometidas de su sollozo.
─Soy una basura… no debí de nacer. Ella lo sabía, por eso me abandonó y por eso nadie me quiso adoptar. Nadie quiso tenerme como hijo… todos vieron en mí, oscuridad─ balbucea de manera filosa. Sus palabras son tan dolorosas que me quiebran.
Mis ojos arden dejando salir las lágrimas que insistían en salir. Lo abrazo con más fuerza, tratando de que él olvide todo y su cuerpo se funda con el mío. Mis dedos de incrustan en su cabello, haciendo que él levante su mirada que permanecía perdida en el suelo.
Cuando sus azulejos llenos de dolor chocan con los míos. Mi alma quiere abrazar la suya. Acuno sus mejillas limpiando el resto que dejan sus lágrimas. Beso con ansias su rostro, esperando borrar todo dolor.
─No eres una basura, nunca lo has sido. Eres maravilloso, gracias a que esa mujer te dejó ahí, yo te conocí. Eres la luz de mi vida… sin ti, quizás no estuviera viva. Te amo, y hay muchas personas que también te aman tanto, más de lo que te imaginas. Y si no es suficiente eso, hay una criatura creciendo dentro de mí que pronto adorará decirte “papá”, serás el mejor del mundo. Eres el mejor. Amor─ sus brazos me rodean la cintura, y me aprietan hacia él, abrazándose con fuerza hacia mí.
─Lauren, si no fuera porque tú existe, ya hubiera abandonado este mundo… me he sentido tan solo todo este tiempo, hasta que volviste a mi vida. Siempre me ha dado miedo depender de alguien, pero, sé que en tu tacto, en tú mirada y en tus labios, estoy a salvo. ─susurra tan suave que apenas puedo escucharlo. Suena agotado, como si las emociones que estaban escondidas al salir, lo agotaron tanto.
─Te amo, bestia. ─Susurro en su cien.
Su abrazo se aligera un poco, despegándose un poco de mí, con temor.
─¿Le he hecho daño?─ Pregunta atónito, mirando hacia mi vientre ligeramente abultado.
Meneo la cabeza en negativa, arrastrando una sonrisa mientras acaricio su rostro… joder, es tan hermoso.
─Nunca le harías daño─ digo, dejando un beso en sus labios. Tan cálidos y reconfortantes como siempre.
De repente, me abraza, arropándome con su cuerpo. Mi rostro queda en su cuello, aprovecho a aspirar su delicioso aroma viril. Él es una droga.
─Perdóname. No debí de gritarte─ murmura, como si de un niño se tratara.
Mis brazos rodean su espalda ancha y musculosa.
─No hay de qué perdonarte. Perdóname tú, por no habértelo dicho o siquiera, preguntarte─ digo, besando su cuello.
Sus manos, rosan la tela que funda mi cuerpo, apretándola con vehemencia, queriendo desprenderse de eso y tocarme sin medida alguna.
─Mi suave y dulce bestia─ musito en su cabello.
Él suelta una sutil risita, dejando atrás la nostalgia.
─¿Soy suave y dulce?─ Inquiere apartando su rostro de mí, dándome aquellos océanos llenos de pasión.
Esbozo una sonrisa, en mis comisuras bailantes. Alboroto su cabello con mis manos, de manera brusca. Le doy una mirada expectante admirando lo hermoso que es.
─Indudablemente─ respondo finalmente, vislumbrando cómo sus labios forman una excitante sonrisa.
Él aparta su mirada de mí, dejándola en un punto fijo. Suelta un suspiro corto, para luego volver sus ojos a mí.
─No creo que te pueda perdonar, estoy muy dolido. Has sido muy cruel conmigo─ dice, llevándome a empujarlo para ver más su rostro. Le miro con espanto.