Capítulo 4: Cediendo

1549 Kata
Ellie —Muy bien, papá. Háblame de este torneo —dijo Ellie, entrando en el despacho que compartía con su padre. Él estaba sentado en su escritorio, con un gran papel frente a él que tenía dibujos por todas partes. Sabía que su padre prefería dibujar sus pensamientos en lugar de escribirlos, así que supuso que éste debía ser su plan maestro para el torneo. La cara de Michael se iluminó ante su afirmación. —¿De verdad? —preguntó—. ¿De verdad quieres escucharlo? —No me hagas dudar, papá —declaró Ellie, lanzándole una mirada endurecida que, según él, siempre le recordaba a su madre, Lilly. —No, no, claro que no —tartamudeó él cuando Ellie se acercó y se puso a su lado, inclinándose hacia delante para poder ver lo que había terminado—. En realidad es muy sencillo. Habrá tres concursos durante una semana. Tendremos algunas cenas agradables, tal vez un baile o dos... —Papá, ya he dicho que no habrá baile —insistió Ellie. —No es un baile. Solo una reunión amistosa. Ninguna celebración de la Diosa de la Luna ni nada por el estilo. Ya sabes, algo de música en vivo, unas copas, algo de baile, ese tipo de cosas —comentó mirándola, con los ojos oscuros muy abiertos por la inocencia. Ellie ladeó la cabeza—. Para ayudarte a conocer mejor a los caballeros —explicó. —¿Qué más da lo bien que los conozca? —respondió Ellie—. Si estoy destinada a casarme con el ganador, no importa realmente si conozco sus intereses y aficiones, ¿verdad? —Aunque veo tu punto de vista, no está de más que los conozcas un poco, ¿sabes? Sobre todo porque nuestro objetivo secundario es formar alianzas fuertes con todas las manadas que participan, no solo con la ganadora. Ellie no estaba segura de lo que pensaba sobre eso. No era que la mayoría de los hombres se tomaran bien el perder. Según su experiencia, y como ex entrenadora tenía mucha, a la mayoría de los machos no les gustaba perder. Pensó en sus tres amigos más jóvenes, los chicos que eran como hermanos para ella y en cómo a ninguno de ellos le gustaba perder en nada. Seth, Hans y Cane solían pelearse siempre que tenían la oportunidad de hacerlo, si había una forma de discutir quién era el verdadero vencedor de un concurso. Sin embargo, su padre tenía razón. Si ella pudiera encontrar una forma de hacerse amiga de los otros alfas, tal vez facilitaría las cosas a los que no ganaran. Ella podía ser encantadora... ¿no es así? —Muy bien, papá. ¿Cuáles son las tres competencias? —preguntó. Ella tenía algunas conjeturas basadas en sus bocetos, pero para alguien que prefería dibujar que escribir, no era tan buen artista como uno podría esperar. —El primero es un concurso de lanzamiento de troncos a la antigua usanza —explicó Michael con una enorme sonrisa en la cara—. Es bastante sencillo. Cada uno tiene tres intentos para tomar un tronco y lanzarlo a través de un claro. El que lo lance más lejos gana. Ellie tuvo que dejar que eso se asimilara por un momento. Le vinieron a la mente imágenes de leñadores. —De acuerdo —afirmó lentamente—. Y... ¿obtienen puntos por el resto de lugares, o cómo funciona la puntuación? —Todavía no lo he resuelto, pero sí, creo que sí. El primer lugar obtendrá una cantidad determinada de puntos, digamos diez, el segundo ocho, etc., de modo que quien tenga más puntos al final de todo el torneo ganará tu mano. Ellie se dio cuenta de que ese tipo de detalles podrían resolverse más tarde, siempre y cuando todos los participantes supieran a qué atenerse. —Muy bien. Parece que el segundo concurso es una carrera, ¿es así? —¡Sí! —exclamó Michael—. Estableceremos una ruta por el bosque y, fácilmente, quien cruce la línea de meta primero obtendrá más puntos. Encontrándose a sí misma asintiendo, Ellie señaló el tercer dibujo. —¿Y qué es esto? —El tercer concurso es una simple pelea. Pero creo que todos los concursantes deben luchar entre sí. Tendré que idear cómo funcionará esa parte. —¿En sus formas humanas? —aclaró Ellie. —Absolutamente. No creo que los lobos deban participar en ninguno de los concursos. El ganador será el que demuestre que es mejor en un promedio de las tres áreas en su forma humana. Ellie asintió. —Me gustaría que pudieras añadir un componente de trivialidades o un concurso de habilidades de algún tipo —dijo, notando que su padre estaba eligiendo a su marido basándose en la fuerza bruta, la velocidad y la capacidad de lucha. Todas esas cosas eran importantes cuando se trataba de ser un Alfa, pero a los ojos de Ellie, había otros componentes importantes también, como la forma en que se paraba en sus pies, la inteligencia, y cómo se preocupaba por su manada. —Oye, si quieres dejar que la Diosa de la Luna decida por ti, podemos hacerlo a la antigua usanza y divertirnos —dijo Michael, levantando las manos como si se estuviera rindiendo. —No, no, así está bien —respondió Ellie, quien haría cualquier cosa para evitar el escenario del baile de la Diosa de la Luna—. Muy bien, papá. Hazlo —dijo, esperando no sonar demasiado derrotada. —¡Sí! —exclamó Michael, bombeando su puño. Se levantó de un salto y la besó en la cabeza—. ¡Mi niña se va a casar! —No empieces a hacer arreglos florales todavía, papá. Hay muchas cosas que tienen que pasar antes de todo eso —bromeó dándole una palmadita en el hombro y luego se volvió para salir en busca de un poco de aire fresco y de su mejor amiga. Shelby necesitaba enterarse de esto cuanto antes. Si alguien podía confirmarle que no estaba loca por hacer esto, era su mejor amiga. Mientras salía por la puerta, su padre empezó a tararear la marcha nupcial y Ellie se encontró sacudiendo la cabeza una vez más. Shelby estaba exactamente donde Ellie esperaba que estuviera, sentada en la terraza trasera de la casa que compartía con sus padres, tomando limonada y admirando la vista del bosque. A Shelby le gustaba relajarse así por la tarde, sobre todo después de un día particularmente brutal en el gimnasio. Ellie tomó asiento junto a ella, contemplando los grandes árboles de vibrantes hojas verdes y le explicó todo el panorama a su pequeña mejor amiga. Shelby escuchó atentamente, solo interrumpiendo para hacer exclamaciones de vez en cuando, hasta que Ellie llegó al final y dijo: —¿Qué piensas? ¿Estoy loca por aceptar esto? —¡De ninguna manera! —exclamó Shelby, con su cola de caballo morena balanceándose de un lado a otro mientras negaba con la cabeza—. ¡Esto es increíble! Me alegro mucho por ti —afirmó acercándose y apretó su mano sobre la de Ellie donde descansaba en el brazo de la silla estilo Adirondack en la que estaba sentada—. ¡Por fin vas a tener a tu Alfa! —Supongo —comentó Ellie, no convencida—. Es que... no sé. ¿Y si es un imbécil arrogante? Ya sabes cómo son algunos de estos Alfas. —¿Y si es un tipo de ensueño con grandes músculos y un trasero que no se rinde? —preguntó Shelby contraatacando, consiguiendo una risita de las dos—. Solo espero que te haga la mitad de feliz que me hace Carl. Ellie trató de no dejar que su sonrisa se desvaneciera cuando Shelby se fue por la tangente sobre su querido Carl. Por mucho que se alegrara por Shelby y Carl, Ellie no creía que fuera a encontrar nunca a su "pareja predestinada'', como Shelby se refería al Omega que la había conquistado. —¿Quién sabe, Ellie? Puede que esta sea la forma en que la Diosa de la Luna se asegura de que encuentres a la persona con la que estás destinada a estar —exclamó Shelby después de diez minutos de hablar de lo increíble que era Carl. —No lo sé —declaró Ellie encogiéndose de hombros—. Me alegro mucho por ustedes. Lo estoy. Pero... no creo que tenga una pareja predestinada, Shelby. Creo que estoy destinada a liderar esta manada y eso es lo que el destino me depara. No el amor. No... ninguna de esas cosas sensibleras. Shelby gimió y sacudió la cabeza. —¡Estás equivocada, Ellie! Solo tienes que esperar y ver. Puedes tenerlo todo. Puedes ser nuestra líder y tener amor en tu vida. Lo sé. Ellie tomó la mano de su amiga y le dio un apretón, sonriéndole, pero no lo sintió en su corazón. Era bonito soñar, pero según la experiencia de Ellie, los sueños de ese tipo no se hacían realidad. Ella siempre había estado bien con eso, poniendo su manada en primer lugar en su vida. Pero ahora que veía lo que Carl y Shelby tenían, tenía que preguntarse: ¿había algo más?
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