Capítulo 5: Invitación

1059 Kata
Ellie Ahí estaba, sobre su escritorio, mirándola fijamente como el "solo un taco más" que a menudo comía cuando sabía que simplemente no había espacio. En otras palabras, una idea realmente mala, de la que debería huir. Pero no podía, porque al otro lado del escritorio de Ellie estaba su padre, Michael, con una sonrisa pícara en la cara. Con una mirada endurecida, Ellie tomó la invitación y la leyó detenidamente. Inmediatamente, odiaba todo lo que contenía. Desde la llamativa caligrafía dorada sobre fondo blanco hasta las ridículas palabras que su padre había utilizado y que la hacían parecer un premio en una justa medieval, la invitación no le gustó nada, pero Ellie decidió tomárselo con calma. No serviría de nada pedirle a su padre que lo cambiara ahora, no cuando estaba claramente muy orgulloso de ella. —¿Y bien, cariño? ¿Qué te parece? —preguntó Michael, ampliando su sonrisa—. Se ve muy bien, ¿no es así? Los chicos de la imprenta sí que saben cómo hacer una invitación elegante. Se imaginó a los chicos de la imprenta, todos ellos de la edad de su padre, riéndose mientras la hacían. —Es definitivamente... llamativa —dijo. —¿Verdad? Estoy deseando que lleguen al correo. Estoy seguro de que tendremos seis confirmaciones de asistencia en un par de días, en cuanto se entreguen estos bebés. Y entonces, una vez que se entreguen estos bebés y logremos que te cases, ¡se podrán entregar algunos bebés de verdad! Ellie gimió y dejó caer la cabeza sobre su escritorio. Dejó que su padre encontrara una manera de incluir la idea de los nietos en la conversación. Viendo que no le serviría de nada preguntarle -una vez más- si estaba seguro de esto, si realmente quería organizar el torneo, si realmente pensaba que ésta era la mejor manera de que ella encontrara un marido, se mordió las reservas y dijo: —Avísame si alguien responde. —¡Oh, responderán! —exclamó Michael, tomando la carta y dirigiéndose a su propio escritorio con ella para poder imprimir las etiquetas y enviar las invitaciones por correo—. Estoy seguro de que los seis Alfas que estamos invitando de las manadas cercanas estarán aquí. Con cascabeles. «¿Quién dice eso?», pensó Ellie para sí misma, pero no se atrevió a decir nada en voz alta para romper el espíritu de su padre. —Creo que voy a dar un paseo rápido por el pueblo y ver si alguien necesita algo. —De acuerdo —asintió Michael, luchando contra su computadora de escritorio mientras se esforzaba por averiguar cómo imprimir etiquetas. Ellie le había enseñado suficientes veces; no iba a volver a hacerlo. Ya se acordaría... eventualmente. Afuera, el aire otoñal golpeó sus pulmones y comenzó a despejar su mente. Con un poco de suerte, los otros alfas pensarían que era una idea tonta y no se molestarían en aparecer. No había conocido a los seis, solo a un par, y eso había sido hace años, antes de que alguno de ellos tomara el mando. La mayoría de las veces, si tenían asuntos que tratar, lo hacían por teléfono o por correo electrónico. De vez en cuando, enviaban a sus Betas para hablar de algo, pero Ellie podía estar de acuerdo con su padre en que era un buen momento para que los seis se reunieran por fin. Del resto del plan, no estaba tan segura. Se sintió aún menos segura cuando oyó tres voces familiares detrás de ella que gritaban: —¡Oigan, oigan, oigan!. Ellie se giró para ver a sus tres "hermanitos" que venían detrás de ella, con sonrisas torcidas en sus rostros mientras se reían de las primeras líneas de la invitación de su padre. Ellie sintió que su cara se ponía roja y trató de no hacer una mueca, pero era difícil. —Muy bien, ustedes tres —dijo—. ¿Dónde han visto la famosa invitación? —¿No querrás decir infame? —preguntó Seth, todavía riendo. —La vimos en la imprenta. Mi padre trabaja allí, ¿recuerdas? —preguntó Hans. Ellie sí lo recordaba. Deseó haberlo pensado antes para poder evitar esta conversación. —Bueno, admito que no es mi estilo, pero papá está contento con ella, así que supongo que es lo que vamos a hacer. —Lo que tú digas, princesa Ellie —dijo Cane, dándole un golpe juguetón en el brazo. —Diosa —juró Ellie en voz baja—. ¡Solo quiero que todo esto termine! —Pero, en serio, Luna —comenzó Seth, su voz ya no estaba llena de alegría—. Deberías saber que, gane quien gane este torneo, si no demuestra ser un caballero digno de ti, le vamos a dar una paliza. —Sin duda —asintió Hans. —Sí, más vale que sea un tipo firme —asintió Cane. Una sonrisa se apoderó de la cara de Ellie al ver la sinceridad con la que todos lo hacían. La idea de tener tres hermanos dispuestos a dar la cara por ella era conmovedora y dulce, sobre todo ahora que eran básicamente lo suficientemente mayores y estaban lo suficientemente bien entrenados para llevar a cabo lo que acababan de decir. —Gracias, chicos —agradeció con las mejillas sonrosadas por la admiración—. Pero no se preocupen. Si no es un buen tipo, le daré una paliza yo misma. Todos empezaron a reírse de nuevo, incluida Ellie, aunque no estaba bromeando realmente. Ya que tenía toda la intención de llevar a cabo el plan de su padre, siempre y cuando el tipo que ganara fuera un Alfa admirable, pero si un asqueroso ganaba el torneo, no le importaban las consecuencias de romper su palabra. No iba a pasar el resto de su vida con un idiota ensimismado solo porque ganara un concurso. —Espero que esto te funcione, Luna —deseó Hans, hablando en nombre de todos—. Realmente te mereces ser feliz. —¡Gracias, chicos! —exclamó Ellie inclinándose y les dio a los tres un amplio abrazo de grupo—. Les agradezco. Realmente lo hacía, aunque, si era sincera, no creía que fuera a funcionar. En esta situación, su padre estaba tratando de forzar algo, y en su experiencia, eso nunca, nunca terminaba bien.
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