En el camino al hogar de la menor no hubo silencio, tampoco se puede decir que fue incomodo o forzado, con Amari nunca se siente de esa manera, y es que ella es un alma brillante, llena de tranquilidad, pero con una pisca de picante que le resulta atrayente a Thomas.
Es como si esa mujer resultara ser un reto para domar, y él se siente preparado para afrontar el reto.
El detalle está en que ella no es alguien que deba ser dominado, pero eso es algo que él tendrá que darse cuenta tarde o temprano, así como el hecho que ella no es tan frágil e inocente como sus ojos la ven.
–¿Llegamos? – pregunta la castaña una vez siente como el vehículo se apagó y como la respiración de Rey se vuelve a instalar cerca de su cuello.
–Sí, espera un momento – rápidamente el pelinegro baja del coche, y al sentir su ausencia, Amari acaricia el hocico de su guía.
–Es agradable, también me agradó y definitivamente quiero probarlo un poco ¿qué dices? ¿me apoyas? – y al terminar de hablar, Rey suelta un ladrido que la hace reír –Lo tomaré como un sí.
–¿Qué cosa? – la puerta a su lado es abierta, pero no se sobresalta ni asusta. Luego de tantos años dejó de impresionarse por los ruidos fuertes y repentinos, aunque cuando suelen ser sonidos estridentes tiende a quedar con migraña.
–Nos agradas – menciona sin problema alguno en decir la verdad, volteando hacia donde lo siente, aun cuando no puede ver el breve gesto de sorpresa que se posa en el rostro del señor Carter por un par de segundos antes de simplemente verla con curiosidad.
Ella es capaz de decir o hacer algo que él nunca espera que haga, y eso solo lo hace pensar más en ella, en la manera en la que podría reaccionar a diferentes situaciones, intentando descifrarla.
–A mí me agradan ustedes – opta por decir, estirando su brazo para abrir la puerta trasera y cerrarla solo después que el perro guía se baja del vehículo, y una vez el labrador llega hasta su lado es que se estira a desabrochar el cinturón de seguridad que protege a Amari y toma su mano con delicadeza para ayudarla a bajar.
La castaña no deja de sonreír ante el gesto, aunque un pequeño y mal sentimiento empieza a instalarse en su estómago con el pasar de los segundos.
Ella sabe que no debería sentir tal sentimiento amargo, pero no puede evitar hacerlo, no en su situación y luego de tantas malas experiencias, aun así, hace un esfuerzo en no demostrarlo.
–Gracias por traernos, no te hubieses preocupado – menciona con fingida tranquilidad al estar afuera del vehículo y respirar profundo para pelear contra sus demonios.
Es tan molesto.
–Quería hacerlo – por su parte, mientras Amari se encuentra en una batalla interior, Thomas simplemente no puede dejar de ver ese par de ojos opacos, y se imagina que tan brillantes podrían llegar a ser.
Se pregunta si hay alguna manera de lograr obtener ese brillo, si es que hay algo que él podría hacer.
– Bien, gracias, también gracias por no botar el culo altanero de mi hermano fuera de la empresa – intentando redirigir sus pensamientos, Amari decide bromear, logrando desligar a Thomas de sus pensamientos inusuales.
¿Desde cuándo a él le importa si acaso un poco si un par de simples ojos ámbar poseen brillo? Él desea a Amari, pero más concretamente, desea su cuerpo, sostenerla, apretarla entre sus manos, poseerla hasta hacerla perder la consciencia entre orgasmos, escucharla gritar su nombre entre alaridos de placer.
A Thomas no le importa una mierda si una mujer tiene bonitos ojos o no, a él solo le llaman la atención un par de labios rojos y carnosos y un cuerpo del cual poder sostenerse a gusto.
–No te preocupes, te di mi palabra que no lo haría – él aprieta los labios, todavía sopesando porque sus pensamientos viajan a donde no deberían –Sin embargo, que lo haya hecho una vez no significa que habrá una segunda – ella asiente un par de veces, ya teniendo eso en claro.
Tendría que hablar con Adrien y hacerle entender de alguna manera que no se puede repetir, o quizás ella tendría que dejar de aparecerse en su trabajo y buscar otra manera de drenar su frustración.
Una sonrisa traviesa se escurre en el rostro de la castaña, con una idea de que otra manera podría hacerlo, pero antes de hacer siquiera una insinuación, el celular del contrario vuelve a sonar, por lo que ella simplemente suelta un suspiro y hace un ademán de despedirse.
Claro que no contaba con que en lugar de soltar su mano él la apretara un poco más.
–Vamos, te acompaño – dice Thomas sin prestarle atención a las maneras que podría interpretarse su accionar. Él simplemente le echa una ojeada a su celular antes de ponerlo en silencio y empezar a caminar al edificio.
–No tienes que hacerlo – y sin quererlo, lo que está resultando un pequeño favor que no le cuesta nada, está alterando negativamente a Amari.
No le está agradando del todo esta condescendencia de su parte, por el contrario, está haciendo que su ansiedad aumente un poco junto con su molestia, así como que sus ánimos bajen.
–Te acompañaré – es todo lo que dictamina el señor Carter, entrando despreocupadamente y viendo con fijeza como, el que parece ser el portero del edificio, se extraña al verlo entrar y luego pone un gesto de contradicción al notar a quien lleva de su mano.
–Amari, hola, no sabía que llegarías tan temprano – le hubiese gustado ignorar al imponente hombre que acompañaba a la preciosa castaña, pero su puesto de trabajo le impedía tal acción.
Su deber es siempre recibir educadamente a los residentes del edificio y a sus visitantes.
–Señor, buenas tardes – ahora, aunque no está faltando a su protocolo, él es mucho más expresivo de lo que él mismo cree, y al notar el desagrado en sus gestos, Thomas arquea una ceja, sin dejar de ver fijamente al contrario y como este no deja de mirar el agarre en sus manos, como si esperara encontrar algo ahí.
Al señor Carter no le agrada para nada esa mirada de mierda.
–Buenas tardes Johnny, sí, terminé mi merienda temprano ¿tu cómo has estado? Pensé que el señor Alex te estaría cubriendo hoy – la castaña da un paso al frente, sonriendo hacia la voz de su amigo, y enfocándose en ella para evitar seguir pensando en aquello que le molesta.
Sin embargo, al hacer un intento por acercarse más de un paso, el agarre en su mano la detiene a ir más allá.
A Thomas no le agrada ese hombre y ese hombre tampoco se siente muy feliz de conocer al imponente señor Carter, especialmente de verlo llegar tomado de la mano con tanta familiaridad de la hermosa Amari.
–Ya veo… No, hoy terminé temprano con mis clases y Alex estaba algo cansado, le dije que no se preocupara, podía tomar su turno también.
–Oh ¿él se encuentra bien? – Amari se preocupa, olvidándose por un momento de la mano que aprieta la suya, de que no la permiten avanzar, y que Johnny no parece tan cómodo y alegre como siempre, o eso puede deducir por su tono de voz.
Ahora mismo todo pasa a segundo plano para ella y se preocupa por Alex, el amable señor que ha estado trabajando como portero de su edificio desde que se mudó y muchos años antes de eso también.
Ese hombre ha sido un ángel con ella, siempre tan pendiente, haciéndola sentir bienvenida, todo sin hacerla sentir tan…inútil.
Por otro lado, ella es la única que parece ignorar abiertamente la tensión en el ambiente, uno que tiene incluso a Rey tenso, alerta a cada mínimo movimiento que podría perjudicar a su mejor amiga.
–Sí, no te preocupes, él está bien, solo algo indispuesto – eso hace que la castaña suspire aliviada.
–Oh, eso es fantástico…
–Amari – cansado de ver la mirada de mierda que aquel mocoso desconocido le está brindado, y también cansado de sentir como su celular vibra cada pocos segundos en su bolsillo, indicando el sin fin de mensaje que debe estar enviándole Jared, Thomas interviene.
–Cierto, discúlpame, me distraje un momento – la castaña voltea hacia el pelinegro y sonríe con suavidad, apretando la mano que la sostiene y halando suavemente en dirección a donde sabe que están los ascensores.
No le costó más de un mes, pero no fue fácil, y sin la ayuda de Alex y Johnny definitivamente hubiese demorado más, y habrían pasado más accidentes.
–Nos vemos luego, Johnny – ella se despide de su amable amigo y se encamina junto con su guía al ascensor, ignorando completamente el hecho que el mayor nunca devolvió el saludo ni siquiera por cortesía.
También pasó por alto que, a diferencia de lo habitual, Johnny no se ofreció a acompañarla ni le abrió la puerta o llamó al ascensor por ella, siempre con esos pequeños y amables gestos que algunos días le molestan.
Pero también asumió que se debía a que iba acompañada de alguien que podría hacerlo por ella.
Ella es una mujer bastante receptiva e intuitiva, pero también hábil para ignorar lo que prefiere pasar por alto por su comodidad, y una de esas cosas es la atención que le brinda el celador de su edificio, que, aunque es un buen amigo, a veces parece ser excesivamente más amistoso de lo que sería cualquier otro hombre.
En fin.
–Llegamos – al llegar a su piso, ella guía al mayor hacia la segunda puerta a la derecha, que a diferencia de las demás, no necesita una tarjeta para abrirla.
–Es con huella – menciona Thomas verificando desde su lugar que las otras tres puertas del piso tienen un lector de tarjeta.
Amari suelta una ligera risa mientras entra a su hogar, inclinándose a soltar la correa de Rey, siendo esto lo primero que siempre hace al llegar.
–Sí, Adrien lo instaló para mí, por si olvidaba la tarjeta, también dijo que sería más seguro – comenta llena de orgullo por lo hábil que es su hermanito menor – También instaló un asistente artificial por toda la casa.
–Un I.A. – Thomas empieza a ver alrededor de la instancia, y no tarda en encontrar las pequeñas bocinas ubicadas estratégicamente.
–Sí, me siento como en una novela futurística, Adrien es muy inteligente ¿cierto? – Thomas sonríe un poco hacia ella, viéndola mencionarlo tan casualmente.
No necesita de muchas más pistas para notar que la unión entre ese par es muy fuerte. Quizás demasiado de parte del hermano menor, pero no es como que a él le interesara ese dato.
–Sí, lo es – y camina con seguridad hacia ella, tomando suavemente su brazo para acercarla a su cuerpo, no lo suficiente para tocarlo, pero sí para que ella sea capaz de sentirlo casi completamente sobre ella.
Amari suspira, llenándose de ese aroma que la vuelve un poco loca.
–Me tengo que ir – ella asiente, perdida en sensaciones, y él solo tiene ojos para sus labios rosados, especialmente cuando ella los remoja con su lengua.
Un pequeño gesto que le pareció tan seductor.
–Espero que resuelvas tu problema – menciona algo ausente, recordando a duras penas lo insistentemente que trataban de comunicarse con él. Thomas asiente.
–Yo espero volver a verte – y sin decir nada más, él deja un suave beso en su mejilla, lento, haciéndola suspirar otra vez, pero antes que ella pudiese lanzarse a cumplir sus caprichos, él se aleja de ella y sale del departamento.
Esa mujer puede resultar más peligrosa de lo que le pareció a primera instancia, pero él puede con eso.
Por otro lado, Amari olvidó completamente los dolorosos sentimientos que estuvieron molestándola todo ese rato.
Puede que Thomas le tenga lástima y por eso sea tan condescendiente, puede que no, la verdad, justo en ese momento, eso es lo que menos le importa.
Ya quizás para la próxima vez pueda pensar más al respecto, o puede que se tome la noche entera para pensar sobre ello.
Solo después de procesar lo que acaba de pasar, y también después de que deje de fantasear sobre cómo se sentirían un beso de esos en sus labios.
Y en su boca, también le encantaría probarlo con su boca.