—He hecho una pregunta, ¿qué hace una niña aquí? Este no es un lugar apto para una niña tan pequeña como ella, ¿qué pasará si se lastima? Ante los gritos de Diaval, la pequeña niña se alarmó por lo que encerró aún con más fuerza a su oso de peluche entre sus manos, para que solo unos segundos después fuera levantada en brazos por una de las empleadas. —Perdón, jefe es mi hija, la traje conmigo porque no tenía con quién dejarla en casa. —Es muy linda —ignoré totalmente los gritos de Diaval, acercándome a la pequeña para poder mirarla más cerca. Entonces, noté los detalles aún más cercanos, con algo de temor levanté mi mano, tocando su mejilla, ella me sonrió, sus encías aún sin todos los dientes, provocaban que mis mejillas se ensancharan en una sonrisa que hacía mucho no demostraba. —¿