Capítulo 4
Una huida inesperada
Jacinta
Cuando desperté, mis piernas temblaban. Había olvidado en qué momento me quedé dormida, porque cuando Paul terminó, se levantó y salió de la habitación. Yo me di vuelta y desperté temprano en la mañana. No reconocía el lugar ni las intenciones detrás de esta extraña situación. En ese hotel, cuando me alejé un poco, se acercó uno de sus guardaespaldas. Sus palabras fueron sencillas:
—Si sabes lo que te conviene, haz todo lo que el señor te ordene, sea lo que sea, o tu familia lo lamentará más que tú. Debes aceptar cualquier petición.
Después de eso, me mostró un teléfono celular. Ahí se veía claramente mi antigua casa. A pesar de todo lo que sufrí allí, no quiero que ellos resulten lastimados de ninguna manera. Además, si lo que este hombre dice es cierto, mi verdadero padre fue quien me llamó.
Me puse de pie y noté una leve mancha en las sábanas. Me vestí deprisa y, antes de ducharme, decidí cambiarlas. Salté del susto cuando una voz gruesa y firme me habló.
—No hay nadie en la casa, solo somos nosotros.
Di un brinco debido al susto, pero aun así volteé hacia él.
—Cl… Bien… —respondí apenas.
—¿Bien? Bueno, tu estancia aquí no será gratis. Debes encargarte de la casa. No me gustan los extraños invadiendo, y eso te incluye. Tuve un inconveniente, y la boda se retrasará hasta dentro de unos días. Lo único que no harás es meterte con los alimentos; para eso tengo a un chef, él se encarga del menú diariamente.
No podía mirarlo a los ojos, mis piernas seguían sensibles.
—¿Debo comenzar hoy? —pregunté entonces.
—Sí, debe ser hoy. Despedí a todos porque en mi ausencia me di cuenta de que alguien estaba robando. No tuve más opción y despedi a todos, igual no te atrevas a tocar nada; husmear también lo considero robo. Ven aquí un momento...
Ya de por sí, mi cojera me hacía ser algo torpe cuando estaba nerviosa, y con su petición, lo único que logré fue hacer evidente mi discapacidad al caminar.
—Lo siento, pero hoy no quiero iniciar. Si le parece, me gustaría descansar —dije de forma impulsiva. Aquella intensa mirada de Paul me atravesó la piel, tocó mis huesos y rebotó desde la pared de camino a sus ojos nuevamente. Esa fue la sensación que tuve al cruzar mi mirada con la suya.
—¿Te estás negando? De acuerdo, me parece conveniente. Fue un viaje largo, pero solo te daré el día. De igual manera, iré a trabajar. Puedes usar ese teléfono si quieres comunicarte con alguien. —Su tono de voz era todo menos amable.
—Gracias —dije apenas, mientras las palabras de su guardaespaldas resonaban en mi mente una y otra vez.
Pensé en mi familia, si en verdad podía llamarlos así. Tomé el teléfono y marqué el número de celular de Alba…
—¿Quién habla? —dijo apenas.
—Hermana, soy yo… Quisiera saber cómo están… —Escuché un suspiro de su parte.
—Jacinta, ni siquiera estando tan lejos dejas de fastidiar. Olvídanos y haz tu vida allá. Ese hombre te llevó para que seas su criada, entonces sé útil.
Sus palabras crueles me hicieron derramar una lágrima.
—¿Papá cómo está? —pregunté entonces.
—Muy bien, compró más animales, y nos está yendo bien. Inclusive tenemos varias propuestas en la granja; compraremos más hectáreas para el cultivo de hortalizas.
Sus palabras me hicieron dudar de la amenaza. Tal vez todo sea mentira, y este hombre esté completamente loco y tiene malas intenciones conmigo…
—Me alegra que estén bien. —Respondo finalmente.
—Bueno, disfruta tu vida en París, aunque no creo que puedas siquiera salir a pasear, adiós hermanita. —Me cortó la llamada, fue entonces que tomé una decisión difícil, estoy lejos, en un país desconocido.
«Debo escapar.» Observé a través de la ventana, un automóvil lujoso seguía estacionado, pero con su motor en marcha
«Este hombre cree que me quedaré, pero no lo haré. Huiré de aquí, tomaré mis pertenencias y me iré.»
Después de ducharme, me vestí lo más rápido que pude, tratando de no hacer ruido. Sentía la tensión en cada músculo de mi cuerpo. Cada movimiento que hacía me acercaba un paso más hacia la libertad o hacia el peligro. Cuando escuché y vi a Paul alejarse en el vehículo, mi corazón comenzó a latir con fuerza. Esta es mi oportunidad…
Salí de la habitación y avancé por los pasillos con cuidado. Sabía que el camino hacia la salida no sería fácil. A través de las ventanas, veía el enorme jardín que tenía que atravesar. Casi doscientos metros de distancia antes de llegar a la salida principal, y no tenía idea de cuánto tiempo tendría antes de que alguien me descubriera.
«Pero él dijo que nadie está aquí…»
Respiré hondo y, sin mirar atrás, abrí la puerta trasera que daba al jardín. Comencé a caminar rápido, aún traía conmigo el collar de oro, quedé asombrada al cruzar aquel enorme portón de hierro, en verdad no había ni un solo guardia en este lugar.
«Esta casa es gigantesca…» Me dije a mi misma, revisé mi viejo teléfono celular, evidentemente no funciona aquí, decidí seguir caminando hasta saber exactamente que hacer, el ardor en mi entrepierna me hacían quedarme cada cierto tiempo en alguna banca.
Paul
Fui agresivo anoche, soy consiente de ello, pero no pude controlarme al respecto, me gustó hacerla mía y saber que soy su primer hombre, al menos no fue en vano traerla conmigo, ahora con ella como mi esposa, el acuerdo con su padre biológico seguirá su curso, pero debe aprender a hacerse cargo de alguna manera de todos los lujos que recibirá en esta casa, hasta que lo demuestre, su vida será excelente a cambio de trabajo, no me molesta su cojera, pero sin duda alguna, eso dañaría mi reputación, todos me imaginan casado con una mujer de alcurnia, hermosa e inteligente, en cambio Jacinta es mala hasta leyendo, no se percató de una evidente trampa tendida por su ambiciosa hermana.
—Ya estoy aquí, solo dame las medicinas que te pedí, y las otras cosas que necesitará esa mujer. —Fui personalmente a buscar medicinas y artículos para el aseo personal de ella, el servicio de delivery se retrasaría y pude notar las molestias de ella cuando caminaba, por ello me apresuré en ir, en unos pocos minutos regresé a la mansión y fui a buscar a la chica de nombre peculiar.
—Tú... ¿Dónde estás?. —Pregunté en voz alta, aunque no recibí respuesta alguna, la busque en la habitación donde la dejé, cuando noté que su bolso no se encontraba en el lugar donde estaba, sentí como un enojo y decepción me invadía.
«¿Se atrevió a huir?» ¿Huir de mi?...