SIN TI NO SOY NADIEUpdated at Sep 29, 2023, 00:04
Benditos tacones, bendito vestido y bendita sea la hora en la que me decidí a salir. Llegando a la discoteca, me llama Gael, mi marido.—¿Diga?—¿Por qué me dices «diga», si sabes perfectamente quién soy? — pregunta con su particular tonito.—Es la costumbre, Gael.Gael y yo llevamos tres años juntos, en realidad, llevaríamos cuatro de no ser porque hace tres años dejamos la relación durante seis meses. Tenemos un pequeño apartamento en la ciudad, nada de niños, ni perros, ni cariño… Sí, puede que estemos en crisis o pasando un «pequeño» bache, solo rezo porque lo superemos, él no era de esta manera, antes era diferente, pero desde hacecosa de unos pocos meses, se torció. Y encima, la rutina ha hecho que seaimprescindible en mi vida.—Bueno, a lo que iba —continúa ignorándome—, mi hermano llegamañana, le hemos preparado la fiesta que te comenté, no hagas planes.—¿Para eso me llamas? —pregunto extrañada—. Podrías habérmelodicho en casa.—No, para eso y para saber a qué hora vendrás.—No lo sé, Ema, Rosi y daniel estarán esperándome, aún no he hablado con ellos. Ya sabes que daniel se marcha dentro de dos días alds, quiero aprovechar el tiempo que me queda con él.Me excusé sin saber por qué, ya que uno de mis mejores amigos se marchaba por trabajo, durante una larga temporada, y sería bastante difícil vernos.—Ah, sí…, el amiguito… Qué poco me gusta ese maricón.—gaeñ, no empieces, y no le faltes al respeto, es mi amigo. —Me enfado.—Como si quiere ser tu primo. No me gusta, seguro que lo hace porque quiere conseguir que las tías se acerquen a él.—Eso no le hace falta, no inventes cosas, Gael —le advierto.Y es cierto. Daniel es un hombre que emana erotismo por todos los poros de su piel. En demasiadas ocasiones he visto cómo las mujeres se deshacen por sus huesos. Es moreno, de pelo negro, mide un metro ochenta y esos ojos verdes como prados, solo lo hacen más atractivo. Por no hablar de su perfecto y duro cuerpo, machacado por dos horas diarias de gimnasio… Dejo dedesvariar cuando gael me habla.—No me invento las cosas y tú, no le defiendas. —Noto en su voz cómo se enfada.Suspiro fuertemente y él hace un ruido al celular, dándome a entenderque no le ha sentado bien.—Antes de las tres quiero que estés de vuelta o te dejaré en la calle — asegura siguiendo la conversación cuando no le contesto.Me río ante ese comentario. ¿Qué está diciendo? ¡Es absurdo!—¿No serás capaz? —pregunto con gracia, pensando que es una de sus bromas.—¿Tengo que recordarte que el apartamento es mío? —dice seriamente.—No —contesto tímida.Me doy cuenta de que va en serio, y no entiendo el motivo, ni a qué havenido eso, pero no me apetece discutir en mi noche de «chicas».—Pues ya sabes. Venga, adiós santo.—Te quiero…Pero el «te quiero» se va junto con el pitido del celular al colgar…Raramente me dedica algún apelativo cariñoso, solo cuando le interesa algo.Cosa que antes no tenía ni que pedir, ya que desde siempre había sido un chico cariñoso, detallista y atento.Decido dejar mis pensamientos a un lado y pasármelo bien, como me propongo cuando salgo de mi casa. Llego a la puerta y me encuentro a los tres mirándome a la vez que me señalan el reloj; diamantes yo levanto las manos a modo de disculpa.—Lo siento —me disculpo cuando estoy frente a ellos.—¿Por qué llegas tarde siempre? —pregunta Enma resoplando.—Es que…, por los pelos, no vengo… —Miro hacia el suelo.—Vaya, vaya, ¿y eso? —pregunta Rosi.—¡Pues por qué va a ser! ¡Por el cabrón de su marido! —contestaexasperado daniel.—¡Daniel! —le regaño—. No es un cabrón. Tiene su manera de ser y no le gusta que salga.—Ya claro. No le gusta que salgas, no le gusta que tomes cafés con tus amigos, no le gusta que te pongas un vestido demasiado corto, no le gusta que tengas amigos, hombres, he de apostillar, ¡no le gusta nada! ¿Cuántotiempo llevamos así? ¡Desde que volviste con él! ¡Te está absorbiendo la vida!—No dramatices… Tiene su manera de ser, y también hay que entenderlo. Nadie es perfecto —le defiendo.—Sabes que llevo razón —me agarra por los hombros y besa mi cabello—,pero te quiero igualmente.Le sonrío con cariño.—Yo también te quiero.Entramos en la discoteca, y pasan dos horas en las que no paramos de bailar y… beber. Como llegue pedo a casa, gael se va a enfadar y con razón.Él siempre dice que la bebida es para los alcohólicos, y que una señora comoyo, no debería de ir borracha como una cuba.—Hay un tío que no te quita ojo de encima —comenta daniel.—¿Qué dices? —Me sonrojo más de la cuenta en décimas de segundo.—Sí, cariño, y… viene hacia aquí.Me pongo nerviosa y tiro mi copa en lo alto de la barra sin querer. Entre los nervios y lo achispada que voy, no doy pie con bola. Comienzo a reír a carcajadas como una idiota y mi amigo me sigue la corriente.El chico llega hasta nuestra altura y me sonríe.—Póngale otra —le dice al camarero.—Vaya, vaya ¡gracias! —contesto envalentonada.Me giro