Capítulo 2

1762 Words
Cobs Company Londres-Inglaterra. Algunos meses atrás.   Desde la noche de mi cumpleaños 14 he odiado todo lo que esté ligado a los monarcas. Por culpa de ellos perdí a quien yo más amaba. Mi hermano mayor y yo fuimos criados de maneras diferentes. Él fue más liberal y yo más cohibida. Al ir creciendo mi crianza fue cambiando y al ir pasando los años más estricta la ponían. Soy la tercera en la línea de sucesión al trono, jamás llegaré a tocar la corona, pero por lo visto eso a ellos no les importa.   Reglas del palacio: 1) No hables si no te lo piden.  2) Siempre está de acuerdo en todo.  3) Respira lento.  4) No mereces ser princesa si no sufres.  5) Sonríe sin importar que te escupan la cara.  6) Todo es tu culpa.   Intenté escaparme miles de veces del palacio, pero fue en vano. Los castigos de la reina eran los más crueles cuando se enteraba que eran para mí. Ella da miedo. Ella es hipócrita. Engaña a su pueblo y lastima a quien no la obedece. Me envió a vivir fuera de mi país porque no soportó más mi actitud. Según ella, estoy trayendo problemas con mis pensamientos a favor de los pobres. «Claro, y para demostrarme que estoy errada me envía a vivir con plebeyos para que valore mis riquezas», suspiro ante mis pensamientos sarcásticos.   Y heme aquí...   Buscando a la persona que será mi compañero de piso. La reina me ama tanto que no le importó enviarme a vivir con un desconocido. Solo espero que en Inglaterra me traten bien.   Alzo mi cabeza al cielo y observo el enorme edificio de vidrios oscuros. Supongo deben ser vidrios ahumados. Bajo la cabeza y encima de las puertas giratorias tiene el nombre de Cobs Company. Es la mejor empresa de guardaespaldas de toda Europa y las personas importantes vienen aquí a pedir custodios. Regreso a mi realidad suspirando resignada y con paso firme arrastro mis dos gigantes maletas entrando al lugar. No me había fijado, pero los que están fuera no pueden ver lo que ocurre aquí adentro.   —Señorita, ¿me permite por favor su identificación y dígame en que puedo ayudarla? —me habla un joven con un acento inglés muy encantador. —Estoy buscando a Matthew Bennett, me dijeron que estaría aquí —respondo, entregando mi identificación.   El chico me permite entrar y dice que está en la cafetería. Subo al ascensor y marco el último piso.   —Genia, ¿acaso sabes cómo es Bennett? —pregunta mi conciencia. —Solo mantente en silencio mientras pienso que hacer —murmuro para mí.   No estoy loca, pero hablo con mi conciencia. Se abren las puertas del ascensor y miro a mi alrededor, me acerco a una chica que me señala una mesa a lo lejos diciendo que ahí se encuentra. Es una cafetería con un estilo extraño. Las puertas de ella son la del ascensor, su piso es de césped artificial, las mesas de café son redondas con sillas en forma de troncos. Tienen árboles florales en las esquinas y aunque su techo es de vidrio oscuro, se ve la luz del sol.   Que raritos son los ingleses.   —Buenas tardes, estoy buscando al señor Matthew Bennett —hablo al llegar a la mesa que me indicaron.   Las tres personas que están en ella me estudian con su mirada haciéndome sentir incómoda.   —Hermosa morenita, desde que entraste aquí vi que me estabas coqueteando —miro horrorizada al chico que me habla—. No seas tímida, sé que lo hiciste. —No sea atrevido y perdone si le hice creer eso. No me percaté que lo estaba viendo. Jamás me atrevería a mirarle con otros ojos que no fueran de respeto —contesto sinceramente.   «¿Este quién se cree que es?», pienso exasperada. El pelinegro y la castaña que estaban ahí empiezan a reírse.   ¿Qué fue lo divertido?   Al chico que según le coquetee me fulmina con la mirada y pasa de largo tirando mis maletas. Al parecer no le gustó mi respuesta.   Cretino. —Es un idiota. Cree que toda mujer se muere por él solo con mirarlo —el chico que antes se reía se levanta de la mesa y recoge mis maletas—. Soy Thomas, un gusto conocerte —estrecho mi mano con la de él.   Acerca las maletas y hace seña para que tome asiento.   —Soy Amaya, el gusto es mío. ¿Sabe dónde está Matthew Bennett? No lo encuentro por ningún lado —pregunto, tomando asiento. —Está con el jefe vendrá pronto —contesta la chica—, me llamo Rebeca, pero me puedes decir Beca —sonríe amablemente.   Me estudia por unos segundos y me vuelvo a sentir incómoda. ¿Todos me van a ver así? ¿Soy tan extraña?   —Aunque tú inglés es perfecto, el acento alemán no puedes ocultarlo. ¿Qué hace una alemana por aquí? —me interroga, Thomas.   Empiezo a sentirme nerviosa ya que nadie me dijo que debería decir mientras estuviese en este país. ¡No sé qué hacer! Bajo mis manos de la mesa y empiezo a jugar con la uña de mis pulgares. No entres en pánico.  No entres en pánico. No entres en pánico... ¡Estoy en pánico, sálvenme!   —Thomas, ese asunto no es problema tuyo —me sobresalto al escuchar una ronca voz, el aludido se sonroja y la chica empieza a reír de nuevo—. Ven conmigo —el rubio de voz sexy me señala.   Toma mis cosas y empieza a caminar dejándome botada. Antes de seguirlo Beca me da su número de teléfono diciendo que quiere que sigamos en contacto. Le doy una sonrisa amigable y salgo casi corriendo detrás del rubio.   Si lo detallo bien es una bendición a la vista.   ¿Los plebeyos están así de buenos? Thomas tampoco estaba mal solo que es pelinegro. En cambio este chico es rubio, a pesar de llevar un traje n***o se le marcan muy bien sus músculos y su trasero. Es de mandíbula cuadrada, nariz perfilada, cejas pobladas, ojos azules y labios carnosos. «¿No querrá ser mi caballero real?», muerdo mi labio por mis pensamientos.   —¿Puedes dejar de verme como si fuera una presa a punto de ser comido? Me resultas incómoda, niña —me pide cuando llegó a él. ¡Fui descubierta! Sonrojada bajo la cabeza—. Odio a las mujeres como tú que fingen ser algo que no es. —Disculpe, no fue mi intención incomodarlo. No volverá a pasar —contesto avergonzada, levantó mi cara lentamente y juego con mis pulgares—. Estoy buscando a Matthew Bennett. —Soy yo. ¿Eres tonta o qué? No te hubiese dicho que me siguieras si no lo soy —suspira exasperado—. Liam me dijo que llegarías hoy y no entiendo porque yo debo cuidar a la extrajera —empieza a caminar de nuevo—. Iremos a mi casa para poder explicarte las normas de convivencia.   ***** Llegamos a un centro residencial de ladrillos muy bonito. Varios autos aparcados en el estacionamiento libre y un parque de arena enfrente de este. Marcó el piso 10 con una llave que parecía un imán. En total silencio subimos a su apartamento. Abrió la puerta de su casa haciéndome señas para que entrara. Dejó las maletas en la entrada y desapareció por un pasillo. Es un lugar bastante pequeño, con decir que el baño de mi habitación es del mismo tamaño. La diferencia es que este es de color beige. La sala, cocina y la entrada están en un mismo lugar. Hacia la izquierda está la sala con dos sofás, uno en la pared color vino de tres puestos, y el segundo en la otra pared que da con una ventana. Una mesa de café en el medio y una televisión que abarca la mitad de la pared. A la derecha está la cocina con un mesón con sillas.   Es un lugar bastante acogedor, creo.   —Aquí las reglas son muy sencillas y si eres lo suficientemente inteligente podrás cumplirlas —se dirige secamente hacia mí.   Camina a la cocina y me pide que me siente en una de las sillas. Se cambió la ropa por una más deportiva, indignada por cómo me habló me siento en ellas de mala gana.   —No creo que sea necesario hablarme de esa forma, señor —empiezo a jugar con las uñas de mis pulgares, este las ve interesado por unos segundos y vuelve hablar. —Realmente me importa muy poco tú opinión. Escucha las reglas, acátalas y evitemos encontrarnos lo más posible —de una jarra de agua que había en el mesón se sirve un poco en un vaso y posa su mirada fría en mis ojos.   Este hombre es insufrible.   —¿Tienes dinero? —niego con la cabeza—. Busca un empleo que no te voy a mantener. La comida de esta casa es mía no la toques. Compra la tuya y cocínala. No seré tú esclavo —suspira—. Yo usaré el baño primero, cuando tú lo uses seca el agua de la bañera, al terminar el baño no dejes posos. La ropa sucia va en la cesta. No quiero tu aroma en ella así que no las pongas juntas y cuando la vayas a lavar, por favor revisa la lavadora y estate atenta para que no dejes ningún cabello en ella.   Lo miro incrédula. ¿Este hombre está loco? Liam me dijo que viviría con una persona agradable. Fui engañada y lo peor es que no me puedo ir.   —Por favor, que tú respiración se escuche poco. Me gusta el silencio, ¿entendiste? —parpadeo varias veces y no me muevo, yo soy pacifica, pero esto me sobrepasa. ¿Quiere guerra? Pues guerra tendrá—. ¿Por qué no me respondes? —espeta entre dientes.   —No me dio permiso de hablar, ¿que esperaba? —una risita malvada se le escapa mientras me fulmina con la mirada—. No pretendo ser una carga para usted, señor. Así que puede estar tranquilo. No sentirá mi presencia —me levanto de la silla dignamente molesta—. Si no tiene más nada que decir, por favor dígame dónde dormiré para poder retirarme —sonrío fingida.   Yo que creí que viviría en libertad y termine viniendo a un anexo del palacio. —Eres inteligente, niña —hace énfasis en la última palabra­—. Sigue las normas no me interesa saber qué haces con tú vida —hace ademanes en círculos a su alrededor—. Solo, mantente alejada de mí y todos seremos felices —señala el pasillo—. No te llevare a tú habitación que es la segunda puerta a la izquierda.   Sin más se fue hecho furia de la casa.   ¡Yo tampoco quiero vivir contigo, idiota!   ***** Entro a la habitación y empiezo a desempacar, meto toda mi ropa en el closet, coloco mis cremas, perfumes, el desmaquillador y cualquier cosa que traje en el tocador. Entre tanto arreglo se me hizo la noche, tome un baño e hice lo que el ogro dijo. Ya cansada me puse mi pijama de minions y me tiré en la cama. Envió dos mensajes, uno a Liam diciendo que quería matarlo, pero no respondió y el otro a mi nueva amiga, Beca, que rápidamente contestó.   »*Aquí en el restaurant donde trabajo están buscando mesera. Hablaré con Penny para que te lo dé. Me cuentas mañana que tal se comportó el ogrito de Matt. Besos.   Día 1 terminado, solo espero que vengan mejores.
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