Capítulo 3

1602 Words
Jamás pensé que al salir de Alemania viviría otro infierno. Sigo viviendo en Europa solo que cambie de ogro. Pasé de normas reales alemanas a normas de un ogro inglés. Si le vemos el lado positivo a esto nos podemos dar cuenta que... No, no hay nada positivo. Aunque tal vez... No, aquí tampoco hay un tal vez. El supuesto caballero amable que me dijeron que era, término siendo un Shrek. El príncipe paso a ser un sapo adicto a las reglas. Esta mañana antes de venir a la entrevista de trabajo limpie el agua restante de la bañera. Me sentí humillada, maltratada y tarada. No por la limpieza, sino porque es una bañera. ¡Obvio que tiene que haber agua en ella! —Se te nota que te encanto la personalidad especial de Matt —el comentario sarcástico de Beca me saca de mis pensamientos. —¿Especial? —asiente—. Ese hombre es un amargado. ¿Qué persona normal te manda a limpiar el agua de una bañera? ¡Es una bañera, por Dios! —protesto, indignada. —Él es esa clase de ser humano. Es el tipo de hombre que exaspera a cualquier persona que este a menos de 5 centímetros de distancia —sonríe amigable—. Matthew es una buen sujeto, solo debes tenerle un poco de paciencia. Si lo conoces bien hasta llega un momento que te va a resultar encantador. —Ay por favor, Beca. ¿El ogro ese encantador? Dos días, llevo dos días viviendo con él y quiero regresar a mi país —me quejo, ella me estudia por unos minutos haciéndome sentir incomoda. ¡No me gusta que me vean así! —Ya decía yo que tenías algo diferente hoy —asiente como si hubiese encontrado algo en mí. No puede ser. ¿Descubrió que soy princesa? Liam va a matarme—. Ayer cuando llegaste a la compañía estabas muy cohibida. Hablabas tan pausado y educado que por un momento pensé que eras de la realeza británica. Me empiezo a reír nerviosa por su comentario. No soy de la realeza británica realmente. ¿Eso cuenta? —No soy precisamente de esa realeza —alza una ceja—. Soy solo de otro país de Europa —empezamos a reír. Ayer me quede hablando hasta tarde con ella y me explicó cómo eran las costumbres aquí. Me dijo donde quedaban los supermercados, discotecas, peluquerías y el restaurant donde me encuentro en estos momentos.  ¿Cómo es posible que una princesa que jamás en su vida ha limpiado, cocinado, o le ha servido a alguien pueda ser una mesera? No es posible, lo sé, pero debo decir que ese es mi nuevo empleo. ¡Me encanta! —Señoritas, si siguen hablando aquí en el vestíbulo se les descontará el día —nos informa la señora Penny con una sonrisa—. Amaya, quédate conmigo un momento, linda —me pide.  Señala el pequeño comedor que hay en el vestíbulo y me indica que tome asiento. Esperamos que Beca dejara el lugar y tomo asiento después que la señora Penny. Ya en la mesa, ella sostiene su mirada con la mía a tal punto de hacerme querer salir corriendo de aquí. De seguro ya se arrepintió y me va a despedir.   —Linda, ¿por qué viniste a Londres? Sospecho que lo sé, pero te daré la oportunidad de que me lo digas. Soy vieja pero no tonta. No tienes experiencia con ningún trabajo, pero no me importó y te contraté. Puedo ayudarte —con voz calmada y melosa la señora Penny se dirige hacia mí.   No logro mediar ninguna palabra, tengo miedo de que me descubra y me obliguen a regresar a Alemania. Solo tengo dos días aquí y sinceramente pensé que duraría más.   Estoy demasiado nerviosa como para hablar así que empiezo a jugar sobre la mesa con las uñas de mis pulgares.   —Está bien, cielo, no me lo digas —toma una de mis manos—. Tengo 78 años y he recorrido el mundo durante toda mi vida. Nací en un país liderado por monarcas y crecí viendo el avance de cada generación —me da una mirada dulce—. Linda, por donde te mires es obvio que vienes de la realeza. Tus modales, como te expresas y diriges a las demás personas. Hasta tu forma de sentarte y caminar.   Pongo cara de pánico y me levanto de golpe de la silla, comienzo a caminar de un lado al otro en el pequeño vestíbulo. Me descubrió.   ¡La señora Penny me descubrió! ¿Qué se supone que voy a hacer ahora? No puedo abandonar este país todavía, si mi abuela se entera el castigo que me espera en casa será terrible. Hice mi primera amiga y pude hablar de manera sencilla con ella. Sí, vivo con un ogro, pero vivo fuera de las normas del palacio. No quiero dejar este lugar, no ahora.   Después de unos eternos minutos donde intenté calmarme y salir del pánico, le hablé.   —Por favor, no le diga a nadie yo no hice nada malo en mi país. Mi abuela simplemente me saco de allá por motivos que no le puedo confiar. Por primera vez puedo elegir qué hacer con mi vida. Nunca tuve la libertad de escoger o decir lo que yo realmente pensaba. Hice una amiga fuera de la realeza y conseguí un trabajo digno lejos de esa vida también. Por favor, señora Penny, guárdeme el secreto —le suplico, con voz temblorosa. —No pensaba decírselo a nadie, Amaya —suelto el aire que no sabía que estaba reteniendo—. ¿Eres de la realeza alemana? ¡Eres princesa! —pregunta divertida y yo asiento, esta señora resulto ser bastante chismosa—. Tranquila, yo te guardo el secreto. Aunque sepa lo que eres no te daré un tratamiento especial, aquí serás una empleada más. Pero te perdonaría todo si me traes el autógrafo del príncipe Harry —comenzamos a reírnos liberando el ambiente tenso que se había creado. Prometí hacer lo que estuviese a mi alcance para conseguirle la firma de uno de los príncipes más famoso del mundo. ***** Después de servirles comida a los clientes, limpiar mesas y lidiar con uno que otro acosador, al fin salí del trabajo. Antes de ir a casa pase por el supermercado. No sabía la cantidad de cosas extrañas y desconocidas se venden en ese lugar. —¿Para qué sirve esta crema blanca? Dice queso, pero tiene un aspecto extraño. ¿No hay pan de sándwich sin corteza? ¿No venden los huevos de a dos? —la dependienta me ve divertida. —¿Primera vez haciendo compras? —asiento dudosa—. Le diré lo que está llevando —con una sonrisa me empezó a explicar lo que iba a comprar. Me siento un ama de hogar ya que pude hacer mis primeras compras. Creo que podré superar el bochorno de esta mañana con mi desayuno. Tuve que robarle al ogro unas rodajas de pan y un huevo. Lo peor es que puse a cocinar todo y me fui a bañar, al salir se me había quemado lo que robé. Sabía horrible, pero igual lo comí. Gracias al cielo voy en el ascensor para estar en casa. Estoy exhausta y como no tengo llave de este, tuve que pedirle a un amable señor que marcara el piso 10. El señor ogro no está y no es por nada, pero me siento tranquila viviendo en la casa. No hay guardias, sirvientes o cualquier persona que me controle la vida. Si no existieran las reglas extrañas del loco, todo sería perfecto aquí. Coloco algunas compras en una cajita blanca que está pegada a la pared de la cocina. En las dos anteriores había comida ahí metida, supongo que se guardan en eso porque por ningún lado en esta casa vi un almacén. —Te dije que no tocaras mis cosas. ¿No entendiste o qué? —me sobresalto al escuchar al ogro hablar, me volteo para mirarle y sí, adiós paz, el hombre este ya llego—. Pensé que había sido una pesadilla tenerte aquí, pero eres más real que un dolor en las bolas. —No estoy tocando nada que sea suyo, señor —alza una ceja y señala con su dedo la cajita blanca, alargo mis brazos y empiezo a jugar con mis pulgares. Mi abuela odiaba que hiciera eso, pero últimamente con mis nervios fuera de control retome mi mal hábito—. Sé que es su cocina, pero me he comprado mi comida. No tenía donde guardarla y vi ese lugar vacío, no creí que fuera a molestarle —explico titubeante ante esa mirada fría que me da. —No quiero que te sientas incomoda en mi casa, niña —hace énfasis en la última palabra. ¿Por qué me dice niña? Odio que me digan así—. La próxima vez que quieras hacer uso de algo, por favor deja una nota en la puerta de mi habitación que yo en lo que pueda te responderé —empieza a dirigirse al pasillo, pero se detiene y me vuelve hablar—. Esta mañana dejaste cuatro gotas de agua en el suelo y en el espejo la marca de tú dedo. Recuerda que no vives sola, se más aseada. ¿Ahora no soy aseada? Yo soy una persona bastante higiénica, cretino. No te deseo mal pero ojala te de diarrea con gripe. Le iba a responder, pero se dio media vuelta y comenzó a caminar al pasillo, mientras lo hacía iba gritando: —El plomero vendrá mañana a poner una ducha, el procedimiento contigo será igual que con la bañera. No hagas ruido que deseo dormir y por favor, tú horrenda comida olorosa a quemado me produce nauseas, ve a ver si mejoras o cocinas cuando yo no este. Lo dio, lo odio, lo odio. ¡Cuando vea Liam lo voy a matar por haberme dejado con semejante ogro! —Eres... ¡Eres un imbécil! —grité, echa furia desde la cocina.  Escuché su risa burlona y con ello el cerrar de una puerta que daba fin a la supuesta conversación. Pensé que en mi segundo día este tipo sería más agradable, pero me equivoque. ¿Dónde es encantador? ¿Qué alguien me explique dónde? Juro como que soy la princesa de Alemania que te vas a arrepentir por hacerme esto. ¡Matthew Bennett, esto es guerra!
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