Capítulo 1

473 Words
Palacio Real de Charlottenburg. Berlín-Alemania 4 de diciembre de 2017 Hoy es un día muy importante para la realeza alemana. Después de casi setenta años mi abuela decidió abandonar su trono. Su sucesora es mi madre y aunque en estos últimos meses ha estado muy nerviosa, sé que será una excelente reina. En el palacio se encuentran todos los reyes y futuros monarcas de todos los países. ¿A quién engaño? Realmente son como quince países, más el poco de pubertos en proceso de príncipes y princesas de diez años. Se supone que no debería expresarme así, pero desde que salí de aquí pude ser yo misma. Deje de tener principios reales y ahora tengo principios normales. En estos momentos tengo las riendas de mi vida y no dejaré que se vaya de mis manos. Solo deseo no estar aquí, quiero volver a casa, pelear con los chicos, ir a trabajar y salir con la única amiga que hice allá. Los extraño tanto. Fuerza, un ratito más aquí y nos vamos, dale que tú puedes. Ahora concéntrate. No debes caerte mientras caminas hacia el trono con la familia real. Con este vestido, realmente se me dificulta orinar. ¡Dios, siento que me orino! ¡Ayuda! —Después de unas largas vacaciones fuera de Alemania, regresa con nosotros, la princesa —comenta el guardia real—. Presentando a su alteza, Amaya Madeline Charlotte Auttenberg-Baash, princesa de Alemania —todos aplauden a mí alrededor. Camino lentamente hacia el guardia real, este me hace reverencia y me ofrece su mano. Nos dirigimos juntos hacia las escaleras para empezar a descender lo más dignamente posible de ellas. Faltando cinco escalones para llegar a donde están todos y empezar los famosos protocolos, veo algo que jamás en mi vida hubiese querido ver. ¡No puede ser! Por favor, díganme que no lo hizo. Mi abuela no lo pudo haber hecho. ¡Lo prometió, con ellos no, por favor, no! Bajé los últimos escalones casi corriendo sin importarme lo que estaba a mí alrededor. Caminé hacia donde estaban los chicos y me detuve de golpe al ver los ojos llenos de furia y decepción que me daban. —Su alteza —dicen molestos al unísono. Hacen una pequeña reverencia y me regalan una mirada fría. —Chicos yo... —intento hablar. —¡No, su alteza! Usted no debe darnos explicaciones —me interrumpe, Beca, con fingida calma—. Nosotros lamentamos muchísimo haberla tratado mal espero pueda perdonarnos. —Por favor, no me miren así. Yo... déjenme por lo menos... —trato de hablar, pero no me dejan. —Que no. Y espero pudiera disfrutar sus vacaciones, su alteza. Jugar con nuestras vidas fue su pasatiempo real, princesa —escupe con odio, Matthew. STOP. Detengan el rollo. Lo mejor es contarles cómo fue que llegué aquí y paso todo esto. Regresemos el tiempo y empecemos de nuevo. Había una vez, una princesa...
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