| Noah Callum, el hombre de mis sueños |

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─Madre… ─murmuro, terminando de bajar la escalera en mis tacones de aguja. Colocándome al frente de ella. Aclaro mi garganta cuando sus ojos me escanean. ─¿A dónde piensas ir así vestida? Espero que sea a una de las reuniones del club de la sociedad ─cuestiona, alzando su ceja inquisidora. Suelto una carcajada, sin poder retenerla. ─Ya quisieras, madre…tengo una cita con un hombre muy guapo ─respondo, sin tapujos. Haciendo ademán de caminar hacia la puerta de la salida. Pero, ella me sujeta con fuerza del brazo. Hago un mohín de dolor por su agarre, encarando sus ojos miel. ─Estás colmando mi paciencia, Raquel. Tendrás que madurar muy pronto y dejar esas ideas tontas que tienes en la cabeza. Eres la única heredera de los Peralta, pareciera que no te importara lo que piensan tus pobres padres ─espeta, su semblante se torna de dolor fingido. Halo mi brazo, apartándolo de su agarre, para apretar mi entrecejo. ─¿Pobres padres? Esos mismos que me encerraron en un internado durante mi niñez y parte de mi adolescencia…si no hubiera hecho que me suspendieran de ese lugar, mi vida sería muy corta, no sabes ni la cuarta parte de las cosas que me hicieron y me obligaron a hacer por el simple hecho de ser criada como un objeto para la sociedad clasista…no me quieras vender una madre victimaria, porque a ti lo menos que te importa es mi vida ─espeto, apretando mis manos en el bolso de mano, conteniendo las lágrimas que quieren desbordarse y que escuecen mis ojos. ─Eres una mal agradecida, te hemos dado…todo, dinero, lujos, estudios para que… ─¡Para ser un títere! Pero se equivocaron, no necesito de ustedes. Pronto no me verán más por esta mansión ─exclamo, con la respiración acelerada. Le doy la espalda, caminando hacia la puerta. Poso mi mano en la perilla, dejando salir un suspiro. ─Cuida bien tus palabras, no vayas a arrepentirte y buscar de nosotros ─advierte a mi espalda. Esbozo una sonrisa escasa de humor por sus palabras. ─Si lo llegase a hacer, de todas maneras…seguiré siendo la oveja rebelde ─digo, con el nudo en la garganta─. Solo quería unos padres normales, que me apoyaran con mis sueños y no ser el eslabón que arruinó todo ─agrego, terminando de salir antes de que las lágrimas broten por mis mejillas, corro hasta el auto, encendiendo el motor para mirar cómo mi madre me observa desde la puerta. «Nunca me quisiste» pienso…fui la razón que arruinó su vida y trata de hacer lo mismo con la mía. ─Demonios ─gruño, golpeando el volante para evitar llorar. Retoco mi labial rojo en el espejo del auto, para salir de este, luego de calmar mis latidos dolorosos. Le entrego las llaves al valet parking, quien me da una bienvenida formal, mirándome de más «es algo normal» pienso, al saber que este vestido está cumpliendo su cometido. Levanto la mirada a la fachada elegante del Hotel Deluxe, en donde me ha citado el Dios del sexo, Noah Callum el empresario y diseñador en la industria de la moda. «Raquel de Callum, no suena nada mal» pienso, imaginándome una vida rodeada de moda junto con mi futuro esposo. Llego a recepción, recibiendo una sonrisa de la chica castaña. ─Bienvenida a la mejor experiencia en hoteles lujosos, con el Deluxe, sus noches no serán iguales ─menciona, alzo mi ceja, dándole una comisura coqueta─. Me indica su nombre, por favor, señorita ─agrega con formalidad. ─Raquel Peralta, vengo de parte de… ─Oh, del señor Callum. Por supuesto, lo imaginé ─interrumpe, sonriendo de manera burlona, para teclear en su computador. Arrugo mi entrecejo por su comentario. Ella le da una mirada de complicidad a su compañera, quien también ríe «¿Y a estas dos qué les dio, retraso mental?» me cuestiono, tomando una bocanada de aire─. Aquí tiene la tarjeta, disfrute su…estadía, señorita Peralta ─agrega, tendiéndome la llave platinada. ─Gracias ─murmuro, con desconcierto por sus burlas. Me doy la vuelta para caminar hacia el ascensor. ─Claro que lo hará ─susurra una a la otra, riéndose. Aprieto mis manos en puños, entrando con prisas al ascensor que se abrió a los pocos segundos. Las puertas metálicas se cierran y a mi costado se encuentra un sujeto de traje, muy elegante que me observa de más. «¿Qué les ocurre?» me cuestiono, girando mi rostro a él. Este abre los ojos, sobresaltado. ─¿Se te perdió algo en mi cuerpo, idiota? ─Espeto, por su sadismo. Esbozo una sonrisa rápida, y él carraspea avergonzado─. Lo supuse ─murmuro, saliendo del ascensor cuando se detiene en el piso seleccionado. Dejo salir un suspiro, moviendo mis hombros para no dejar que nada de lo ocurrido me afecte. Camino hacia la puerta, pensando si abrirla o simplemente tocar el timbre. Pero, decido por la primera, cruzando el umbral de la inmensa habitación presidencial. A mis oídos llega el sonido de música clásica, me termino de adentrar mientras cierro la puerta detrás de mí. Vislumbro toda la elegancia a mi alrededor, cosa que es común para mí, solo que los últimos sujetos con los que salí, fumaban y se limitaban a invitarme a moteles…por más que la pasara bien, Noah es diferente a todos ellos, es todo lo que siempre quise en un hombre. Detengo mis pies, cuando la figura de espalda, de él, aparece a mi vista. Se encuentra con su traje diseñador oscuro, y las manos en los bolsillos. Su cabello rubio, resalta por la luz. De repente, se gira, para posar sus excitantes ojos grises en mí. Admiro las pecas tenues de su rostro y una sonrisa rodeada de la barba corta de color rubio. Muerdo mi labio, cuando mis muslos se aprietan de solo verle. ─Hola, pelirroja ─menciona con su voz gruesa. Lanzo el bolso de mano en uno de los sillones, para acortar la distancia entre los dos. Mis manos toman su rostro y mis labios los de él, besándole con intensidad y desespero. ─Hola, guapo ─digo en medio del beso, para sentir sus manos en mi trasero, sé que le gustan mis curvas, y este vestido las acentúa más. Empujo su cuerpo contra el gran ventanal que nos da la vista a la ciudad envuelta por la noche. Para colocar mis manos en el saco de su traje, quitándoselo. ─Veo que me extrañaste mucho ─declara jocoso, remojándose el labio hinchado. Mis ojos se posan en los de él. ─Luego nos ponemos al día, quiero sentirte dentro de mí, Noah ─suelto, casi suplicando por mi pronto orgasmo. Él suelta un jadeo por mis palabras, para subir mi vestido con sus manos, rozando sus dedos en mi piel sensible, pero niego con la cabeza, dando un paso atrás, para deslizar mis manos por su pecho, mientras me voy agachando al frente de él. Coloco mis manos en el cierre de su pantalón, bajándolo lentamente. Su nuca golpea del ventanal, y sus palmas se presionan en él cuando saco su falo erecto en mi mano, apretándolo dándome el tupé de escuchar un gemido de su parte ante mi arrebato. Lo estimulo con mi mano, posando el glande en mis labios humedecidos. Él separa los labios, jadeando por la sensación de mi lengua rozar sus puntos de sensibilidad. Lo hago en todo su m*****o, desde la base hasta la punta, mientras aprieto levemente sus gónadas con mi otra mano. Escuchando sus gemidos en aumento, de sopetón, lo introduzco en mi boca, moviendo mi cabeza y sumiendo mis mejillas. ─Si sigues así…acabaré en tu boquita, pelirroja ─suelta en un gruñido, llevándome a aumentar mis succionadas mientras muevo mi lengua y aprieto mis dedos en la base, haciendo el mismo movimiento con mi cabeza. De repente, siento cómo su m*****o palpita en mi lengua, y una explosión de placer abarca mi boca. Me aparto, tragando y mirándole desde abajo, mientras limpio mis comisuras. Noah posa su mano en mi quijada, rozando su pulgar en mis labios. Él parece agotado luego del orgasmo, pero «quiero más» pienso, subiendo hasta llegar a su boca, para besarle y darle de probar su propio placer. ─Eres tan excitante, Raquel, definitivamente tienes que ser mía ─declara, cambiando de roles para ponerme de frente al ventanal y que pueda ver cómo la ciudad se moviliza debajo de nuestra lujuria. Noah me indica sacar hacia atrás mi pelvis para que mi trasero quede en una buena posición a la vista de él. Me sujeto del vidrio, abriendo las piernas, mientras él termina de levantar el vestido y apartar mi tanga a un costado. Suelto un jadeo, al sentir sus dedos estimular mi humedad, para lubricarme más…con rapidez.
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