| Aperitivos y los herederos |

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Bajo la mirada para conectar con los ojos cerúleos de Sebastian, paso saliva y reacciono en cuanto escucho un: “Princesa Charlotte” empujo mis manos contra sus pectorales y él me ayuda, pero, termino apartando sus manos de mí en cuanto me quito de encima de él. Acomodo mi cabello y mi vestido para salir de la limusina con ayuda de mi guardaespaldas. ─¿Se encuentra bien, alteza? ─Inquiere encarando a Sebastian. ─Sí, estoy bien, terminemos con esto de una vez por todas ─murmuro esbozando una sonrisa a los paparazzi que fueron alejados del auto y a la prensa televisiva. Sebastian refunfuña colocándose a mi costado. ─Tranquilo, orangután. Esta noche, ella es mi chica ─suelta llamando mi atención por su posesión. De repente, sostiene mi mano erizándome la piel. ─¿Qué estás…? ─Se supone que tienes que actuar como si estuvieras enamorada de mí ─susurra cerca de mí sonriendo de forma forzada a las cámaras. ─No te aproveches ─gruño. ─¿Eso quisieras, fiera? ─Inquiere divertido y ruedo los ojos comenzando a caminar. Le indico a Domeniko que nos de espacio y caminamos saludando a las personas. ─Princesa Charlotte, señor Blackwell ─Nos llaman para una entrevista rápido y suelto un suspiro intentando calmar mis latidos porque la sensación de su mano sobre la mía me desorienta un poco─. Es una grata sorpresa verlos llegar juntos ¿Hay algo que nos puedan comentar sobre esto? ─Inquiere hacia mí. Aprieto en mis comisuras una sonrisa clavando mis uñas en la mano de Sebastian antes de que diga algo de más. ─Nuestras familias tienen historia y pensé que sería una buena compañía ─comento evitando que se divulgue en la prensa que estamos juntos. ─Hacen buena pareja… ─¡No! ─Exclamamos al unísono. Suelto su mano con rechazo al pensar que ha sido mala idea que nos vean así. Solo necesitamos que las personas correctas nos vean en nuestro plan y que funcione. ─Oh, no era mi intensión ofenderles, princesa Charlotte ¿Está lista para tomar el trono de Astoria? ¿Quién será su prometido? ¿Algún príncipe de Montenaro a la vista? ─Indaga la mujer. ─¿Para ser reina necesito un prometido? Creo que eso es muy anticuado, ¿no lo crees, Sebastian? ─Pregunto sonriendo. ─Por supuesto, creo que una mujer es más poderosa y capaz de regir un país. No tengo duda alguna que la princesa Charlotte es la indicada para dirigir Astoria por su cuenta ─manifiesta sorprendiéndome. Arrugo mi cejo aclarando mi garganta. «¿Por qué dijo eso?» ─Eso dice mucho de usted, señor Blackwell, ¿le veremos dirigir las regionales o se postulará para gobernador? Así podrá seguir con el linaje de los Blackwell, dueños de la política ─pregunta la mujer ahora tomando la atención de él. ─Creo que es aburrido hablar de política mientras me veo así de bien y estamos en una fiesta ¿No lo cree? ─Él desvía el tema de forma olímpica para evitar responder y toma mi mano para terminar la entrevista. ─Nada de entrevistas ─espeta entre dientes. ─¿Por qué no me desmeritaste? Es algo que haría Sebastian Blackwell ─inquiero en un murmuro. ─Se supone que tenemos que cumplir un papel, por más que quisiera destruirte, no puedo hacerlo…esta noche ─comenta con certeza, algo que también pensaría─. ¿Entramos o te me quieres quedar mirando embelesada? ─Inquiere y me hace pestañear por su insinuación. ─Solo estoy pensando cómo puedes ser tan canalla ─gruño ofendida. ─Y tú tan fiera ─espeta divertido y me invita a caminar. Eso hago, entro al edificio donde se encuentran todas las personas vestidas de una manera tan hermosa, adoro las fiestas de gala, los vestidos y los lujos. Me hacen suspirar de emoción, pues es a lo que he estado acostumbrada al color oro en mis cubiertos y platos, hasta la porta vela y las manillas de las puertas. Deslizo mi vista por el salón abarrotado de personas, algunas me hacen una reverencia que no es necesaria, pero, que acepto de todas maneras y tomo una copa de champán. ─¿Por qué no usas hoy una corona? ─Pregunta Sebastian. ─¿Para ser princesa tengo que portar una corona? ─Normalmente, sí. ─No, Sebastian. Me gusta que sepan que soy princesa sin llevar la corona, eso no me define ni el trono. ─Supongo que por eso no lo quieres. ─Quiero el trono; no casarme por él con un desconocido y sin amor ─Él me mira al llamar su atención con mis palabras. ─¿Eres capaz de amar? ─Inquiere sorprendido. ─Te sorprendería, Sebastian Blackwell ─digo «Te amé» aclaro mi garganta al sentir que estamos hablando de temas que no quisiera hablar con él, porque es darle puntos de ventaja que puede usar en mi contra─. ¿A quién debemos de deslumbrar con nuestra unión? ─Indago mirando a los lados. Él también le busca, hasta que su vista azuleja se detiene en un lugar específico. ─Ella, la mujer de cabello castaño con el vestido rojo ─murmura rascándose la nuca e intenta disimular─. Maldición, nos ha visto ─dice de repente. ─¿Qué hacemos? ─Pregunto sin saber qué hacer. ─Actúa como si te gustara. ─Primero muerta ─replico. ─Charlotte ─gruñe él pareciendo muy nervioso. «¿Tanto le importa esa mujer?» No puedo evitar sentir celos porque a él le importó un carajo abandonarme. ─Bien, lo intentaré sin vomitar ─propongo de repente y él me mira con molestia. ─Sebastian Blackwell, que linda coincidencia ─comenta la mujer al terminar de llegar, él se gira y actúa como si no la hubiera visto y no supiera que ella iba a estar en este lugar «Patético» ─Samira Ponce, lo mismo digo ─menciona él y le miro entornando mis ojos. ─Cariño ¿No piensas presentarme? ─Inquiero con una sonrisa. Él aclara la garganta al escucharme hablarle de esa manera. ─Disculpa, Samira, te presento a la princesa de Astoria; Charlotte Montalvo ella es… ─Su prometida ─intervengo, la castaña abre sus ojos con sobresalto. ─Creo que debería de hacer una reverencia ─dice sorprendida quizás aturdida. ─No es… ─Sí, hazla ─demando y Sebastian me fulmina con la mirada. Ella hace una pequeña reverencia. ─Es un honor, princesa…disculpen estoy algo anonadada, es que nunca pensé que Sebastian se comprometería, menos con una princesa ─comenta con sinceridad. ─La vida da muchos giros ─murmuro entre dientes abrazándole y él me palmea fuerte el brazo. Hago un mohín de dolor por eso. «Canalla» ─Muchos giros ─gruñe él, apretando una sonrisa. Samira nos observa detenidamente. ─Felicidades, ¿cuándo será la boda? ─Indaga. ─Pronto ─digo─. Aún estamos planeándola, será la boda del siglo ─añado mirando a Sebastian. ─Oh… ─Sí, ¿y cómo has estado? ─Pregunta él. ─Excelente, logré culminar mis clases de actuación y he recibido varios libretos para escoger. Pronto me verás en la pantalla grande ─dice y ruedo los ojos. ─Podrás cumplir tus sueños ─dice Sebastian llamando mi atención por la manera en la que habla. ─Sebastian… ─Si nos permites, mi prometida y yo, tenemos que bailar y tener una velada fantástica ─Le interviene tajante desconcertándome. ─Fue un placer, estarás invitada a la boda ─digo con una sonrisa que ella me responde no muy sincera. Sebastian toma mi mano y nos aleja de Samira, dejándola pensativa mirándonos─. ¿Qué fue eso? Pensé que querías sorprenderla o demostrarle que seguiste con tu vida, pareciste muy afectado por lo que haya ocurrido entre ustedes ─Le encaro deteniendo mis pasos. ─¿Y eso qué? Ya cumpliste con tu parte, ¿dónde está el príncipe para hacer la mía e irme? ─Suelta pareciendo molesto y arruga su entrecejo. ─¿Qué te hizo? ─No te diré. ─Sé que te rompió el corazón, me lo dijiste ─digo llamando su atención─. Y noté que sigues amándola. Puedo deducir que ella te dejó para seguir sus sueños de ser una actriz de segunda ─acoto. ─Acertaste ¿Feliz? Cambiemos de tema, Samira está saliendo con otro sujeto, ella siguió con su vida y yo tengo que seguir con la mía ─dice provocándome una carcajada que le lleva a mirarme─. ¿De qué te ríes? Suficiente champán para ti ─Hace ademán de arrebatarme la copa y bebo el contenido rápidamente evitando que me la quite─. Estás desquiciada. ─Princesa Charlotte Montalvo ─pronuncia una voz imponente detrás de mí. Me giro para encontrarme con un hombre alto, de poco cabello y ojos claros. Se nota musculoso por cómo le queda apretado el traje─. Soy el príncipe Henry Godoy de Montenaro ─anuncia y mis ojos se abren. Pues me imaginaba que sería un hombre horrible, todo lo contrario, al sujeto al frente de mí quien toma mi mano y besa el dorso de la misma con elegancia provocándome un suspiro─. Finalmente nos conocemos ─acota y asiento. Sebastian aclara su garganta molestando, Henry le mira con escrutinio. ─¿Y usted es? ─Soy el… ─Nadie importante ─intervengo al darme cuenta de que fue una tonta idea la de intentar apartar al posible amor de mi vida. «Realmente cambié de pensamiento al notar que era muy atractivo» ─Supongo que podemos dejar a ese “nadie importante” e ir a conversar antes del anuncio ─propone Henry. ─Claro ─acepto apartándome de Sebastian quien me mira con enojo. Me despido de él ondeando mis dedos en el aire y le enseño el dedo del medio para entrelazar mi brazo con el de Henry y caminamos para buscar un lugar más despejado y cómodo para nosotros. ─Eres más hermosa de lo que te veías en fotos ─comenta llamando mi atención y quito mi vista de Sebastian. ─Gracias, no puedo decir lo mismo de ti. No sabía cómo te verías físicamente. ─¿Fue una decepción? ─Sonríe genuinamente. ─No lo sé, déjame verte un poco más ─digo de forma coqueta y él ríe. ─Además eres elocuente, serás una excelente reina a mi lado ─declara y me da un poco de escozor en la nuca su comentario. ─Mejor, conozcámonos más, no quiero casarme sin amar a mi esposo. ─El amor puede fluir luego del matrimonio, princesa Charlotte. ─No quisiera que… ─Mis palabras se cortan al ver a Sebastian beber un poco descontrolado y pelear con el mesero sujetándole de la corbata «¿Qué demonios?» ─¿Sucede algo? ─Pregunta Henry haciendo ademán de girar y lo impido dándole una sonrisa. ─Me ha dado sed ─digo. ─Iré a buscarle algo de beber, princesa ─Se ofrece de inmediato y se dirige a caminar entre las personas, sostengo la falda de mi vestido y camino a pisotones hacia Sebastian. ─¿Qué carajos estás haciendo? Vas a arruinar nuestros planes ─Él me encara. ─¿Qué planes? Tú pareces muy contenta con ese princeso ─suelta con molestia. ─Pero, Samira te verá y me harás pasar vergüenza ─Se ríe en mi cara como si no le importara y sorbe de otra copa que arrebata de la bandeja. Se la arranco de la mano y bebo el restante─. Era mía ─gruñe. ─Ya no. ─¿Te aburrió tanto el príncipe que vienes hacia mí para divertirte? ─Inquiere con una sonrisa que me delira. ─No. Vine a detenerte. ─No lo lograrás, princesita ─espeta muy cerca de mi rostro. Mis latidos se alteran golpeando muy fuerte. ─¿Qué planeas hacer, Sebastian? ¿Colocarte ebrio y subirte a las mesas para gritar que eres mi prometido? ¿Intentar arruinar mi futuro compromiso? ─Pregunto. ─No es mala idea ahora que lo dices, ya que, ese sujeto no es apto para ser tu esposo ─manifiesta y mis ojos se abren de golpe. ─¿Y quién sí es apto? ─Le encaro con furia. Él remoja sus labios tambaleándose, no sé si ya está ebrio, es raro que se haya puesto así tan rápido. ─Te lo mostraré ─dice confundiéndome y me da la espalda caminando a una dirección, donde se encuentran las mesas de aperitivos y postres. «No, no lo hará» Antes, Sebastian le arrebata el micrófono al cantante llamando la atención de las personas «Maldición»─. ¡Atención, pongan atención! ─Exclama al micrófono provocando que mis latidos se alteren más. «No sería capaz» ─Princesa, le traje un Martini si es...¿Qué está haciendo el don nadie? ─Indaga al mirar a Sebastian tomando la atención de toda la fiesta. ─Disculpa, Henry ─digo para apresurar mis pasos. «Lo asesinaré» ─¡Soy Sebastian Blackwell! ─Anuncia al micrófono. ─Te destrozaré ─gruño entre dientes eufórica. Llego hacia él e intento arrebatarle el micrófono─. ¡Detén esto! ─Le exijo él sonríe regocijándose. ─¿El qué? Ni sabes lo que diré. ─Quieres seguir arruinándome. ─Eso te lo dejo a ti, fiera. ─Deja de decirme así ─farfullo molesta saltando para intentar arrebatarle el aparato, cuando lo hago, él lo alza impidiendo que lo alcance, pero, piso mi vestido y me empujo con él, quien pierde el equilibrio y ambos nos caemos hacia las mesas de aperitivos. Los platos salen volando con las comidas, postres y canapés, cayendo al suelo o hacia las personas en cámara lenta mientras que el pastel de frutas nos amortigua a nosotros y nos embarramos de él junto a más platillos. Escucho cómo los platos se revientan en el suelo y caigo sobre Sebastian. Varios canapés caen en mi cabeza arruinando mi cabello, mientras que a Sebastian le cae nata en el rostro. Escucho cómo los flashes estallan de nuevo en nosotros y los murmureos se vuelven mi pesadilla. Giro mi rostro para ver lo que hemos hecho. ─Mira lo que hiciste, todo por tu envidia de que yo sí pueda seguir con mi vida ─gruño hacia Sebastian quien intenta quitarse la nata del rostro. ─¿Lo que hice? Solo quería hacer mi trabajo representando a mi padre, tú fuiste la que mal interpretó todo en su cabecita de princesa malcriada que quiere todo gire en su entorno y se haga lo que ella dicte ─suelta y mis ojos se abren. ─Me engañaste ─gruño golpeándole el brazo. ─Pensé que la fiera ya no caía en trucos de la vieja escuela ─suelta con prepotencia sonriendo de una manera que me hace hervir la sangre. ─¡Princesa Charlotte! ─Exclama el príncipe Henry─. ¿Qué significa todo esto? ─Exige mientras la prensa enloquece capturando mi rostro de estúpida que ha caído en uno de los juegos de Sebastian Blackwell.
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