Capítulo 2: Una crisis indeseable

3241 Words
Cuando Bella bajó del avión se sintió feliz y relajada. Había llegado a su hogar, la tierra que la vio crecer. Allí estaban todos sus afectos más cercanos y seguramente era el lugar perfecto en dónde encontraría contención y apoyo. Avanzó con la seguridad que la caracterizaba. Las personas se voltearon a verla, cautivados por su presencia radiante y carismática. Estaba ataviada en unos jeans azules que enmarcaban su figura de gacela y llevaba unas sandalias de tacón que adoraba porque le daban la sensación de que era dueña del mundo. Vestía una chaqueta de denim con detalles en pedrería, debajo de la cual llevaba un top de seda azul. Su apariencia estaba coronada con unas gafas para el sol con efecto de espejo, que le daban un aire despreocupado, pero al mismo tiempo glamoroso. Un grupo de jovencitas que la reconocieron se le acercaron y le rogaron que les permitiera sacarse una selfie con ellas, algo que aceptó gustosa. Era famosa por el modelaje, pero si tenía que ser sincera había hecho admiradores debido a sus romances con algunos actores famosos. Su nombre era frecuente en la prensa del corazón. Como era de esperarse el hogar estaba atestado de gente. Sin embargo en poco tiempo distinguió a su madre y a su hermana, que la estaban esperando. Noelí corrió hacia ella de inmediato para abrazarla con gran alegría. Las tres se fundieron en un cálido abrazo. Ella también las había extrañado mucho. — ¡Ana! — Exclamó su hermana, que la llamó siempre usando la mitad de su nombre, una maña que le quedó desde que era una niña. — ¡Bienvenida a casa! — agregó después. — ¡Estamos muy felices de verte otra vez, hija! — ¡También me alegra estar finalmente aquí! Hay veces en que los viajes en avión parecen interminables. Y aún me falta recuperar mi equipaje en la zona de desembarque… ¡Qué fastidio! — dijo un poco cansada de la rutina que implicaban los viajes en avión. — Seguramente estarás deseosa de llegar a casa. Ustedes vayan por las valijas y yo voy por el coche. En el camino podremos charlar todo lo que quieran. — dijo Rosario, su madre, tras lo cual se alejó hacia la salida. Quedó a solas con Noelí quien volvió a abrazarla. — ¡Bueno! ¡Ni que tuvieras años sin verme! — respondió Bella sorprendida. — Si, ya sé. Nos vimos el mes pasado en Paris cuando fui a visitarte. Pero que estés aquí, es un poco como cuando éramos niñas. ¡Me encanta! — ¡Esperas una pijamada con chocolate y malvavisco! — ¡Qué buena idea! — Respondió Noelí —Nos haremos mascarillas y pasaremos la noche viendo películas sensuales en Streaming. ¿O acaso quieres que veamos filmes infantiles con ponis mágicos y princesas? Bella se rió ante las ocurrencias de su hermana. Aunque inicialmente no hablaba en serio, en realidad la idea no estaba tan mal. Llegaron a la zona de descarga en dónde recibieron dos valijas grandes, una pequeña y un bolso de mano. — ¿Te trajiste todas tus pertenencias? — No, son sólo algunas cosas. Ya sabes, lo básico para verme bien. — comentó. Después agregó — Creí que iban a venir con el chofer, ¿sigue siendo Jaime, verdad? — Sí, sí, era ese. Pero renunció y la agencia aún no envía a alguien competente. Ya sabes cómo es papá. Si no tiene las mejores referencias no lo quiere trabajando en la casa. — Por supuesto, ¡lo conozco! Cada una tomó dos maletas, y se dirigieron hacia la salida. Pronto divisaron a Rosario que tenía el coche esperando en una fila. Lo mejor era subir pronto antes que los vehículos se amontonaran y se incrementara el barullo. Acomodaron las valijas en el maletero y partieron de inmediato hacia el hogar. — Tu padre no vino a buscarte porque estaba ocupado. Pero me ha dicho que espera ansioso el momento de verte. — Lo imagino, mamá. ¡También quiero darle un enorme abrazo y un beso! — Ana, – dijo Noelí, — Pronto va a ser tu cumpleaños, ¿qué deseas que hagamos para festejar? ¿Quieres una fiesta? ¿Invitamos a todos tus amigos? — propuso. Después abrió los ojos entusiasmada por una ocurrencia y agregó— ¡Ah, ya sé! ¡Nos vamos de parranda para volver completamente borrachas! Bella sonrió con un poco de nerviosismo. Pronto sería el aniversario de su nacimiento, algo que no le hacía mucha gracia que digamos. Cumpliría treinta años y eso había sido últimamente una fuente de conflictos internos para ella. — En realidad no lo sé, creo que no tengo ganas de festejar. Su hermana hizo un gesto de incredulidad. — ¡No tienes ganas!— dijo — Pero, ¡a ti te encantan las fiestas! — Mmmm, usualmente sí. Cuando es el cumpleaños de otro. — ¿Y?… ¿qué tiene de malo? ¡Es TU cumpleaños! — Noelí, hermanita. ¡Cumplo treinta años! No sé si quiero festejarlos. — ¡Hay, Ana! ¡No seas ridícula! ¿Le tienes miedo a envejecer? — Es fácil para ti que tienes veintiuno, pero cuando llegues a mi edad… ¡Ya vas a ver! — Me parece muy tonto, Ana. Soy tu hermana, acabas de regresar a Valle de los Santos y quiero que tengas una fiesta muy divertida. — ¡Bueno! ¡Si tú lo dices! — respondió Bella para conformar a Noelí, aunque no estaba muy convencida sobre este asunto. Llegaron a la casa y Bella pasó un buen rato instalando sus pertenencias en su habitación. Y al rato se fue a la cocina en dónde se encontraba Rosario. Esta le había preparado un batido de frutas, como sabía que le gustaba. Ambas se sentaron en el desayunador para pasar un agradable momento juntas. — Hija, sé que ya lo dije. Pero lo diré otra vez. ¡Estoy tan feliz de que estés aquí con nosotros! — ¡También estoy feliz de pasar un tiempo aquí, con ustedes! ¡Me hacía falta verlos y poder abrazarlos! — Aunque debo decirte que me he asombrado un poco, te veías muy a gusto en Paris. Cuando fui con tu hermana a verte el mes pasado, ni siquiera se me habría ocurrido que vendrías. — Si, bueno… — dijo Bella tratando de encontrar las palabras —… es que necesitaba verlos. — Pero, ¿qué hay de tu trabajo? ¿Puedes darte el lujo de descuidar tus compromisos laborales? ¿Qué te dijeron en la agencia cuando decidiste venir? Bella hizo una pausa y no pudo dejar de entrever una expresión angustiada que nubló profundamente su carisma usual. — ¡Hay, mamá! ¡Si supieras! A Rosario se le estrujó el corazón al verla. Para ella no había nada peor que ver a sus hijas sufrir, por la razón que fuera. — ¿Qué sucede hija? ¿Por qué estás así? — Es mi carrera, mamá. ¡Se está cayendo a pedazos! La mujer se sintió mucho más consternada aún. — ¿Qué? ¿Por qué lo dices? — En los últimos años el trabajo ha sido escaso. Los diseñadores de siempre me solicitan esporádicamente. Y la campaña de la firma parisina más famosa de maquillaje, de la que fui la imagen oficial en los últimos cinco años, no me renovó el contrato. — ¡No lo puedo creer! — ¡Fue tan humillante! ¡Si los hubieras visto! Después de años de mantenerme siempre delgada, como ellos querían. Simplemente me dejaron ir. — Los ojos de Bella estaban al borde del diluvio. — “Buscamos una cara nueva” dijeron, “Pero siempre serás una de nuestras musas más recordadas…” agregaron después. — ¡Dios mío! ¡Es taaaan injusto! — comentó Rosario indignada. — ¿A qué se refieren con “una cara nueva”? — preguntó después. — ¡Eso es fácil! — Respondió Bella — ¡Quieren una cara joven! Firmaron contrato con una niña, una chica senegalesa de dieciocho años. Rosario estaba conmocionada. — Anabella, ¿qué vas a hacer entonces? — No voy a darme por vencida. ¡Me renovaré por completo! Arreglaré todos mis defectos y luciré tan perfecta que no tendrán más remedio que aceptarme. ¡Los contratos van a volver a llover! — De acuerdo, ¿Qué es lo que tienes pensado? — Haré algo con lo que siempre he soñado. Iré con un cirujano plástico y voy a ponerme un buen par de senos. — ¡Vaya! ¿Te sientes lista para eso? — ¡Completamente! Además ahora no puedes decirme que no, mamá. Soy una mujer adulta y puedo tomar mis decisiones. — ¡Estoy de acuerdo, hija! Aquella vez, cuando los pediste por primera vez, tenías sólo catorce años. Me pareció un poco prematuro, porque aún estabas en crecimiento. Pero si eso quieres, tienes todo mi apoyo. — ¡Gracias, mamá! — Dijo Bella mientras la abrazaba. — ¡Verás cómo me levantaré de esto! ¡Volveremos a disfrutar más de una vez en París! Benicio, quién había llegado a la casa, apareció en la cocina. De inmediato besó y abrazó a su amada hija a quién desde hace tiempo no veía. Si bien conversaban con frecuencia por videollamada, nada en el mundo se comparaba con poder abrazar y besar a su pequeña. — ¡Papi, te extrañé mucho! — Y yo también, mi cielo. Yo también… Después tomándola de la mano y haciéndola girar observó lo bella y radiante que estaba. — ¡A veces no puedo creer que esta hermosa flor es mi hija!— exclamó. — No me asombra que digas eso, ¡eres mi papá! — ¡No lo es sólo por eso y lo sabes! — Agregó él — Tú y tu hermana son las mujeres más bellas de Valle de los Santos, e inteligentes además. ¡Siento pena de los pobres diablos que deseen conquistarlas! ¡Deberán esforzarse mucho! Bella volvió a abrazar a su papá. ¡Era una de sus personas favoritas! — Te aconsejo que descanses y que te pongas guapa para la cena del club, que es esta noche. ¡Todos los que conocemos no cesan de preguntar si vas a ir! — ¡Lo sé, papá! ¡Lo sé! Yo también tengo ganas de ir y reencontrarme con mis amigas. Las horas pasaron rápidamente y pronto había llegado el momento de ir a la fiesta en el club. Bella tomó una siesta para recuperarse de su agotador viaje en avión y al despertar comenzó a prepararse junto a su hermana Noelí para el gran evento. Cuando menos lo imaginó ya estaban en el coche junto a sus padres dirigiéndose hacia el club. Mientras su familia no hacía más que hablar de la fiesta, ella se encargaba de algunos asuntos desde su teléfono móvil. Primero publicó una foto suya en sus r************* , luciendo su vestido de fiesta elegante, ya subida en el coche. “Aquí lista para reencontrarme con mis afectos en la maravillosa fiesta del Club de Campo de Valle de los Santos”, había agregado con la imagen. También subió lo mismo a su estado de w******p. Por otro lado esperaba mensajes de Jean Baptiste quién le había pedido un tiempo, pero del cuál a pesar de todo, deseaba tener alguna noticia. Desde que había abandonado Paris le envió varios mensajes, sin obtener la satisfacción de una respuesta. Pensar en él siempre le aceleraba el corazón. Y lo quisiera o no, lo amaba con locura. Estar lejos de ese hombre le resultaba una increíble tortura. Jean Baptiste Martineaux era posiblemente el hombre más atractivo de la capital francesa. Tenía 33 años y pertenecía a una elite acaudalada y prestigiosa. Desde que la había invitado a salir se había robado su corazón. Pero días atrás le había pedido que se tomaran un tiempo, porque habían discutido con frecuencia y no lograban ponerse de acuerdo. Ella le había dicho que necesitaba que la relación avanzara, pero él no hacía más que repetir que ahora necesitaba vivir el momento. Para su sorpresa, la doble tilde de su último mensaje por w******p había cambiado de color opaco a celeste. Eso significaba que había visto el mensaje, por lo que era de esperarse que le correspondiera. “Te extraño. Por favor, llámame”, le había escrito ella en francés. Por eso en ese momento no estaba participando de la conversación con el resto de su familia. No hacía más que mirar la pantalla de su móvil, esperando que apareciese un mensaje de Jean Baptiste. Entonces, en la parte superior del display, junto al nombre surgió la inscripción escribiendo. ¡Por fin! ¡Ya era hora! ¿Qué le diría? ¿También la extrañaba? ¿Por qué no le había respondido hasta el momento? ¿Acaso sus sentimientos habían cambiado? Entonces él le contestó por escrito. —“También te extrañé, hermosa. He estado ocupado” —“He esperado al menos un mensaje”— le respondió– “Eres cruel conmigo”— agregó después. —“Cariño, dijimos que nos tomaríamos un tiempo. La distancia será buena para la llama de nuestro amor” —“No es cierto, desde que no te veo, he sido muy infeliz. ¡Quiero hablarte!” —“Por nuestro bien, mejor no. Te dije que necesito que tomemos distancia” Ese último mensaje la sacó de sus casillas. Jean Baptiste ocultaba algo y no tenía el valor de decírselo. Decidió que no permitiría que le hiciera eso. Aunque los separara un océano tendrían la charla que se debían y lo harían ahora. En ese momento arribaron al club y en la entrada a la casa principal en dónde sería la fiesta, su padre le entregó las llaves del coche al ballet que lo ubicaría en el estacionamiento. Avanzaron por el camino central rodeado de rosales encantadores. Y pronto atravesarían la entrada. — Vayan ustedes. Enseguida los alcanzo. — dijo Bella. — ¿Dónde vas, hija?— le preguntó su madre. — Anabella, ¿estás bien? — quiso saber su padre que vio su mirada de preocupación. — ¡Si, estoy muy bien! ¡Enseguida voy! — Déjala, papá. — Comentó Noelí— Quiere crear suspenso con sus amigas. — Ok, pero no te tardes. — Le dijo su mamá. Cuando ingresaron, Bella buscó un lugar apartado y de inmediato le hizo una videollamada a Jean Baptiste. Él no tardó en responder. Por momentos se dejó cautivar por su rostro perfecto, sus ojos verdes y su barba levemente crecida con la que lucía súper encantador. El diálogo se desarrolló en el idioma galo. — Cariño, ¡te extraño! ¿Es tan difícil que entiendas que quiero estar contigo?— dijo ella. — También te amo, Bella. Pero es hora de que sepas de que lo nuestro no tiene futuro— dijo él. Ella hizo una pausa tratando de digerir lo que había escuchado. Sus ojos se humedecieron. — Pero, Jean Baptiste. ¿Qué es lo que estás diciendo? — No quería lastimarte, pero mi familia me ha hablado y me han exigido que deje mi vida de soltero y que siente cabeza. O de lo contrario dejarán de apoyarme. — Entonces, ellos y yo tenemos algo en común. Porque yo también quiero tener una relación comprometida contigo. — No lo entiendes, saben sobre ti. Como siempre mis padres están enterados de todo. Consideran que lo nuestro fue pasajero. Quieren que me case con la hija de un socio de mi padre, dicen que es necesario para afianzar la posición de nuestra fortuna. Bella sintió que se quedaba sin aire, ante lo que escuchaba. Se negaba a dar crédito a sus palabras. — ¡No puedes estar hablando en serio! ¿Cuándo fue que tuviste esa conversación? — Eso sucedió hace unos días. Bella comenzaba a hacerse una idea de lo que realmente estaba pasando. — ¡Vaya! ¡Qué casualidad! Justo cuando aún estábamos juntos…— tomó aire profundamente antes de seguir— ¿Qué hay del amor que dijiste que me tenías? ¡Juraste que era tu todo, el amor de tu vida! ¿Acaso no fue suficiente para que los enfrentaras y defendieras lo nuestro? Jean Baptiste bajó por momentos la mirada. No sabía que decir. Después prosiguió. — Lo que tuvimos fue muy bello. Pero va a pasar. Una hermosa mujer como tú, encontrará a alguien más que la haga feliz. — Pero Jean Baptiste, yo te amo. Quiero que estemos juntos…—le suplicó Bella. — ¿Acaso no quieres lo mismo? —Eso desearía, Bella. Pero las cosas han cambiado. Mi vida ya está decidida. Ahora estoy comprometido con Muriel y nos casaremos en un mes. — Hizo una pausa y agregó — ¡Perdóname! Esa fue la estocada final que se necesitaba para que el corazón de Bella se detuviera, como si lo hubiesen apuñalado. ¡Todo eso era inaudito! Repentinamente cayó en la cuenta de que le había entregado el corazón a un pelele cobarde que amaba más su vida cómoda que estar con ella. De pronto el amor que sentía se convirtió en una furia incontrolable. — ¿Perdóname? ¿Perdóname me dices? Fuiste tú el que me buscó y me conquistó y me hizo sentir amor, como nunca antes. Me dijiste que era la única para ti, y ahora me dices ¡Perdóname! ¡Pero, qué fácil que lo haces! — Lo siento, como te lo dije no quería lastimarte. — ¿Sabes qué? Soy yo quien lo lamenta, — dijo Bella con los ojos abiertos como siempre hacía cuando estaba furiosa—… lamento haberte creído, y dejarme perder por tu galantería y tus palabras bonitas. He sido una chica tonta…No, tonta no, idiota por imaginar que estaríamos juntos. ¡Felicitaciones! Me obnubilaste lo suficiente como para no ver que eras un niñito malcriado, que no tuvo el valor de ser sincero en persona. — ¡Bella, yo…! — ¡No se te ocurra interrumpirme porque no acabé! Acabas de atar tu vida a alguien sólo porque tus papis lo dicen. Eso sólo demuestra lo poco hombre que eres. ¡Me alegro mucho de estar lejos o de lo contrario, te mataría! ¡Felicidades, idiota! ¡Has perdido la oportunidad de ser feliz!— dijo, tras lo cual cortó la comunicación. A continuación emitió una retahíla de insultos en francés con los puños apretados y llevándose las manos a la cabeza. También pisoteó el piso con furia. Estuvo a punto de arrojar el móvil al suelo, pero se contuvo. ¡No perdería los datos y todo lo que tenía en el dispositivo por Jean Baptiste! Sus ojos estaban secos por lo que se esforzó en parpadear. Lo más saludable habría sido desatar toda su frustración, gritar, llorar o golpear algo. Pero no se lo permitió. Dentro había personas que la esperaban y no consentiría que la vieran hecha un desastre. Respiró profundamente y ahogó sus ganas de llorar. Se miró en un espejo en el hall y se tranquilizó al saber que su maquillaje seguía luciendo bien. Entonces atravesó la entrada y se dirigió al salón principal. El lugar estaba radiante, hermoso y vibrante de energía. Vio a sus amigas acercarse a ella. Entonces extendió los brazos y mientras sonreía, se dedicó los siguientes minutos a dar y recibir afecto.
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