Miradas que matan.
Pov Niccolò.
Ya tengo los anillos de mi pequeño demonio en mis manos, le mandé a fabricar un anillo de oro blanco con un cinturón de rubíes y un diamante rojo.
Espero que le gusten a mi pequeña, adelanto un poco de trabajo, pero un mensaje que me descoloca hace que mi pulso se acelere.
Que mi hermano me diga que la chica de la foto se acuesta conmigo, me indigna, pero lo que hace hervir mi sangre es que me diga que la maldita hizo sentir mal a mi chiquitita y más que la hiciera llorar, me hartó.
Si me hubiera acostado con ella, no tendría que negarlo, pero hace ya casi dos años no estoy con nadie, ya que estoy decidido a solo estar con mi demonio. Cuando cuelgo la llamada, me pongo manos a la obra, busco quién es la maldita mujer, esa y nadie la conoce.
Sus padres son unos nuevos ricos, que hicieron un negocio bueno y el resto viven de apariencia, y demandas a otras empresas más grandes, todas unas fichas.
Hago una que otra llamada, y ya tengo su negocio en bancarrota. Con eso me voy a la ducha y a dormir para mañana, decirle al mundo que Murphy Lincoln John será mi mujer, mi esposa, solo mía, y con una sonrisa en mis labios me duermo.
Me ducho al despertarme, me visto acorde porque iré por mi novia y prometída aunque ella aún no lo sabe. Pero esos son solo detalles.
Tomo las cosas y cuando voy camino a su casa recuerdo sus rosas, así que le compro el ramo más grande que puedo cargar. Lo pongo en el lado del pasajero. Mientras conduzco, llamo a mi personal y pido que en la azotea de mi edificio preparen todo para un desayuno romántico para mí y mi mujer.
Llegó y cuando bajo tomó el ramo gigante, mi futura suegra me ve y se ríe, yo solo le digo que haré lo que debí hacer hace años.
A penas terminamos los pasos de mi futura esposa; se escuchan. Ella, al verme, se detiene y al ver cómo sus mejillas se ruborizan —me hacen no perder la esperanza— me acerco y le entrego el ramo.
Cuando las vi, pensé en ti, espero que te gusten. Terminó con un beso en su mejilla, siento su perfume y sin quererlo mi amigo hace fiesta por su cercanía.
.— Gracias, dice tímidamente.
Permíteme invitarte a desayunar, por favor, quiero hablar contigo. Ella mira a su mamá, quien solo asiente con una sonrisa en sus labios.
En un gesto de valentía tomó su mano y vamos uno al lado del otro como si siempre fuera así. Mierda que me encantó.
Llegamos a mi carro, y cuando abro su puerta. — susurró que no aguantó. — Terminé juntando mis labios a los suyos.
Le ayudo a subir mientras rodeo el auto. Una sonrisa se posa en mis labios. Ya dentro del auto los saboreo y porque hay un dios que quiero más.
En un silencio para nada tenso llegamos y nuevamente hago lo mismo que hace unos minutos. Le ayudó a bajar, besó sus labios, pero nada exagerado. Tomó su mano, la besó y posteriormente la tomo nuevamente. La gente nos mira, ya que jamás me han visto con alguien así. Caminamos por toda la recepción hasta el elevador, el cual es panorámico, en donde ella ingresa primero y yo después. Tomo su pequeña cintura y la atraigo a mí, sus manos descansan en mi pecho y yo solo disfruto del momento.
Al llegar, nos bajamos y caminamos hacia mi oficina. Saludo al personal, e ingreso, dejamos nuestras cosas y le pido que me acompañe.
Subimos a la azotea en donde encontramos un pequeño toldo con una mesa en el centro con el desayuno esperándonos.
Murphy mira a su alrededor, ya que por orden mía hay rosas por todos lados, desde el piso hasta nuestro alrededor.
.— porque es todo esto.-sé que ella se refiera a que quiere saber todo. Le pido que desayunemos y que después hablaremos de todo. Y cómo lo dije al terminar yo empiezo.
Primero que nada, esa mujer que dice tener algo conmigo, jamás la he visto en mi vida.
Segundo, quiero pedirte perdón por las cosas crueles que te dije hace años. Sé que te marcaron, pero no fueron verdad, solo estaba enojado porque me vieron la cara.
Déjame contarte lo que pasó. Como sabes, yo me comprometí con Elizabeth, después de que les mencioné a tus hermanos que podría casarme contigo, pero ellos no estuvieron contentos con mi comentario. Y en ese momento todos éramos jóvenes, no quise perder la amistad y hermandad con los chicos. Al pasar el tiempo, me convencí de que podría querer y que podría llegar a amar a otra mujer, como ya lo hacía, pero esa persona jamás podía ser mía.
Hasta que un día decidí ir por mi novia y adelantar todo, cuando llegué al departamento que compré para ambos, pero al llegar gemidos me recibieron y cuando ingresó a la habitación, ella está cabalgando a un hombre y no era yo, pero lo que más me marcó e hirió fue que para ella solo era un cajero.
Cuando se dieron cuenta de mi presencia, ella quiso hacerse la víctima, pero la tomé del brazo y la tiré al pasillo envuelta en solo las sábanas. Al tipo que resultó ser su mejor amigo lo dejé desnudó a su lado.
A la semana después nos encontramos en la Toscana y lo que te dije lo hice porque sabía que tus hermanos no me querían cerca de ti y creyendo que con decirte esas cosas los sentimientos que tenías por mí se irían.
Pero acá quiero pedirte perdón, por no haber luchado por mis sentimientos, y por los tuyos, pero debes saber que jamás nunca sentí lo que dije, si bien mis palabras fueron descargadas por el dolor de saber que me vieron la cara, pero ninguna de las palabras que te dije ninguna fue verdad.
Lo que quiero decir con esto es que en todos estos años siempre has sido tú, solo tú eres la dueña de mi alma, de mis pensamientos. No he querido estar con ninguna mujer más, porque solo quiero ser tuyo.
Me arrodillo y de mi chaqueta saco una cajita donde se encuentra el anillo que mandé a crear para ella, solo para ella.
Con sus manos temblorosas le pongo el anillo en su bella mano.
En un susurro escucho algo que me apretuja el corazón. — POR FAVOR, NO ME LASTIMES. — Besé su frente y la abrazó tan fuerte, me alejó un poco y tomó su rostro y en un juramento le digo lo que tanto quise decirle.
— Jamás te haría daño deliberadamente, antes me mataría.
Cuando terminamos, bajamos a mi oficina y ambos, con sonrisas en nuestros rostros, tomamos nuestras cosas, la llevo a la universidad.
Al llegar, somos centro de atención. Por mi carro y toda la seguridad que nos rodea, se roba las miradas, me bajo y le abro la puerta.
Al salir, ella mira a un costado, veo y es la tipa esa que nos mira con odio.
Si las miradas mataran, ya estaríamos muertos. Tomo su mano y vamos a la rectoría para que le den su salida a mi mujer. Quiero que empiece a hacer todo para nuestro matrimonio.
Aunque todavía nos quedan muchas cosas por resolver.