1. Después de la fiesta

2403 Words
Después de la tediosa fiesta sorpresa por mi cumpleaños, porque sí hubo una fiesta sorpresa que no fue tan sorpresa sí tomamos en cuenta que podía verlos corretear de un lado para otro con excusas baratas; estaba mental y físicamente agotada, esos habían sido los efectos post fiestón que ya había predicho. Aun así, debía asistir a la universidad. Hoy era lunes, inicio de un nuevo semestre, como odiaba iniciar la semana en este estado o en cualquier otro, sí soy honesta. Se me venían muchas amanecidas realizando trabajos de clase, proyectos o estudiar previamente para las practicas o exámenes bimestrales y, por supuesto, tolerar a algunos profesores que claramente no han nacido con el don de enseñar, sino de hacer tu vida miserable. No odio a los profesores, por el contrario, valoraba mucho su trabajo, ellos son quienes se toman la paciencia para intentar ayudar a tener algo de conocimiento en la cabecita de muchos chicos que (en su mayoría) no tienen gran interés en aprender algo de aquello; pero siempre hay unos que simplemente no se dejan agradar, son intolerables, como sí los hubieran forzado a ser maestros. No era una nerd, no pueden decir que eres una nerd solo por estar entre los cinco primeros de tu facultad, estar en la biblioteca la mayor parte del tiempo y no tener vida social, ¿o sí? Aclaremos, estoy dentro de los primeros puestos porque amo la investigación y no se me hace complicado resolver los deberes y proyectos, es entretenido ¿vale? Lo otro, no es que no tenga amigos, me llevo muy bien con todos los que me conocen… Que generalmente también son los mejores de su facultad, vale, debo admitir que eso es un poco sospechoso, pero en mi defensa no le veo nada atractivo ir a fiestas y hablar de nada ¡porque nunca hablan! Esto lo sé porque sí, he asistido a algunas, no por mi propia voluntad está claro; si por mí fuera me quedaría leyendo todo el tiempo, la razón por la que paro todo el tiempo en la biblioteca. Me gusta las reuniones entre amigos, pero la bulla extrema y el alcohol simplemente no me va. Argumentado esto, puedo aclarar que no soy una nerd, pero tampoco soy popular, de la clase de rubias porristas populares por mostrar más de su cuerpo que de su cerebro (y, realmente agradezco no serlo), simplemente soy común, sin extremos, sin marcar ninguna diferencia, pero siendo autentica. Soy del tipo de persona que le gusta pasar desapercibida la mayor parte del tiempo (en realidad, no sé si existe ese tipo de persona), me involucro lo necesario, tampoco es que quiera que nadie me reconozca soy amigable con los que me rodean o al menos intento serlo, pero evito involucrarme en escándalos porque eso llamaría la atención. Probablemente el hecho de que no me guste mucha atención centrada en mí, sea porque pase la mayor parte de mi infancia, pubertad y adolescencia en centros médicos especializados en tratar problemas mentales, sí psiquiátricos. Pero, bueno, el detalle de eso lo dejaremos para luego. Camino hacía mi facultad con toda la pereza que dispongo, mi rostro muestra exactamente cuan pesado siento el cuerpo y estar en este gigantesco campus no ayuda mucho; la facultad de Ciencias Sociales, a la que pertenezco, se encuentra muy apartada de las puertas de ingreso, exactamente al medio de todas las otras facultades. Algunas personas me ven por los pasillos, pero evito cruzar miradas para no tener que hacer paradas innecesarias. Sinceramente hoy no amanecí con el pie derecho, no tengo ánimos de hablar con nadie… ¡Sobre todo, con esos dos que me están saludando ahora mismo! Disque mis mejores amigos.  — Como que la universidad no sienta bien un lunes por la mañana, ¿no? — comenta muy fresca, mi mejor amiga. La miro mal. — Luces terrible para alguien que acaba de cumplir veintiuno. — Con un “buenos días” bastaba. — Respondo sin quitar mi mala cara. —    No luces tan mal como lo describe, rubia. — Este comentario proviene del mayor infractor de los tiempos, mi mejor amigo. Alzo una ceja haciéndole saber que no está en posición de hablar acerca de absolutamente nada. — No estarás enojada por lo de anoche, ¿cierto? — Tienta un poco dubitativo. — ¡Vamos, beffi*! No puedes estar realmente enojada por lo de anoche. Ya los presentaré brevemente. Paola, Jake y yo somos amigos desde el jardín de infantes (bueno, Jake se nos acopló en la primaria), nuestras mamás eran vecinas hasta hace poco, no son las mejores amigas del mundo, sin embargo, se llevan muy bien entre ellas. No hay mucho que decir, salvo que son una parte importante de mi vida. —    Ven esta cara, — apunto mi rostro—  no es por empezar la universidad un lunes, mi querida Paola. — Le recrimino. — ¡Es gracias a ustedes y sus payasadas! Ahora si me permiten ingresaré a mi clase donde espero que jueguen mejor su papel de mejores amigos. Me siguen sin entender. Los de derecho no tienen clase de literatura, pero siempre sí lo pueden llevar como curso electivo a partir de este semestre. Estaba esperando mucho por esta clase, Literatura renacentista, tengo mucha curiosidad el vínculo que tiene con lo que me gusta y ya he visto mucho antes la enseñanza de este maestro, tengo muchas expectativas, aunque dudo que pueda pasar de la asistencia hoy.   Llegamos mucho antes que nadie, somos los primeros en llegar ni siquiera el profesor lo ha hecho aún. —    Emma sabes bien que esto de la literatura no me sienta. — Su aspecto de chico malo hace ver más creíble sus palabras, pero tendrá que hacer algún esfuerzo si quiere mi perdón. — Ni siquiera estoy seguro del porque estas…— Paola le da un codazo que le hace callar automáticamente a falta de aire. —    Nos quedaremos aquí, me gustó la época del renacimiento, seguro que la literatura de esa época era buena. — Se anima a sí misma. No digo nada porque me siento muy cansada. Buscamos los asientos alejados del escritorio del maestro. Hubiera querido tanto ver su presentación, pero al parecer aún falta para la hora de ingreso y yo tengo sueño, será bueno que me tomé una siesta en lo que llega. — Ustedes siéntense aquí. — Los ubico de manera que me hagan una pared humana y tapen mi fechoría. Planeaba tomar la siesta que mi cuerpo necesitaba para recuperar sus energías. — ¿Qué piensas hacer? — Pregunta mi amiga, la miró con obviedad. — ¿Qué crees que haré? — Respondo con voz cansina. Miro a Jake quien intenta decir algo, me anticipo. — Tú ni digas algo. — ¿Y si el profe se da cuenta? — Vuelve a hablar Pao en tono preocupado. — Para eso los puse allí. — Los miro por última vez antes de ocupar mi lugar y tirarme sobre la mesa. El frio de la madera me es refrescante y lo agradezco con este clima. El profesor de Literatura entra y yo sigo recostada mis ojos comienzan a cerrarse, se presenta y como ya esperaba tiene un vocabulario muy fino cosa que ha tomado el corazón de muchas universitarias en los semestres pasados, tiene buena fama por toda la universidad. Pocos minutos después llegan los tardones del curso y, aún muchos minutos luego, ingresa alguien más, resoplo por el alboroto que se escucha por esta parte. ¡Qué falta de respeto no dejar descansar a un alma cansada! Duermo tranquilamente sin ser consiente del tiempo ni de mi entorno. De pronto, siento una especie de electricidad en pequeños grados sobre mis piernas, podría apostar a que es algún estúpido juguete que trajo Jake. Mi amigo suele ser muy travieso todo el tiempo. ¡Lo mataré en el almuerzo!           Me desperté asustada gracias al alboroto que estaba montando mi amiga. ¿Qué había pasado y dónde se encontraba todo el mundo? —    Todo el mundo está en la cafetería, por favor ten misericordia de mí y no me dejes morir del hambre. — Paola solía hacer mucho drama cuando de comida se trataba. Era del tipo de chica que comía de todo, pero nunca engordaba. Era tan flaca y alta la maldita, envidiaba su organismo. — ¿Ya terminó la clase? — Me dolía todo el cuerpo. — ¿Vez a alguien más aparte de nosotros? — Mi cerebro se dio cuenta de lo que había hecho luego de unos segundos. — ¡Mierda! ¿El profesor me vio así? — Pregunté asustada de haber dejado una mala impresión. —    ¿Ese papasote? Sabía que esta clase tendría algo de bueno…— Confesó con descaro, mi amigo coincidió con ella. Rodé los ojos, ellos no amaban la literatura como yo. Dejaste bien claro ese punto al quedarte dormida toda la clase, me recordó mi conciencia. — Gracias a mi magnífica idea pude distraerlo y hacerle un poco de conversación, deberías estar agradecida. — Su tono orgulloso me alarmó sobre su magnífica idea. — Pero ¿qué le dijiste? — Quise saber, sus ideas algunas veces eran un poco extravagantes. Paola se quedó en silencio, lo cual hizo que me preocupara aún más. — En resumen, — empezó Jake, colándose entre nosotras. Íbamos camino a la cafetería. — dijo que estabas en tus días y no podías salir porque tus jeans estaban... Ya sabes un tanto manchados. — ¡¿Queeeeé?!— chillé y puedo asegurar que todos me oyeron, porque sentía las miradas curiosas sobre mí. Jodida mierda. — Fue lo único que se me ocurrió, era eso o que él se acercara a buscar respuestas por sí mismo. — Trató de convencerme, limpiándose las manos. Solo suspiré resignada, no había mucho que hacer al respecto. Para pesar de mi amiga y alivio mío, al llegar a la cafetería esta se encontraba un poco vacía, Paola corrió hacía la barra de pedidos para confirmar que aún quedaba comida que pedir. Compre una botella de agua y Jake su almuerzo, yo a diferencia de ellos solo tenía una clase hoy por lo que almorzaría en casa, aún seguía con sueño y muy de mal ánimo. Me senté junto a Paola, mientras Jake venía tras de mí. Durante el almuerzo nadie habló, Paola por estar pendiente de su platillo y yo porque no tenía ánimos de hablar con el moreno del desastre con el que me había dejado en mi cumpleaños, aún estaba resentida con ese asunto. Decidí salir de allí y dirigirme a casa, solo quería descansar un poco más. —    Voy de regreso. — Avisé, Jake había salido por una bebida extra. —    Pero, tenemos un asunto pendiente…— Solté un resoplido. —    Hoy solo tengo cabeza para dormir, dejémoslo para luego. Despídeme del imprudente ese. Estaba casi llegando al aparcamiento de coches cuando siento a alguien corriendo tras de mí. Resoplo sabiendo de quien se trata. — Tenemos que hablar. — Jake me miraba con cara de perro arrepentido. Me suelto de su agarre, toda una doña dramas. —    ¿Paola no te paso el mensaje? No estoy de humor, quiero dormir y quedar en coma por 5 años. Dame chance. — Hablé en lo que llegaba a mi preciado vehículo recién obtenido como obsequio. ¡Por favor, que no me ponga esa miradita! —    Por favor… Dame unos minutos, seré breve. — Mi amigo podría inclinarse por los chicos y todo, pero su aspecto físico y este tipo de escenas siempre hacía que la gente terminara creyendo que éramos pareja. — Emma, sé que soy un idiota... —    Qué bueno que lo sepas. — Murmuro un tanto jodida. —    Lo de ayer... No volverá a pasar lo juro... Yo... — Esto no iba a ser breve. —    Ahora no Jake, ve a clases que seguro ya empiezan. — Lo corté, dejando en segundo plano sus ojitos tristones rogando misericordia. Traté de abrir mi coche, pero él me lo impidió. — ¡Déjame ir! — Él me mira sorprendido, no suelo gritar. — Me siento tan cansada porque anoche tuve que actuar cual niñera, hoy solo quiero descansar ¿es mucho pedir? Agacha la cabeza, pero no suelta su agarre a la puerta del piloto. Lo que me impide subirme a mi auto. — Emm...— Comienza y juro que por muy mejor amigo mío que sea voy dejarle un buen golpe si no me deja marchar. Es decir, es como sí tratara de llegar a un acuerdo con un alcohólico estando en estado de ebriedad, no marca mucha lógica ¿cierto? Bueno, yo vendría a ser el adicto en este caso. —    No quiere hablar contigo, ¿qué parte no entendiste? — Alguien que no soy yo acaba de gritarle. Sorprendida me giro en busca del autor de aquella voz, un tipo de ojos grises claros y un cuerpo admirable, un tipo que no conozco, aparece en mi campo de visión. —    ¿Quién rayos eres? — Pregunta Jake mirándome como si yo lo conociera, pero luego recuerda algo o eso supongo al ver su rostro asentir levemente. — Escucha, no te metas en asuntos que no tienen que ver contigo... ¿Lautner? — dice un poco relajado, el aludido ríe suavemente. No lo estoy viendo directamente, pero puedo escuchar su risa en mis oídos. Hermoso, es la traducción de mi cerebro. —    Claro que es mi asunto. — Se defiende con total confianza. Mi amigo tiene la misma cara de confusión que yo, ¿quién rayos es este desconocido? Antes que mi amigo haga alguna de sus estupideces de chico malo, me aclaro la garganta para hablar. —    A ver, a ver, a ver. — Río por la confusión, ¡todo lo que pido es ir a casa, no que me armen escenitas falsas en el aparcamiento! Me dirijo al muchacho sin verlo claramente. — Agradezco tu intención de ayudar a una chica que parece estar en apuros, pero no lo necesito. Lo que necesito ahora mismo es irme a casa, así que si los dos caballeros me permiten voy a entrar a mi auto y ponerme en marcha. Buen día. — Los dos me miran todo el transcurso, hasta que estoy fuera de sus vistas.     *Diminutivo para best friend, sacado del vocabulario inventado de los personajes.   
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