2. El chisme

2250 Words
Llegué a mi casa aún con el mismo ánimo con el que había dejado la universidad, era de las personas que no podía estar completa sin cumplir sus ocho horas de sueño. Fui directo a mi habitación en busca de mi gigantesca cama con forma de koala; sí, amo a los koalas, tienen un no-sé-qué atractivo, incluso adopté uno de los que habitan en los bosques de Australia, pienso visitarlo dentro de poco. Tenía planeado saltarme toda la tarde, sí estaba mal pasarme el almuerzo, pero no tenía hambre, probablemente seis horas de sueño despertarían al monstruo que habitaba en mi estómago, porque eso planeaba dormir como mínimo, unas seis horitas de descanso era lo que mi cuerpo merecía. No sé cuánto tiempo había pasado, pero por los rayos débiles del sol pude darme cuenta que aún no era de noche; miré mi aparato móvil fastidiada por ser el culpable de interrumpir mi sueño, alguien estaba llamando, alguien estaba interponiéndose en mis seis horas de sueño. — ¿Hola? — Hablé somnolienta, sin fijarme de quién se trataba. — Estoy de camino a tu casa, — esa voz inconfundible, era de mi mejor amiga— llegó en diez. — no me había dejado responder siquiera antes de colgar la llamada. Era hora de levantarse. Saqué, a regañadientes, mis pies de la cama y consecuentemente mi cuerpo acto seguido entre al baño, necesitaba una ducha para recuperar todos mis sentidos; si no podía seguir durmiendo gracias a la visita no pedida, pero siempre necesitada, lo mínimo que podía hacer para desestresar a mi cuerpo era bañarme.           Estaba completamente vestida recostada sobre la cama, y con una mejor amiga martirizando a mi lado. — ¿Sabes cuánto tiempo estuve parada? — Se quejó con auténtica molestia en sus palabras. Sin dejarme responder, continuó: — Parecía una loca tocando la puerta y llamando a la insensible de mi amiga. — Pao, no me percaté del tiempo, — me excusé— ya discúlpame. — Era la veinteava disculpa que recitaba. —    Bueno. — Aceptó luego de pensarlo por algunos segundos. — Pero que no se repita Emma Valentina Sweet Palacios. — Ese segundo nombre mío que pocos conocían, me hacía sentir extrañamente nostálgica como si algo de mí no estuviera completo. No tenía sentido lógico, pero siempre había sentido que no estaba completa que algo me faltaba, algo que me estaba esperando en alguna parte, esperando a que lo encuentre; mi psicólogo decía que, gracias a esos sentimientos, mi inconsciente hacía todo lo que hacía mientras dormía, porque buscaba algo y aún no sabía que era. Las visitas de Paola no tenían hora exacta de salida, por lo que asumía hoy se quedaría en casa como otras noches. Cuando éramos muy niñas, nuestras casas estaban de lado a lado, así nos conocimos; sin embargo, por diversos motivos, ahora vivíamos a distancias remarcablemente prudentes, nada que impidiera vernos. En lo que mis padres llegaban a casa, (obviamente ellos no estuvieron durante el día, ¿cómo podría haber osado dormir durante el día estando mi madre en casa?) nos pusimos a jugar con el PlayStation; ambas éramos muy adictas a eso, bueno, en realidad, los tres lo éramos.   Mis padres llegaron con la cena, tenía mucha hambre era evidente, lo dejé en claro desde que vi la comida en la mesa; por el contrario de lo esperado, durante toda la noche estuvieron burlándose de la grandiosa idea de la rubia para taparme con el profesor de Literatura. No me hizo gracia, pero tampoco podía quejarme porque mamá saldría con una de sus típicas frases de “¿cómo me atrevía a dormir en clase si ese era mi único deber?” o, las de “tu padre y yo te hemos consentido demasiado, otros jóvenes de tu edad tienen varios trabajos de medio tiempo para sostenerse y aun así siguen siendo buenos en el estudio?” Y, así, terminaríamos en una discusión sin fin. Mis padres no me dejaban trabajar, gracias a que una vez me concentré tanto en ello que dejé mis notas bajarán en gran porcentaje, aterrador para ellos; a raíz de ese incidente acordamos que no trabajaría durante los semestres de estudio hasta terminar la carrera, lo que ellos no sabían es que realizaba algunos trabajos desde casa a sus espaldas, no me gustaba depender del dinero que ellos generaban. La familia de mi madre dirige una de las editoriales con más importancia en Europa; por lo que, ya tienen un puesto asegurado para mí en una de las áreas de investigación, lo que no saben es que aún estoy dudando la especialidad que voy a tomar en referencia a mi carrera, es muy extensa no puedo elegir a la ligera. Al terminar la cena y las charlas de noche, subimos con dirección a mi habitación. No tenía sueño, pero tampoco tenía muchas ganas de hablar, esperaba que mi amiga coopere y, por esta vez, no me pregunte cosas que realmente no son de mi gran interés, tenemos muchas diferencias entre sí. — Ah, — Paola hizo gesto de recordar algo— ¿qué tal te pareció el nuevo alumno? — lanzó la pregunta en lo que me vestía con el pijama. — ¿Nuevo? — Me detengo un momento tratando de sacar información de hoy en la mañana, nada. ¿Qué me había perdido por dormilona? — ¿Es en serio? ¿no lo viste? — La miré como si la respuesta fuera obvia. Que podía decir, algunas veces era algo... Despistada. ¡¿Algunas veces?! » Eso te pasa por dormirte en clases. — Rodé los ojos. — Bueno, bueno… — Se aclaró la garganta para cambiar de tema sabiendo que aquello no estaba en discusión, amaba dormir y no lo cambiaría por ver a quien-sea que no haya visto, ya lo vería la próxima clase, no es que se trata de mi futuro esposo o el rey de algún lugar increíblemente oculto que solo podría existir en los libros de ficción sobrenatural, no era para tanto. — Te decía, el nuevo es un cuerazo, todo lo que una mujer pide: — Indicó. — Varonil, pero adorable, todo en equilibrio. Ayer se sentó junto a ti, — ahora entendía las caras de envidia de algunas chicas en el almuerzo— ¿y tú? ¡Durmiendo! — Su rostro mostraba tal indignación que podrías pensar que había dejado pasar la lotería frente a mis ojos. Finge que no te duele, el que no hayas podido verle. ¡POR DORMIR! Debo admitir que me causa curiosidad saber quién es el nuevo individuo perfecto por quien las muchachas de mi clase están derramando babas, probablemente me hubiera interesado también; me gustaban los chicos, salir con chicos, divertirme un rato, pero no me arrepiento de haberme quedado dormida, fue una gran siesta. — ¿Y por quién fue que me quedé dormida? — Puso un gesto de arrepentimiento. Cambié los papeles haciéndole recordar que ella tenía parte de culpa por dormirme durante toda la clase, como lo esperaba no dijo más del tema, pero lo cambió por uno menos agradable. — ¿Y hablaste con Jake? Lo vi cabizbajo toda la clase. — Negué recordando al necio de mi amigo y toda la escenita con el tipo extraño. ¿Debería contarle? — No llegué a hablar del todo con él, porque un tipo raro se entrometió. — Confesé, mi amiga abrió los ojos curiosa. — ¿Cómo? ¿Quién era? ¿Qué dijo? — Precisamente quería evitar esto. — No sé a todo lo que has preguntado y lo que vayas a preguntar. — La miré con cara de ''no preguntes más''. — Nunca había visto al tipo. — Mi amiga quería más información, pero sabía que no lo iba a conseguir esta noche. —    ¿Y qué hay con Jake? — Trató de comenzar otro tema. —    Tampoco quiero pensar en él ahora mismo, ¿podemos dormir de una vez? Mañana tengo clase a primera hora y no pienso dejar que se repita lo de hoy. —    Pero… ¿Cómo puedes dormir con tantas cosas por resolver? — Balbuceó en lo que se metía bajo las sabanas a regañadientes. En realidad, la situación no era crítica, era más bien una chiquillada de mi parte por no haber dormido bien, me ponía de mal humor cuando no dormía bien, no podía evitarlo, culpaba a cualquiera que cayera en mi camino y hacía una mini rabieta personal, solo duraba algunas horas hasta que volviera a descansar. El día de mi cumpleaños organizaron una pequeña reunión que se tornó a fiesta, Jake (al igual que otras veces) había tomado de más, por lo de su estúpido ex quien lo dejó hace algunas semanas atrás y gracias a su borrachera hizo de mi fiesta el peor cumpleaños que había tenido jamás. Se comportó como todo un chico malo, regularmente eso no me hace gran lío, pero algunos familiares míos habían decidido asistir al evento; como Sebastian, mi primo, quien no dejaba de reírse por todo el desastre que causaba mi querido amigo quien terminó coqueteándole, fue todo un alboroto para mis tías conservadoras. ¿Y Paola? De la misma manera que el moreno, había elegido ese preciso día para perder el tiempo con algunos amigos del barrio, los mismos que en algún momento fueron nuestros compañeros de la secundaria. Entendía que mi amiga era muy social, eso me quedaba claro, pero solo pedía que uno de ellos se pierda, no ambos. No planeaba hacerle de niñera a nadie, hasta que Jake soltó que mi primer beso había sido con él, teniendo en cuenta que poco después del hecho mi amigo confesó su preferencia s****l se podía entender porque todos se reían de mí argumentando que yo había sido quien lo ayudó a darse cuenta de sus gustos. Quedé en completo ridículo. En fin, cerré los ojos tratando de no pensar en nada, funcionó. Amanecí con una sonrisa de pimpollo gracias al desayuno que mamá nos hizo. Comimos algunas tostadas y huevos revueltos con un poco de café antes de partir a la Universidad. Sé que había empezado con el pie izquierdo, pero hoy era un nuevo día y por nada me quedaría dormida. Estacioné mi auto y Paola hizo lo mismo con el suyo, nos despedimos antes de que cada quien se dirigiera a su respectiva facultad. Sí, estamos en distintas facultados, distintas carreras y por poco, distintas universidades; sin embargo, nuestra amistad puede con todo y contra todos. A pesar de que desde niños prometimos estudiar juntos, terminamos tomando distintas ramas o al menos yo lo hice, esos dos tienen demasiado en común. Yo soy la única de mis amigos estudiando antropología, ellos decidieron estudiar derecho por lo que no nos vemos en la universidad, salvo cuando coincidimos en la cafetería, usualmente las primeras semanas que son las más tranquilas. Esta vez ese factor me ayudaría para no toparme con el moreno. Si iba a disculpar a mi amigo, pero aún seguía resentida por lo ocurrido y no soy de las personas que pueden fingir no estar fastidiada sobre todo con las personas que más quería, era muy transparente con ellos. Hoy tenía clase de antropología forense, no me hacía mucha gracia todo ese tema, sin embargo, hoy estaba en modo optimista. Entré al aula y al parecer la clase no había comenzado, eso era un alivió, ya que me pasé gran parte de la mañana comiendo y me olvidé del tiempo. Aún con el aula vacía a mi disposición, tomé el asiento del centro; no me entusiasmaba tanto esta clase, pero tampoco quería quedarme dormida. La clase estuvo muy interesante, podría hasta decir que superó mis pocas expectativas, sobre todo cuando el profesor mencionó que el sesenta por ciento de las clases las realizaríamos en campo empezando de la próxima. ¿A quién no le gustan las clases en campo? Eso era lo que más amaba de mi carrera, muchos cursos eran más prácticos que teóricos. Al terminar la clase me levanté lista para salir hacía la cafetería, moría de hambre (sí, lo sé soy un pequeño cerdito) como todos los días, normalmente. Sin embargo, por mi torpeza, en un movimiento desprevenido choqué con la mesa haciendo que mis lapiceros cayeran dispersos al piso. Me agaché para recogerlos, mas alguien se acercó e intentó ayudarme, lo cual agradecí; al entregarme los lapiceros nuestras manos chocaron y sentí la misma especie de electricidad que noté ayer mientras dormía en clase. ¿Sería la misma persona? Al instante aparté mi mano de él y levanté mi rostro, quedé anonadada al ver su rostro. Sus ojos. Esos ojos grises me tenían hipnotizada, sentía algo muy extraño. No podría explicarlo con palabras, tenía un conjunto de sentimientos que se supone no debía estar sintiendo al ver a un desconocido y lo peor de todo es que parecía como si vinieran de él, como si él y yo estuviéramos compartiendo los mismos sentimientos. Toda una locura. Ya mejor despierta, focus mija. * — Ayer no me pude presentar como es debido. — Nunca antes lo había visto, ¿de qué estaba hablando? Me brindó sus enormes manos. — Soy Pool Lautner. — Seguía mirando sus perfectos ojos grises. ¿Quién era este hombre? “Esperé tanto para conocerte y al fin te encontré, mi querida mate.” ¿Alguien más escuchó eso? Ya me estoy volviendo loca, ¿verdad?         *Expresión propio del personaje, referido a volver a la realid
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