When you visit our website, if you give your consent, we will use cookies to allow us to collect data for aggregated statistics to improve our service and remember your choice for future visits. Cookie Policy & Privacy Policy
Dear Reader, we use the permissions associated with cookies to keep our website running smoothly and to provide you with personalized content that better meets your needs and ensure the best reading experience. At any time, you can change your permissions for the cookie settings below.
If you would like to learn more about our Cookie, you can click on Privacy Policy.
5 «¡Sólo abandonaré la mansión si me dejan llevarme lo que necesite!» fue, al día siguiente, lo que la acongojada noche pasada por la señora Gereth la había habilitado para decir a la hora del desayuno con semblante trágico. Fleda reflexionó que lo que ella «necesitaba» eran sencillamente todos y cada uno de los objetos que las rodeaban. La pobre mujer habría suscrito esta verdad y permitido la conclusión que de ella se desprendía: la reducción al absurdo de su actitud, lo exaltado de sus exigencias. El temor de la muchacha a un escándalo, a espectadores y críticos, fue disminuyendo conforme se fue dando cuenta de lo poco que aquella intransigencia tenía que ver con una grosera avidez. No se trataba del vulgar amor por las riquezas: se trataba de la necesidad de ser fiel a una creencia y