La puerta de la habitación donde espero, se abre de golpe.
– Marjory.
– Elizabeth, Patrick.
Antes de que pudiera decir algo más, Elizabeth me abraza envolviéndome con mucha fuerza, sus ojos se abren y me mira mientras me sujeta de las manos.
– Ansiedad y estrés, te sentirás adolorida del estómago más tarde y estas ovulando, un día perfecto para casarte, ¡oh!, lo lamento, es la costumbre.
– Lo sé.
– Yo lo lamento, no puedo curar la ansiedad, pero si te caes por las escaleras, soy la persona que necesitas – Patrick bromea conmigo y se gana un golpe en la frente.
– ¿Por qué se caería por las escaleras?, piensa antes de hablar.
Verlos pelear se ha vuelto una costumbre, me hace pensar que todo es normal y que este no es el día de mi boda, en verdad lo agradezco – Elizabeth, muchas gracias por venir.
– Nunca nos perderíamos tu boda, pero todo fue tan rápido, sí nos enterábamos un día más tarde no habríamos llegado a tiempo, ¿cuál es la prisa?
No quiero responder.
– Liz, ¿qué fue lo que te dije?, no es nuestro asunto – Patrick aparta a su hermana y me sonríe amablemente – muchas felicidades, iremos afuera, son diez horas desde la Academia, necesito comer algo pronto – jaló a su hermana.
– ¿La Academia?
– Nos unimos el año pasado – me contesta Elizabeth – los uniformes de cadetes son algo genial, pensamos que estarías ahí, pero mi tía dijo que decidiste no inscribirte.
– Decidí no hacerlo.
Es mentira, lo intenté, pero rechazaron mi solicitud siete años seguidos, sin importar cuántas cartas enviara, ni siquiera se me permitió presentar el examen. Mi madre dijo que estaba perdiendo el tiempo y dejé de intentarlo.
Es tarde para lamentarse, debo esperar, hoy es el día de mi boda y tal vez mi padre acertó en algo, seré la señora Sigfred, tendré una vida tranquila ausente de banquetes y eventos sociales, también recibiré una paga mensual para gastos y no tendré que preocuparme por tener hijos o criarlos.
Incluso intentándolo, no habría conseguido un trato tan bueno.
La tarde llega y el cielo se oscurece, he estado esperando en esta habitación por más de tres horas, tengo hambre, Elizabeth estaba en lo cierto, acumulé mucha ansiedad y ahora me duele el estómago, debí comer algo, ¿por qué tardan tanto?
Pronto anochecerá.
– ¡Ahí estas!, date prisa ya es tarde – mi madre entra a la habitación y me mira rápidamente antes de salir de prisa.
Quiere decir que es el momento.
– De prisa, niña.
– ¿El General ya está aquí?
– Si, llegó hace dos horas.
– ¿Qué?, ¿por qué la ceremonia tardó tanto?
– Estábamos esperando al Duque Bastián, al parecer tuvo un asunto importante y llegó tarde, por la diosa Ameritia, eres un desastre, ¿qué sirvienta me maquilló?, hizo un trabajo mediocre.
Nadie me maquilló, Isabela tiene tres mucamas, yo no tengo ni siquiera una, así que es normal que no sepa maquillarme.
Mi madre toma un pañuelo y talla la piel de mis mejillas y mis ojos, la tela del pañuelo no es suave y raspa mi piel como si fuera una lija, por la sensación puedo adivinar que mis mejillas están enrojecidas.
– Con eso bastará, recuerda comportarte y sonríe, el Duque Bastián no debe tener sospechas. Camina.
No hay más tiempo para preguntas, la puerta se abre y entonces veo el jardín.
Es una noche nublada y ni siquiera una estrella se puede ver en el cielo, el camino que conduce al arco matrimonial no está tapizado con ramilletes de flores, sino con veladoras para iluminar la oscura noche, con las paredes oscuras de la mansión el escenario luce lúgubre dando una impresión errónea.
En lugar de caminar a mi boda, parece que estoy caminando a mi funeral.
Mi vestido combina con la decoración y no hay adornos en mi cabello, al frente espera mi padre y junto a él mi madre que lleva un hermoso vestido totalmente rojo, mi prima Isabela se ve hermosa con el vestido rosa, lleva el cabello recogido con el tocado de rosas y la gargantilla sobre su cuello, a su lado se encuentra un hombre alto de cabello rubio llevando un traje blanco con una camisa rosa pálido, el Duque Bastián, el hombre de corazón frío que consiguió el título de Duque a los dieciséis años y el causante de mi desgracia, mirándolo puedo ver que es un hombre muy atractivo, pero toda esa belleza no oculta la maldad en su corazón, al final están mis primos Patrick y Elizabeth seguidos del enviado del rey que leyó el mandato imperial en el cumpleaños de mi padre.
Se encuentra también el padre que oficiará la boda y el General Sigfred, él está vistiendo un traje totalmente n***o con una camisa rosa claro, su cabello n***o y sus ojos azules resaltan en un rostro de piel blanca.
Incluso bajo esta media luz, mi futuro esposo es el hombre más apuesto.
Mi padre toma mi mano cuando llego al final de la caminata y mira al General Sigfred.
– Marjory es mi única hija y mi mayor orgullo, hoy, te la entrego para que cuides de ella y te comprometas a llenar su vida de felicidad.
Mi mano pasa de las gruesas y ásperas manos de mi padre, a un par de manos frías y duras que me sostienen con fuerza hasta hacerme daño, su expresión es más fría que cuando firmamos el acuerdo matrimonial, solo puedo adivinar que algo pasó en esas dos horas en las que esperaba y todo su resentimiento está siendo vertido sobre mí.
Del lado derecho del arco se encuentra una mujer mayor con expresión de enfado, un hombre de cabello canoso y una jovencita con un vestido de un rosa muy chillante, ellos son la familia del General, es la primera vez que los veo y me miran con odio, especialmente la jovencita de catorce años, Kayla Sigfred, si ella pudiera usar sus miradas como cuchillos, ya los habría clavado por todo mi cuerpo.
Esta es mi boda.
Bajo el cielo oscuro en un sitio que parece haber sido preparado con dos horas de antelación y un total de nueve invitados, la ceremonia da comienzo con los votos matrimoniales.
– En este día, prometo acompañarte, serte fiel y cuidarte hasta el último día de nuestras vidas sin faltar a los preceptos que forman la sagrada institución del matrimonio – son palabras dichas sin sentimientos.
Este hombre, jamás me amará, todo lo que puedo esperar, es tener una vida sin guerras ni dolor.
– En este día prometo servirte y respetarte hasta el último día de nuestras vidas sin faltar a los preceptos que forman la sagrada institución del matrimonio – también te prometo que dejaré de amarte y seré la perfecta esposa sin corazón que tanto deseas.