Asia miraba su reloj, estaba tan indignada, se levantó y observó por su ventana los edificios de la ciudad.
Salió porque ya no tenía esperanzas y quería respirar
—¿No vino el mariachi loco?
Asia puso los ojos en blanco de fastidio y Hope se echó a reír
—No vino.
—¡¿Cómo puedes confiar en un hombre como él, Asia?! Tú nunca confías en nadie, ¿Por qué confiaste en él? —preguntó Hope
Asia bajó la cabeza y sintió rabia contra sí misma, era verdad, cuando ella había confiado en los hombres la habían timado, primero su padre, luego el innombrable y ahora…
—Te equivocas, yo no he confiado en ese… ¡Salvaje, vago, mariachi de pacotilla!
Hope volvió a reír
—¡Basta! Pobre, pobre, debe sentir tu mala vibra.
—¿Vibra? Si estuviera ante mí, se sentiría en el infierno —aseveró furiosa—- Pero, yo
