¡Querida enemiga!

1400 Words
Al rededor de las once de la mañana estaba tocando la puerta de la mansión de Amelia, una empleada muy amablemente me abrió y después de saludar, subí rápidamente a la habitación de mi querida amiga. —Hola Amelia, ya me urgía llegar aquí, no sabes que inicio de día tuve, me siento humillada, no sé cómo las personas pueden hablar de otra sin conocerlas— Dije muy alterada, estaba completamente decepcionada de todo. —¿Quieres calmarte y decirme lo que te pasa tranquila?— Respondió con un humor de mil demonios. —Fui a la entrevista de trabajo, habíamos cuatro chicas y resulta que no quedé, pero no es lo que me impacta, dijo que no sabía cómo una persona que no estuviera sus estudios completamente se presenta en una empresa como esa, en fin, me quiso humillar pero no se lo permití. —No me sorprende, ese hombre tiene razón, debiste de primero graduarte y luego ir a esa entrevista— Respondió restándole importancia. —¡Ya no importa! Es un capítulo cerrado— Respondí con tristeza. —¿Algo más?— Preguntó con interés. —¡Que bien me conoces! ¿Dime que hice después de tomarme esas copas contigo?— Mis labios temblaban al hacer esa dura pregunta. —Te fuiste con un hombre a su habitación… Me encontré eso bastante raro, pero insististe en irte, me sorprendió bastante. —¿Cómo pude haber hecho eso?, me acosté con un desconocido, además tuve mi primera vez con un desconocido y apenas puedo acordarme de su cara, de hecho no recuerdo nada, he tratado de hacerlo pero nada me ayuda a hacerlo— Respondí aturdida y confusa mientras caminaba de un lado hacia otro. —Seguro lo pasaste genial, yo traté de que no te fueras con él, pero seguías insistiendo y no tuve más remedio que dejarte ir, por primera vez te vi haciendo algo loco— Respondió riendo, se imaginaba ese momento y le daba mucha risa. —Amelia no te rías de mi desgracia, yo quería que mi primera vez fuera perfecta y con el hombre de mi vida, y sin embargo fue con un desconocido— me sentí como una mujer cualquiera, sentía mucha vergüenza. —No es para tanto Anastasia, como pudiste ver eso no es nada, él sexo es algo normal entre un hombre y una mujer. —Se que es algo normal Amelia, el problema es que fue con un desconocido y ni siquiera recuerdo su cara por más que lo intento- Respondí estresada. —¡Anastasia cálmate, no es para tanto, ya olvídalo, solo fue una noche de una aventura por una borrachera, pero pensándolo bien, ya no eres una santa delante de mis ojos— Amelia se levantó de su cama para mirarme fijamente, y aún más Para llenarme de un miedo profundo. —Amelia tú sabes cómo soy, jamás hubiera hecho eso en mi sano juicio, es que te juro que no volveré a beber jamás. —¡No tienes que jurarme nada querida amiga! Y para que seguir fingiendo, anoche te acostaste con el chico que me gusta, así que creo que eres una maldita mejor amiga, no sabes como me decepcionas— Respondió de repente con enojo, en sus ojos había odio; mucho odio. —-Eso no puede ser, yo siempre he respetado a tus hombres, no pude haberme ido con el chico que te gusta— Respondí con asombro. —¡Lo hiciste! Aprovechaste que me quedé tomando una copa con el camarero de la barra, te fuiste y solo unos segundos después te seguí para desearte buena suerte, pero te vi caminar con él, iban tomados de la mano y besándose en cada rincón hasta entrar a aquella habitación, eres una maldita mala amiga— Respondió llorando con dolor, sus ojos eran como una estaca que atravesaba mi alma. —¡Amelia perdóname! Sabes muy bien que no soy así, te juro que jamás lo hubiera echo en mi sano juicio, no sé qué me pasó, yo estaba muy bien pero de repente aparecí en una habitación y salí huyendo, ni siquiera puedo recordarlo. —No hace falta que lo recuerdes, y por favor lárgate de mi casa, ya no quiero verte más, eres una amiga que no merece mis lágrimas, y más te vale que te mantengas lejos de mi chico, porque soy capaz de lo que sea por él, eres una trepadora, mosca muerta— Amelia abrió la puerta para echarme de su habitación. La miraba con mis ojos llenos de lágrimas, ¿cómo fui capaz de traicionar a mi mejor amiga?, jamás me lo podría perdonar, la entiendo perfectamente, mis pensamientos sobre mi misma no eran buenos, en realidad yo no era buena, eso era lo más terrible sobre mi. —Amelia perdóname por favor, sabes que te quiero, eres como una hermana para mi, siempre te lo he demostrado. No permitas que unas copas de mas dañen nuestra amistad— Le rogué un poco más. —Lo siento, ahora no puedo perdonarte, más bien quiero que te largues y no me busques jamás, querida enemiga desde ahora— Finalmente culminaron sus hirientes palabras. Amelia me sacó del brazo de su habitación, hasta sacarme por completo de su mansión, me echó como un perro a la calle, tantos años de amistad parecían no importarle. Solo me quedó llorar y decepcionarme de mi misma, ¿Él día podría ser peor a caso?, ¡Oh por supuesto que si! Recibí una llamada del hospital, mi hermano había tenido una recaída y ahora debía estar allí por unos días, creo que hoy me levanté con el pie izquierdo. Al rededor de las una de la tarde estaba en la habitación con mi hermano enfermo, se veía un poco desgastado, pero trataba de ser muy fuerte ante mis ojos. —¿Cómo estás querido hermano?— Pregunté con tristeza pero con una sonrisa en mi rostro. —Estoy bien querida hermana, Enzo se pondrá muy bien— Respondió esperanzado. —No lo dudo Enzo, eres muy fuerte— Respondí mientras sostenía su mano y la besaba, no pude contener al menos algunas lágrimas. Si mi hermano perdía la vida, simplemente me quedaría sola en este mundo, y sería un mundo sin esperanzas para mi, así que le he pedido a Dios que permita que pueda recuperarse pronto. Ese día me quedé con mi hermano en el hospital, dormir en un asiento tomando su mano, quería estar segura de que si me llegara a necesitar yo estuviera ahí. Al día siguiente. Dejé el hospital temprano, tenía que salir a buscar trabajo, sabía que no iba a encontrar el trabajo de mis sueños, ¡pero vamos! Eso era lo que menos me importaba, necesitaba el dinero para el sustento de mi hermano y mio, las cuentas no se pagan solas. Por algunas horas estuve buscando en tiendas de ropas, supermercados, centro de llamadas, empresas que llevan la contabilidad de otras, pero simple no necesitaban a nadie, eso no era Justo para mi, estaba desempleada y nadie me necesitaba. Decepcionada y afligida iba caminando por la calles del centro de la Ciudad Buenos Aires,de repente iba a cruzar la calle un poco distraída y casi fui atropellada. —¿Podría fijarse mejor cuando pase la calle? Casi la atropello— Dijo el hombre enojado mientras salía de su vehículo. —Disculpe señor, estaba un poco distraída— Respondí sin antes mirarle a la cara, hasta que lentamente lo hice. —¿Usted?, menos mal que no la contraté porque es muy despistada— Respondió mientras regresaba a su vehículo y se iba. Ni siquiera esperó a que le respondiera, tenía un mal genio, ese hombre era de esos que eran bonitos pero que era necesario tenerlos lejos. Durante todo el día estuve tratando de conseguir algo que me generara dinero pero simplemente fue difícil, la pandemia del virus, acabó con muchos negocios y algunos apenas inician, así que nadie está dispuesto a pagar. Al rededor de las seis de la tarde, llegué a casa cansada y estropeada, tenía muchos sentimientos encontrados… Primero me acuesto con un desconocido, segundo: resulta que es eso chico que le gusta a mi mejor amiga, después mi hermano tiene una recaída, no consigo trabajo y para el colmo, casi me atropellan, mi vida se está convirtiendo en un desastre sobrenatural.
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