El hombre me queda mirando con su cara de pocos amigos. Mientras yo lucho para que mi cuerpo empiece a moverse. Lo cual, en este momento es misión imposible –como todo lo mío– Su fuerte mirada, su gran estatura, su cuerpo tan notoriamente formado y esa pistola que se muestra en la pretina de su pantalón. Hacen que mi cuerpo se niegue a moverse. ¿Estamos a tiempo de pedir clemencia? –me pregunta una temerosa conciencia–. — ¿Quién eres? –pregunta y solo su voz me hace estremecer. ¿Será que me hice del uno del susto? No sé, pero creo que necesito un baño. Con urgencia. No respondo. — Vuelvo y te pregunto ¿Quién eres? –pregunta enojado. — Y-yo. — ¿Estás allí Vlad? –preguntan e inmediatamente el gigante responde "Sí, señor" sin dejar de mirarme. — ¿Que era ese sonido?– vuelve a decir