Capítulo doce: La traición

1026 Words
— ¿No entiendes que es tu momento? — Me acerco con cautela al almacén que Luciano tiene muy cerca de su casa. Escucho la voz alterada de Homero y comprendo que Luciano debe haberlo contrariado, siempre fue así, un hombre violento que se frustraba con facilidad y se desquitaba con las personas a su alrededor, con su mate y sus hijos. Luciano prefería estar en nuestra casa con mis padres y conmigo y eso fortaleció nuestra amistad y a pesar de los cinco años que estuve alejado y que me negué a verlo o hablar con él, todo sigue igual y Homero no ha podido convencer a Luciano para que se enfrente contra mi familia por el poder de la manada. — Padre, estoy con Alondra, no voy a dejarla para buscar a una hechicera y fingir que me ha marcado. Ya lo estoy y no necesito ser el alfa de la manada — Luciano habla con tranquilidad. — Drago ha muerto y deshacerse del alfa Orión no será complicado, está convencido de que debe morir muy pronto para que se cumpla la profecía — Escuchar lo que sospechaba sobre mi padre, me enfurece. Debo hablar con él, no puede renunciar a su vida por algo que no es real. Homero habla de la muerte de mi hermano como si no le importara, aunque está claro que a él solo le importa el poder y el dinero. He vagado durante horas buscando al asesino de Drago sin obtener una sola pista y al parecer, ha sucedido lo mismo con todos los otros lobos. Estoy empezando a creer que esto no es algo tan simple y aislado como creía, un asesino serial; tiene que haber más personas involucradas ¿Pero quiénes? — ¿Y no te importa que tu mejor amigo muera? — Pregunta Luciano, al parecer impresionado ante las palabras de su padre. — Orión y yo nunca hemos sido amigos, él siempre lo ha tenido todo y se ha sentado desde su trono de condescendencia y me ha utilizado a diestra y siniestra, como beta, he estado obligado a ejecutar sus caprichos y estúpidas decisiones y ya es hora de que otros tomen mi lugar y yo sea un anciano venerado, el padre del alfa de la manada — Una sensación extraña recorre mi espina dorsal y desplazo mi mirada por todo el lugar. — ¿De qué diablos estás hablando? El alfa Orión siempre ha hecho lo mejor por la manada — replica Luciano. La sensación extraña se hace más fuerte, pero más allá de árboles y el bosque y una que otra mirada de algunos centinelas que montan guardia, no veo nada diferente. — Eso es lo que crees. No sabes todas las cosas que ha hecho por mantenerse en el poder, las personas que ha pisoteado, las manadas con las que ha hecho tratos. Es un controlador y no le importa llevarse por delante a quien sea, hasta su propio hijo, Ónix, fue víctima de sus decisiones — Me muevo al escuchar que menciona mi nombre. — Homero — Lo saludo y cierro mis manos en puños. Lo miro desafiante, la furia crece en mi interior; soy más grande que él y a pesar de no ser un alfa y de no pertenecer a la manada, sigo siendo el hijo del alfa y me debe respeto. — ¿Qué haces aquí? — Homero observa a Luciano, buscando su ayuda, pero este se acerca a mí y cruza los brazos. — Vas a explicarme tu última afirmación ¿Qué tiene que ver mi padre con lo que sucedió hace cinco años? — Susurro con los dientes apretados, mi calma es más letal que mis gritos y Homero lo sabe. Toda la manada lo sabe. — No sé de lo que hablas, yo no… Escucho un grito y me vuelvo a mirar a Luciano, que continúa mirando a su padre, sin ninguna reacción ¿Acaso no lo escuchó? Vuelvo a escucharlo, pero en esta ocasión es más agudo, más escalofriante y viene de la casa. Frunzo el ceño y mi espina dorsal se eriza, algo grave está pasando y me he distraído con la conversación de Homero y Luciano. — ¡Nala! — Susurro sin prestar atención a Homero y corro hacia la casa. En segundos compruebo que todo sigue igual a como lo deje en la noche antes de irme a correr, subo las escaleras intentando no despertar a Alondra o a Nala y soy consciente de que, aun sin entender lo que sucede, Luciano ha venido conmigo. — ¿Qué está pasando? — Pregunta. — No lo sé, escuché a Nala gritar — Le digo mientrasabro la puerta de la habitación que tenía que haber compartido con ella. La cama está vacía y deshecha, en segundos revisamos todo y no hay nadie, Nala no se encuentra en la habitación. Observo los árboles a través del gran ventanal, intentando concentrarme en su aroma. — No está en la casa — Me dice Luciano que había salido a revisar el lugar — Alondra duerme, no hay nada que indique que alguien entró aquí, los centinelas siguen en sus posiciones ¿Dónde está? — Dice mientras continúo observando el bosque. — No está aquí, se la ha llevado muy lejos. Su olor es muy débil, casi no puedo sentirla — Mi cuerpo se estremece. Mi lobo quiere tomar el poder, me ha dejado actuar y lo he decepcionado, no he protegido a su luna y ahora, será él quien actúe. — ¿Qué quieres que haga? — Me pregunta. — Cuida a mi padre — Susurro antes de que la transformación comience. El dolor en mi cuerpo se hace insoportable, mientras mis huesos se alargan y mis músculos se tensan. Luciano me mira asintiendo y sale de la habitación, me concentro en el olor a manzanas verdes y salgo del lugar introduciéndome en lo profundo del bosque. Nadie va a hacerle daño a mi Nala, ella es solo mía y un hombre con o sin esencia, no será un obstáculo para tenerla conmigo para siempre. Aúllo con fuerza y me pierdo en el bosque.
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