Capítulo trece: La traición I

1660 Words
La manada de los guardianes de bronce El eco de unos pasos acelerados se escuchan en medio de una cueva húmeda y oscura, alumbrada por algunas antorchas donde un grupo de hombres y mujeres se encuentran reunidos. Dos de ellos tiemblan de miedo, es la primera vez que son llamados a una reunión de este tipo y aunque sabían que existían y que se podían producir en cualquier momento, hace décadas no sucedía. El eco de los pasos acelerados se detienen y una hermosa mujer de cabellos rojos y largos se detiene frente a los cuatro hombres que la esperan impacientes. — Bienvenidos, señores — La mujer se sienta frente a una mesa de piedra, donde los cuatro hombres la esperan de igual manera, sentados en sillas de piedras. — ¿Por qué motivo ha solicitado una reunión urgente, alfa Orión? — El hombre de traje que con el pasar de cada minuto transpira sin cesar, traga con fuerza al escuchar la forma como ha sido llamado Orión Louboutin, el más grande empresario de la zona. — Los humanos están incumpliendo nuestro trato, tienen que detener las declaraciones de la policía, en especial las de la detective Rangers, está incitando a los cazadores de lobos a presentarse en mi bosque y no son bienvenidos — El alfa Orión es claro con su petición. Solo desea proteger a su manada y si para lograrlo, debe romper el acuerdo que han tenido los hombres lobos y los humanos de la región durante siglos, lo hará. — Nuestras mujeres y niños están siendo atacados por un asesino en serie y sus ataques se agudizan, esta noche ha asesinado a dos adolescentes — Contraataca el hombre de traje, secándose las manos contra su fino pantalón a medida — La detective solo busca obtener información de la comunidad. — Pues tendrá que obtenerla de otra manera — El alfa Orión golpea con fuerza sobre la mesa de piedra. Los dos hombres de traje lo miran impresionados, el dolor debería ser impresionante, al menos debería haberse roto un hueso, lo que no ha sucedido — Señor alcalde, ahora usted es el responsable de cumplir con nuestro acuerdo, no quiero cazadores en mi zona — Repite el alfa Orión. — Pero nadie ha llamado a los cazadores, la teoría de los hombres lobos es inaudita, no hay lobos en nuestra región — La mirada del alfa se intensifica adaptando tonalidades amarillas y un fuerte y estremecedor aullido sale de su garganta. Los dos hombres se miran y tratan de no mostrar el temor que han sentido, uno de ellos tiene la sensación de hacerse sobre los pantalones en cualquier segundo. — No me venga con estupideces, alcalde. Usted sabe por qué está aquí, sabe quién soy yo y a pesar de que ha tenido dudas porque no había podido comprobar lo que le transmitieron sus predecesores, sabía que existíamos — El alfa Orión está perdiendo la paciencia. — Nosotros… Nosotros intentaremos que no se presenten cazadores de lobos en la zona, señor Louboutin — Dice el segundo hombre trajeado, sin duda, el asesor del alcalde. — No van a intentar nada, no quiero intentos, quiero hechos y si no quiere que el nivel de desempleo aumente en su región, señor alcalde y que esto se le convierta en una carnicería, calle a su detective y saque a los cazadores que ya han logrado entrar y herir a mis jóvenes ¡Ahora! — Grita. — Orión — La mujer intenta calmarlo, pero el alfa ha perdido la paciencia. — Esto fue tu idea Morgana, controla a tus humanos y a las otras manadas — El alfa se pone de pie, tirando la silla al suelo que de inmediato genera un sonido y un eco estruendoso — Señor alcalde, si no se deshace de sus cazadores, lo haremos nosotros y no seremos gentiles y de paso suprimiremos más de mil empleos. Fue un placer verlo— El eco de los pasos del alfa y del hombre que lo acompaña se escuchan fuerte y alto. El alcalde los observa marcharse y su respiración vuelve a calmarse poco a poco, nunca se había sentido tan amenazado en su vida y ni siquiera llevaban un arma, temía que el cualquier segundo se podrían convertir en lobos y devorarlos. Cuando asumió el cargo de alcalde y el secreto mejor guardado le fue confiado a él y a su asesor, pensó que solo eran mitos, falsa información que se había pasado de alcalde a alcalde, durante, al parecer, siglos, pero que ninguno podía confirmar. Hasta este momento. — Señora Morgana, ¿Qué nos recomienda? — Pregunta el asesor y el alcalde lo mira como si fuese un idiota. Por supuesto que deben acabar con todo el show mediático en lo que se ha convertido todo gracias a las declaraciones de la detective Rangers y la policía tendrá que sacar del bosque a todos los hombres y mujeres que han llegado al pueblo, en búsqueda de la bestia. — ¿Acaso todavía tienen dudas? — La respuesta de la mujer es fría y al igual que llegó, se aleja de la cueva con paso rápido. El alcalde y su asesor nunca la habían visto, no saben quién es, pero tenían claro que en el momento en el que una mujer llamada Morgana les diera una cita, tendrían que asistir sin discusión. El alfa Orión sale de la cueva, bastante alterado. Homero, su beta, observa todo a su alrededor, como si esperase que en cualquier momento sucediese algo. — No puedo creer la osadía de ese humano, siempre he pensado que permitir que tantos humanos conozcan sobre nuestro acuerdo es un riesgo —Orión sube a la parte trasera de su auto y Homero lo acompaña. — Hasta ahora el secreto ha estado a salvo Orión, estoy seguro de que pronto las cosas van a calmarse — Homero responde observando por la ventana. No ha parado de mover sus pies y parece un poco alterado. Sin embargo, Orión se encuentra perdido en sus pensamientos; sabe que el anciano sabio tiene razón y la profecía podría cumplirse. Pero él es un hombre muy egoísta y aferrado a la vida, y a pesar del dolor que siente por la pérdida de su pequeño hijo y por la posibilidad de que su manada sea atacada y expuesta ante los humanos, aprecia su vida y no desea morir. — Dije ocho horas Homero y solo eso esperaré — En el momento en el que Orión termina de hablar, Homero, que acaba de enviar un mensaje desde su teléfono, cierra los ojos y respira profundo. El auto se detiene y enseguida son emboscados por un grupo de doce hombres con hachas, cuchillos y armas de corto y largo alcance. — ¡Sáquenlos del auto! — El conductor, Orión y Homero son sacados del auto de forma violenta — ¡Arrodíllense! — Grita el que parece el líder. Un hombre alto y rubio, barbado, con cabello largo y ojos claros y una cicatriz en la ceja derecha. — ¿Quién te crees que eres?— Pregunta Orión con un fuerte gruñido. Se ha alterado y sabe que su transformación está a punto de suceder, solo que no es aconsejable que lo haga delante de los humanos. — No te he permitido hablarme, ¡Arrodíllate! — Orión es un ser egocéntrico y muy orgulloso y no va a permitir que nadie lo humille y mucho menos un humano. Su ira se vuelve tan intensa que en segundos su espina dorsal se tensa y sus huesos se alargan. Los hombres no pueden creer lo que sucede frente a sus ojos y algunos huyen del lugar, sin que sus débiles mentes puedan comprender lo que sucede a su alrededor. El líder y los hombres que se han quedado a pesar del miedo y el peligro latente,observan impresionados como el alfa Orión se convierte en un gran lobo gris de ojos azules, brillantes e intensos. Su aullido estremece hasta el último hueso de cada uno de los cazadores. — Es inmenso — Susurra uno de sus hombres, con voz temblorosa. — No sean imbéciles, no es inmortal — Dice Homero quitándole dos armas con balas de plata a uno de los cazadores y girándose hacia el lobo antes de que su transformación finalice y se vuelva incontrolable. Sin dudarlo, dispara una y otra vez contra el lobo Orión, sin darle tiempo a restablecerse o atacar. Con una rapidez increíble, toma un cuchillo y se acerca al lobo gris, débily herido, y corta sin piedad su cuello. Enseguida se vuelve hacia el delta que observa todo lo que sucede a su alrededor con los ojos abiertos, mientras es apuntado por los fusiles de caza de tres cazadores. El chofer de Orión no tiene ninguna oportunidad cuando Homero corta su cuello y se inclina frente a él, observándolo desangrarse. — Dame tu arma — Le ordena a uno de los cazadores que se la entrega por inercia. De inmediato dispara contra el hombre que acaba de decapitar y vuelve a cargar el rifle, entregándoselo al impresionado hombre. — Dispárame en el hombro, pero no vayas a equivocarte, porque voy a matarte antes de que puedas hacer un mínimo movimiento — El hombre tiembla mientras apunta a Homero — ¡Ahora! Date prisa, deben irse — El jefe de los cazadores se acerca, toma el arma y dispara sin pensarlo un segundo. — ¡Mierda! — Aúlla Homero cayendo al suelo adolorido. — Duele más de lo que creía. Lárguense ahora —Homero ordena a los hombres y estos se alejan corriendo. — Tenemos un trato — Dice el jefe de los cazadores y se aleja detrás de sus hombres por el bosque mientras Homero hace una llamada, observando todo el desastre a su alrededor y sonriendo al pensar que falta poco para que su hijo sea el alfa de la manada, ahora solo le queda encargarse de Ónix.
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