Capítulo dieciséis: ¡Duele!

2150 Words
Nala — Tiene que irse ¿Qué hace en nuestro pueblo? Eres el nuevo alfa de la manada y no deberías estar perdiendo el tiempo con una humana, debes encontrar a la hechicera — Parpadeo y siento la cálida humedad de las lágrimas descendiendo por mis mejillas. La cabeza me duele un poco y me siento muy cansada después de todo lo que pasé para volver al pueblo de la familia de Ónix. No reconozco la voz de la mujer que está hablando, pero puedo identificar su cólera, su enojo y de inmediato sé que está hablando de mí. — Madre, no te permito hablar de esa manera de Nala. Está enferma — Observo el techo de madera de la cabaña, uno que no reconozco. No estoy en la casa de los amigos de Ónix, de eso estoy segura. Me levanto y me acerco a la puerta que se encuentra entre abierta y observo un largo y oscuro pasillo, camino por este con mucho cuidado, no quiero prevenirlos de mi presencia. Ni siquiera un metro más adelante me detengo al observar la espalda de Ónix que pasa su mano por su n***o y sedoso cabello, parece exasperado y ver la tensión en su musculoso cuerpo de inmediato crean un hormigueo en mi interior. No logro entender por qué mis reacciones ante este hombre son tan intensas. Niego con la cabeza y me concentro en la hermosa mujer mayor que al igual que Ónix, se encuentra vestida de n***o, lleva un largo y esplendoroso vestido y su cabello rubio, los hermosos rasgos de su cara y su elegancia, la hacen ver como si fuese una reina. — Ella está enferma, ¡pero tu padre y tu hermano están muertos! — Me llevo la mano a la boca al escuchar la exclamación de la mujer. ¿El padre de Ónix murió? Estoy segura de que estaba vivo cuando salí de casa de Alondra y Luciano. — Madre, Nala es mi… — Una fisgona — Dice la señora levantando la mirada hacia donde me encuentro, de pie, cerca de la puerta abierta. — Lo siento, yo no… yo, acabo de despertar y no sabía muy bien donde me encontraba — Ónix se acerca a mi lado pasa su mano con delicadeza por mi frente mientras me observa con detenimiento. — ¿Te duele la cabeza? — Niego y me muerdo los labios. Me siento tan cansada y confundida y solo quiero que me abrace y poder contarle todo lo que me ha pasado hasta ahora y las cosas que no comprendo. — Muy poco, ya me siento mejor — Le respondo y al sentir su calor, me siento mejor. Pero de inmediato recuerdo lo que hizo dos noches antes cuando me dejó tirada y excitada en la habitación de sus amigos, después de darme una morreada increíble, así que me alejo de él y entro en la habitación donde se encuentra su madre. — Mucho gusto en conocerla, señora, soy… — Sé quién eres — Me dice la señora y de manera grosera pasa por mi lado y sale de la habitación. — Parece que me odia ¿Verdad? — Le digo a Ónix que se encuentra recostado contra la pared con los tobillos cruzados y las manos en los bolsillos de sus pantalones negros. Tengo la impresión de que algo ha cambiado, parece diferente, pero no logro identificar nada, solo sé que siento su olor más fuerte, con más potencia y empieza a enloquecerme. — Está pasando por muchas cosas ahora, no se lo tomes en cuenta — Me dice sin moverse de su sitio. — Escuché lo de tu padre, lo siento mucho, sé lo difícil que es perder un padre de manera inesperada ¿Qué sucedió? Porque estaba vivo hace unas horas — Me acerco a él, pero su mirada y su ceño fruncido me obligan a detenerme, parece tan frío y distante que no sé como comportarme. — Lo asesinaron, unos cazadores — Me dice y se acerca a un bar y se sirve un vaso de licor — ¿Quieres algo? — Niego y él se vuelve hacia mí. Observo la habitación y me doy cuenta de que estamos en una especie de estudio, pero en el fondo se puede observar dos puertas que se deslizan y puedo ver parte de lo que parece una cama inmensa. — Esta era mi habitación — Me dice y se acerca a mí. Mi corazón se acelera y me observo, llevo una camisa que me llega hasta las rodillas. — ¿A dónde fuiste? ¿Dónde estuviste todas estas horas? — Su voz profunda me ponen nerviosa. — Yo no… — Nala, ¿Te das cuenta de todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor? Tu hermana fue asesina, luego mi hermano y ahora mi padre, varias personas del pueblo han sido atacados y asesinados. La gente ha enloquecido y hay un psicópata que nadie conoce asesinando niños y mujeres y unos cazadores matando a todos los que se les atraviesen por el bosque y tú te largas sin decir nada o dejar un rastro — Parpadeo observando a Ónix. Hasta ahora, no lo había escuchado gritar de esa manera. — Yo solo… — Intento respirar con calma. Creo que Ónix pensará que me estoy enloqueciendo y yo también lo haría, porque todo lo que me ha sucedido en los últimos días no parece real. — ¿Qué sucedió, Nala? — Vuelve a preguntarme. — Me perdí — Le digo y camino hacia la puerta de su habitación, no quiero estar aquí, no me siento segura. En segundos, Ónix cierra la puerta y me toma del brazo y me lleva hasta la parte de la habitación en la que se encuentra su cama, que en realidad es increíblemente grande. — No me vengas con chorradas — La intensidad de su mirada me ponen más nerviosa de lo que me encuentro. — Vas a pensar que estoy loca — Susurro. — Eso no es nada nuevo, Nala — Abro la boca ante su comentario ¿Cree que estoy loca? — Te escucho — Me vuelvo a observar su cama y mi vientre se contrae ¡Oh por Dios! — Escuche voces, en mi cabeza y era como si me encontrase en otra época y no fuera consciente de mis acciones — Me siento sobre el borde de la cama, mientras Ónix continúa de pie frente a mí, con los brazos cruzados y las piernas abiertas. — ¿Y qué sucedió? — Me pregunta. — No lo sé. Creo que caminé durante horas, perdí la noción del tiempo y luego me encontraba cerca a donde mi hermana fue asesinada, pero después de los pasadizos llegué a un claro, donde al parecer alguna vez existió un pueblo, no lo sé, pero volví a sentir el dolor en mi cabeza, las pulsaciones y sentí como me quemaban en carne viva y yo … — Las lágrimas se deslizan por mis mejillas y al recordar lo que sentí el calor se apodera de mi cuerpo y el ardor se vuelve insoportable — ¡Duele! — Susurro. Ónix se acerca a mi lado y me abraza, dejo mi cabeza contra mi pecho continuo llorando. — Me estoy volviendo loca, ¿verdad? — Le pregunto por qué es la única explicación que tengo. — No, no lo estás, aunque a ratos lo parezcas — Sonrío y levanto la mirada al sentir como Ónix toma mi cara entre sus manos — No tienes que contarme nada si no lo deseas, pero me encantaría saber lo que pasa cuando te sucede lo que pasó en el anfiteatro — Me dice y recuerdo a mi padre y a mi hermana. — Ese día en el anfiteatro tuve un recuerdo de mi hermana y mi padre cuando yo era niña, pero luego ellos eran adultos y me decían que estarían conmigo y me ayudarían — Le resumo. — Y ¿anoche? — Me pregunta con una voz susurrante, suave. — Yo era ella, no sé como explicártelo. La estaban quemando y podía sentir lo que ella sentía — Me llevo la mano al vientre. Es extraño, pero desde que eso sucedió lo he sentido vacío, como si hubiese vivido alguna perdida, pero nunca he estado esperando un hijo. — Ella sufrió mucho y murió quemada y yo viví ese momento como si me estuviese pasando a mí, ellos la encarcelaron y la drogaron, la torturaron y luego la amarraron y él la quemó — Digo en un susurro mientras continuo abrazándome contra Ónix. — ¿Él? — Pregunta — El hombre extraño, sin esencia — Digo y me pierdo en el olor amaderado y de hojas verdes y mojadas de Ónix que cada vez me encanta más. — ¿Has dicho el hombre sin esencia? — Me pregunta y me toma de los hombros y me mira con mucha intensidad. Algo ha cambiado, ahora se encuentra más alerta. — Sí, todo fue muy extraño. No era en esta época y el hombre se acercó a ella y a él y encendió los hogares debajo de sus cuerpos y los vio, lo sentí todo hasta que ella murió y el hombre que lo hizo, no tenía esencia, era como si no tuviese aura, como si todo fuera oscuridad en él — Ónix se levanta cuando termino de hablar y le escribe a alguien por teléfono. — ¿Cómo llegaste hasta aquí? — Me pregunta con el ceño fruncido. — El chico me encontró y me trajo ¿Dónde está? — Por eso me había levantado, quería preguntarle a Ónix sobre el chico que me ayudó a volver. — Está a salvo, lo están cuidando en casa de Luciano — Me dice y tengo la impresión que lo último que están haciendo es cuidarlo. — Ónix, el chico estaba en mis sueños, no sé como explicarte — Me pongo de pie y me acerco a él — Pasé toda la noche en el claro y no me di cuenta, fue como si estuviese viviendo otra vida, la vida de Amara y mientras moría ella estaba muy triste, porque sabía que el hombre que amaba iba a morir con ella — Vuelvo a sentir su tristeza y el sentimiento es tan fuerte que me duele el corazón. — Espera ¿Has dicho Amara? — Asiento y Ónix vuelve a escribir por su teléfono. — ¿Qué sucede? — Pregunto intrigada porque todo con Ónix es de esta forma, siempre con misterios. — ¿Y sabes el nombre del hombre que quemaron a su lado? — Me pregunta y frunzo el ceño. No tengo claro si ella mencionó su nombre en algún momento. Cuando volví en sí, el chico estaba a mi lado, como si cuidarme fuese su única misión, al principio me asusté al verlo, porque me observaba con fijeza, pero luego acaricio mi mejilla y fue como si mi corazón se hubiese llenado de paz. “Contrólate, Ónix” Me llevo la mano a la cabeza, el dolor vuelve, muy intenso y su voz me absorbe y vuelvo a encontrarme en la plaza del pueblo amarrada contra el tronco de madera y él se encuentra a mi lado. — Ónix — Susurro y siento temor, mucho miedo, vamos a morir. “Perdóname, bebé, perdóname amor mío” Las lágrimas se deslizan por mis mejillas, abro los ojos y veo la habitación de Ónix en la casa de sus padres, he vuelto a la actualidad y el pueblo a quedado atrás, pero siento que lo he perdido todo. — Ónix, quemaron al bebé de Amara, ella estaba embarazada. Los quemaron a los tres — Susurro y siento como Ónix me abraza e intenta tranquilizarme, pero su corazón late acelerado. — Tranquila, todo va a estar bien. Averiguaremos qué te está pasado — Me dice. — Ónix, él era tú — Ónix toma mi cara entre sus manos. — ¿De qué estás hablando? — Me pregunta con una voz ronca. — El hombre al que quemaron, que murió junto con Amara y el bebé que esperaban, era igual que tú, eras tú y se llamaba como tú, Ónix, el alfa Ónix — Él se aleja de mí y se pasa las dos manos por su sedosa cabellera negra. — Eso no es posible, Nala — Me dice y vuelve a escribir por su teléfono — Descansa, tengo que irme — Sale de su habitación y noto su angustia, su desesperación y rechazo. Me vuelvo a sentar sobre el borde de la cama y acaricio mi vientre, no sé qué fue lo que soñé. No sé si sucedió en el pasado o es una premonición, pero deliberadamente le oculté a Ónix que aunque la mujer no se llamaba como yo, tenía el nombre de mi madre “Amara” y se sentía como si fuese yo.
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