Capítulo diez: Temblando I

1419 Words
Ónix — He hablado con Alondra, pueden quedarse con nosotros el tiempo que sea necesario — Nos dice Luciano unos minutos después de que Nala se recuperara. Fue extraño lo que sucedió, se llevó las manos a la cabeza y se desplomó sobre el suelo, mientras gemía como si fuera una niña indefensa. Su gesto de dolor despertó al lobo en mi interior y solo quería hacerlo desaparecer, me incliné y la abracé, consolándola contra mi cuerpo, mientras ella continuaba sosteniéndose la cabeza, como si sintiese un dolor insoportable. — Gracias, buscaremos un hotel. Ustedes hace poco se casaron y no queremos molestar — Le respondo a Luciano que no ha dejado de mirarme de forma extraña después de ayudar a Nala a levantarse. — Me molestaría que no vinieras, además Nala está agotada y así estarás cerca del bosque, podemos seguir buscando al asesino de Drago mañana. Mis hombres estarán rastreándolo esta noche, tú debes descansar — Luciano observa a Nala, como si estar a su lado, representara un descanso para mí. — De acuerdo, nos vemos en tu casa — Me detengo al ver que ella sigue a Luciano y la tomo de la mano que suelto de inmediato al sentir una intensa descarga electricidad ¿Qué diablos? — ¿Qué sucede? — Parece distraída. Estoy seguro de que nos está ocultando algo. — Vienes conmigo — Me sigue sin decir una palabra. Durante el camino no habla y parece concentrada en su teléfono portátil. Quiero volver a preguntarle sobre lo que en realidad pasó en el anfiteatro, pero sé que no va a decirme nada, se ha cerrado por completo y solo puedo sentir su prevención y su inquietud. — ¿Qué te pasa? — Ella se vuelve a mirarme y me pierdo en lo profundo de sus ojos oscuros. ¿Cómo puedo estar pensando estás estupideces con todo lo que está sucediendo en este momento? — Nada — Mala respuesta. — Tú no eres así — Le digo. Vuelve a mirarme y lanza una carcajada que suena muy amarga. — Y lo dices tú, el hombre a quien vi por primera vez hace menos de veinticuatro horas y con quien si mucho he compartido una hora completa — Deja el teléfono sobre su regazo y se vuelve a mirar por la ventana — ¿Dónde vive Luciano? —A las afueras de Los guardianes de bronce ¿Has escuchado sobre ellos? — Nala asiente y le brillan los ojos. — La gente dice que son comouna especie de secta que vive en armonía con la naturaleza, a mi hermana le encantaban, era antropóloga y esperaba poder hablar con el Jefe de la secta y hacer un estudio sobre ellos, ¿Luciano hace parte de ellos? — Me pregunta interesada. La gente siempre ha creído que somos simples mortales que amamos la naturaleza y preferimos vivir alejados del ajetreo mundano; pero mi familia, es la que genera más del setenta por ciento del empleo en la ciudad y los pueblos cercanos y por supuesto, somos los protectores del bosque. — No son una secta, son solo una comunidad y Luciano hace parte de ella y y mi hermano Drago también lo hacía — La imagen de mi hermano alejándose de mi cabaña, comportándose como un hombre protector e imprudente, viene a mi mente. Fue mi culpa, mi lobo reconoció a Nala como mi pareja destinada, yo debía protegerla, así me hiciera daño y no enviar a mi hermano pequeño. — Me siento culpable de su muerte, si no me hubiese acompañado, todavía estaría con vida — Me dice y vuelve a mirar por la ventana. — No te culpes — Con mi culpa es suficiente, no quiero que ahora ella se condene por lo mismo — Tal vez iba a suceder, de alguna manera era su destino — Respondo y observo todo a mi alrededor. Al acercarme al territorio de la manada, puedo ver a algunos centinelas, sus ojos brillan en la oscuridad y siento sus olores; están protegiendo el pueblo, mientras los deltas están cazando al asesino. No voy a quedarme de brazos cruzados. — Mi hermana pensaba igual, era muy hermosa, sociable, resaltaba entre la gente, seguro te hubiese encantado. Quizás hubiese sido mejor que yo muriera en su lugar — Baja la voz y descubro que piensa lo que dice, siempre ha creído que su hermana era mejor que ella. — Eres importante — Le digo y mi lobo interno gruñe. ¡Y eres mía! ¡Solo mía! — Vale, tengo diecinueve años y no he hecho nada después de terminar el liceo porque no había superado la muerte de mi padre, fue mi hermana quien me obligó a terminarlo y desde hace un año, solo hago pequeños trabajos — Se pasa la mano por el cabello y suspira — No tengo una meta, objetivos o ideales. Solo me dejo llevar y vivo en mi zona de confort — La escucho y sé que está mintiéndome y mintiéndose a ella misma. — Por supuesto que tienes una meta — Detengo el auto al llegar a la casa de Luciano y me vuelvo para hablarle, pero de inmediato siento la necesidad de tocarla y de reconfortarla. Deslizo mi mano derecha por su mejilla con toda la delicadeza de la que soy posible e inclino mi cara hacia la suya, necesito besarla, pero no puedo hacerlo, no quiero darle esperanzas y tampoco es el mejor momento. Permito que nuestras frentes se toquen y siento su cálido aliento y el olor a manzana verde se vuelve más fuerte y penetrante. Tomo su cara entre mis manos — Tienes una meta y eres muy importante, al menos para mí lo eres — Cierro los ojos al ser consciente de lo que acabo de decir, me alejo de ella y respiro profundo antes de ofrecerle una disculpa o decirle que no hablaba en serio, pero ella aprovecha mi duda y se baja del auto. Me he distraído ¡Tengo que averiguar qué es lo que pasa con ella! — ¿Te ha dicho algo? — Luciano se acercay me mira con inquietud. No me ha explicado lo que hacía en el bosque con su hermana y lo que ha sucedido esta tarde ha sido muy extraño. — No hemos hablado de lo que sucedió, talvez tiene fuertes dolores de cabeza — le digo bastante incómodo, por lo que acaba de pasar en el auto y camino hacia la entrada de la casa, donde Alondra nos espera, vestida como lo hacen los deltas ¿Va a salir a buscar al asesino? — ¿Todavía crees que es humana? — Me pregunta Luciano que se ha empeñado en pensar que Nala es algo más de lo que en realidad es. — Su olor se incrusta en mis poros todo el tiempo, por supuesto que es humana — Le digo y Luciano palmea mi hombro. — Es fuerte, ¿no? — Lo sé. Nunca pensé que al encontrar a mi pareja destinada, todo se volvería tan intenso entre ella y yo, siento cada latido de su corazón, escucho sus pensamientos y puedo saber cómo se siente hasta cuando no la tengo cerca. Y no quiero esto, no quiero a mi lobo gruñendo y aullando en mi interior, exigiéndome que la cuide, que la toque, que la posea y la vuelva mía. — Ónix, es increíble como te he visto más en las últimas horas que en los últimos cinco años — Alondra, Luciano y yo siempre fuimos inseparables. La gente, el pueblo, pensaba que ella sería mi Luna, hasta que llegó Luminara. Desde que recuerdo, Alondra siempre estuvo enamorada de Luciano, pero sus padres deseaban que fuera la pareja del próximo alfa y Luciano vivía una vida de soltero muy divertida. Al ser un rubio alto, de ojos claros y cuerpo musculoso, las mujeres en la ciudad lo idolatraban y él aprovechaba cada momento para disfrutar de los placeres que estás le ofrecían. Durante nuestros años de estudios en la ciudad, salió con más mujeres de las que puedo contar. Hasta que hace algunos meses, una noche de luna llena, estando en su forma de lobo, se impregnó de Alondra y no volvió a separarse de ella. Drago me contó todo lo sucedido y me alegré por mis dos amigos, aunque nunca entendí por qué tardo tanto en suceder,si habían estado siempre juntos. A excepción de los años de la universidad. — Gracias por tu hospitalidad — Hablo de manera fría.
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