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¿Qué rayos estamos haciendo?

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Blurb

Consuelo y Vidal están viviendo el romance más tórrido de sus vidas mientras crían demasiadas personas a la vez e intentan fortalecerse como pareja.

¿Será posible sobrellevar todos los baches?

¿Ganará el amor o las dudas?

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Los tuyos y los míos
Para ser honestos, la primera vez que Consuelo supo de la existencia de Vidal, lo consideró un hombre arrogante y demasiado seguro de sí mismo. Pero la vida es así: cuando quiere que dos personas estén juntas, te muestra todas sus facetas, y la que más le gustó fue la de papá. Casi dos meses después de conocerlo, si había una buena forma de etiquetar a Vidal en la cabeza de Consuelo, era como un buen padre. Cuando comenzaron a salir, Vidal tenía más que claro el tipo de persona que era Consuelo: alegre, divertida, muy dulce, entretenida, y para resumirlo sin dejar dudas, carismática como ninguna. No cabía duda: la verdad, si tuviera la opción de juzgar, diría que se enamoraron en semanas y que estaban perdidos el uno por el otro en meses. Consuelo y Vidal no tenían problemas de pareja; solo necesitaban resolver la vida de todos sus hijos y mantener el equilibrio entre su familia, sus carreras y su historia de amor. Suena a casi nada… ¿verdad? Pero no lo es, porque son demasiados hijos. —¿Crees que este carro sea apropiado? —Me rehúso a usar una van. —¿Un bus? —Quiero un carro que me haga sentir poderosa y sexy. —Suena espectacular, pero nuestro día comienza corriendo, y algunos se calman en el auto. No podemos ir en dos autos, eso genera división. —Vale, cómprate un auto familiar y un auto para la mamá de tus hijos, porque no sé si estoy lista para ser una mujer de una minivan. Unificar a una familia no es tan fácil como se podrán imaginar, y cuando regresaron a casa parecía uno de esos días en los que sus hijos simplemente elegían poner a prueba sus capacidades. El silencio en una familia con siete hijos es casi anormal. Después de intentar sacarles información individualmente, tocó cenar en un silencio incómodo. Sus hijos estaban sentados, sirviéndose la comida, cuando su esposo comentó: —Compremos un auto. —Umm —respondió su hijo. —¿Qué está pasando? —pregunta Consuelo directamente, y todos la miran antes de volver a verse los unos a los otros y continuar en silencio—. Alice, ¿quieres contarme algo? —No es justo que me preguntes. Quiero contarte, pero no debo, se lo prometí a mis hermanas, así que no lo haré —responde y se llena la boca con el pollo. —Anastasia, ¿tú? —La verdad... me da un poco de vergüenza lo que pasó, así que me quedaré callada hasta que alguien más esté dispuesto a disculparse. —Mamá, ¿por qué no solo cenamos y ya? —La cena debería ser en compañía agradable —comenta Vidal—. ¿Por qué no aprovechamos para resolver lo que sea que los esté molestando? —Tessa y Alex hicieron un comentario del cual están arrepentidos, y no creo que fuera su intención enojarlas o hacerlas sentir mal. —Básicamente se burlaron de nosotras por ser adoptadas. —Jamás, solo comenté que es un poco raro no saber nada más que lo que ellas cuentan de su vida pasada. —Sí, y yo me pregunté si eran hijas de algún asesino o si ellas habían asesinado a alguien, y se lo tomaron mal. Me disculpo. —Tú básicamente estás a una firma de tu madre de ir a la cárcel, y tú no tienes los papás más sanos del mundo, entonces no creo que estemos en una posición de opinar o juzgar —comenta Vidal. —Vale, Consuelo tomó la decisión acertada de adoptar a Natalia, Alice y Mariana sin importar su origen, y eso es tremendamente noble. Pero tú básicamente estás obligándonos a vivir con gente desconocida que vivió en la calle. Ahí pasan cosas, y es normal que tengamos dudas o nos preocupe. ¿Cómo están seguros de que estas dos no son parte de una banda de criminales o que Alice no es hija de un criminal? —Tessa, no solo la gente mala da a sus hijos en adopción; hay gente que no tiene los recursos económicos para cuidar de sus hijos. —Mis papás tuvieron un accidente en el coche —comenta Alice—. No sé si eran buenas personas o no, pero creo que no eligieron morirse —responde, aparta el plato y luego sube a su habitación. Anastasia le lanza un pedazo de pan en la cara a su hermana—. Hiciste sentir mal a mi amiga. —No era mi intención —grita Tessa. Vidal ve a las hijas de su esposa ponerse en pie y caminar hacia sus habitaciones. Luego ve a sus cuatro hijos en silencio y se cubre la boca. —Es natural tener dudas, y tienen razón. Adoptar a mis hijas fue mi decisión, Tessa, y no me importa si sus padres eran bailarines, mecánicos o vendedores de chatarra, son mis hijas. Natalia y Mariana no crecieron en un castillo de oro como tú. Crecieron en la calle, se cuidaron la una a la otra, vendieron confites y flores, se internaron en un orfanato para poder disfrutar de lo que tienen hoy. Y sí, los papás de Alice fallecieron en un trágico accidente, en el que la única sobreviviente fue Alice. Cualquier duda o información me la puedes pedir a mí, y no tardaré en responderte, pero por favor, no vuelvas a ofenderlas —responde y sube con sus hijas. Vidal se aclara la voz y observa a sus hijos. Xavier, Tessa, Alex y Anastasia están pasando por tanto emocionalmente que le encantaría quitarles el dolor, pero en momentos como ese, uno no puede dejar de pensar en qué está haciendo mal como padre. —No tengo que decirles que se disculpen, y no tendría que pedirles que piensen lo que dicen y cómo lo dicen, porque son niños educados con amor, respeto y de buenas familias. —Deberías castigarlos —asegura Anastasia y se levanta de su asiento—. De verdad se pasan —responde y se va del salón. Su padre mira a los otros tres. —Yo esta vez no dije nada, incluso los defendí. La verdad, deberías trabajar en la sensibilidad de tus otros hijos —comenta su hijo mayor—. Anastasia está demasiado violenta; creo que va a convertirse en una menstruadora. —No todo lo que pasa en el universo es por la menstruación —comenta su hermana. —Estás castigada, y aparentemente tú también. —¿Qué no podemos hacer? —No salgan de su habitación hasta que se disculpen adecuadamente. Vidal recogió la mesa, los platos de comida, y preparó sándwiches para todos, para que comieran en sus habitaciones, incluso cortó los bordes para Alice y Anastasia, aunque no le parecía quitarle los bordes al pan. Su esposa lo vio sorprendidísima repartiendo comida en cada habitación, y sonrió al verlo tomar asiento a su lado. —Chicas, no puedo justificar a Alex y Tessa, pero creo que han sido muchísimos cambios para todos. Mis hijos lo han estado pasando un poco mal, trataré de que no se repita, pero les pido un poco de paciencia a todas. —Este es un muy buen sándwich —comenta Mariana. —Mmmju. —¿Por qué todos están aquí escondidos, y por qué a mí no me diste sándwich? —pregunta Anastasia y se sienta junto a su papá. —El tuyo tampoco tiene bordes —señala Alice, y Anastasia le da un beso a su papá en agradecimiento. Esa noche, antes de dormir, Vidal se disculpa de nuevo con su esposa. —No sé cómo… pero necesitamos encontrar un punto intermedio. —Necesitamos saber qué estamos haciendo.

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