-Debe de tener algunas dudas de la Sociedad y debo decirle que no tengo permitido decirle nada- Xandría bufó, vaya respuesta- Sin embargo, es mi deber enseñarte las reglas principales de La Rossé.
-¿Y esas serían…?- preguntó Xandría con curiosidad mientras subían el chófer y la otra chica sin nombre aún.
-Número uno: No hablarás con Externos de lo que ocurre dentro de la Sociedad.
-¿Externos?
-Gente que no forma parte- explicó Margaret sin mirarla con los ojos fijos al frente y las manos en su falda- Segunda regla: Respetarás tu posición como Inferior así como la de las Superiores, el respeto a las posiciones de poder es lo que rige La Rossé.
-¿Por qué sería yo inferior a alguien más?- dijo Xandría con repugnancia ganándose una mirada seria de Margaret
-¿Podrías dejar de refutar? Es de mala educación- informó y se ganó unos ojos en blanco- Les decimos Inferiores a las que como tú o como yo, estamos en proceso a convertirnos en una m*****o oficial, en otras situaciones serían títulos como “novata” o “novicia”- explicó con calma devolviendo su vista al frente- Y las Superiores son las amas, las señoras, miembros oficiales y poderosos, pertenecientes al Comité de La Rossé y cargos grandes.
-Lo capto, lo capto- apresuró Xadría.
-La tercera regla aplica si tienes una Ama, en tu caso aún estás libre por lo que debes cuidarte porque muchas Amas querrán intentar domarte, debes informar a la Presidenta cuando alguna quiera sobrepasarse contigo puesto que no están permitidas las relaciones de Ama y esclava a la fuerza, es una cuestión de concordancia de ambas partes. La regla es: No serás infiel a tu Ama ni le fallarás a tu esclava, respetando la unión de sangre.
-Ya me perdiste, Margaret- dijo con resignación y la morena suspiró cerrando los ojos con cansancio.
Ver a esa Inferior actuar sería un show que no se perdería por nada en el mundo.
Xandría se maravilló con los bosques que rodeaban la sede de la Sociedad. El clima era maravilloso y le rogó por unos cinco minutos a todos los mudos con los que iba en el viaje, que le permitieran sentir la brisa en el rostro, bajó el vidrio y el olor del aire puro que jamás sentía en la ciudad, la rodeó.
-Se siente tan bien- murmuró más para ella que para nadie.
-Hace tiempo ya no lo notó- admitió Margaret causando que abriese los ojos.
-¿Cuánto llevas aquí?
-4 años. Soy de Atlanta- hablaba como humana, un poco más que antes, al menos. Sin embargo, su vista seguía al frente como si estuviese recitando palabras aprendidas- Llegamos- señaló y Xandría sintió su boca abrirse de par en par.
Una inmensa estructura idéntica a uno de esos viejos castillos grises de historias de princesas protegida por altas rejas de hierro forjado en diseños hermosos y color oscuro y un camino de piedra que guiaba la vía de los automóviles que no parecían ser muchos o al menos, no estaban muchos expuestos.
Árboles enormes se anudaban en las puntas tupidas y formaban un arco frente al edificio y el vehículo se detuvo justo delante de las grandes puertas de vidrio cuadradas con acabados en hierro n***o al igual que el portón y dos guardias, uno de cada lado, se mantenían inmóvil.
El chófer le abrió la puerta y sin tomar la mano que se le tendía, ella bajó mirando a su alrededor con curiosidad, pudo notar las ventanas que cubrían lo que parecía ser un tercer o cuarto piso y de donde muchas siluetas femeninas vestidas de n***o se detallaban. Siguió a Margaret quien entraba con seguridad y supuso que sus maletas serían guardadas por alguien más.
Adentro el piso era de mármol pulido y los techos altos y blancos, la escalera y su pasamanos junto a las barandas que cubrían los pisos superiores que eran tres por encima de su cabeza eran del mismo material. Margaret subió al segundo piso y cruzó un par de veces mientras Xandría intentaba seguir el paso sin perderse, intentó memorizar los cruces. Izquierda, derecha, derecho, izquierda.
Se detuvieron frente a una puerta completamente negra y con una corona que parecía ser de oro en ella. Margaret frenó de golpe causando que se chocara con ella y Xandría se ganó una mirada de odio de parte de la morena. Tocó dos veces la puerta y al escuchar un “Adelante” entraron.
La postura ahora sumisa de Margaret no pasó desapercibida para ella, sus manos unidas al frente, su cabeza gacha y los ojos mirando al suelo. Ella, en cambio, inspeccionó todo a su alrededor.
Una biblioteca de madera oscura llenaba una pared completa, mientras que la contraria tenía un ventanal inmenso que daba vista a un pequeño lago y junto a los árboles y montañas a lo lejos, parecía una imagen digna de una postal.
Un escritorio grande con un computador último modelo y muchas carpetas organizadas en tres colores: blancas, rojas y amarillas, y una silla presidencial detrás que se veía imponente. En un costado, junto a la puerta, había un mini-bar que parecía estar muy bien surtido, y vasos de whisky junto a copas de vino estaban de cabeza, la pared era color terracota y combinaba muy bien en general.
En el otro costado pintado del mismo tono había una puerta negra más sencilla, la cual se abrió cuando Xandría cruzaba los brazos sobre su pecho con mala cara, quería terminar con esta presentación para poder arrecostarse al menos cinco minutos, estaba muy cansada aún después de haber dormido en el vuelo.
-Presidenta- dijo Margaret en voz baja y una imponente mujer salió de lo que parecía ser un baño. Xandría la examinó: el cabello dorado le llegaba sobre las caderas con suaves rulos en las puntas que enmarcaban su rostro, su cara acorazonada tenía unas gruesas y atractivas cejas bien definidas, unos ojos grises extravagantes e intensos con pestañas largas, su nariz era respingada y su boca pintada de rojo era gruesa y provocativa aún con el mal ceño que tenía. Su cuerpo estaba cubierto por un traje de pantalón y saco azul marino y una camisa de vestir de seda blanca con los botones abiertos hasta justo la unión de sus pronunciados pechos, sus caderas se veían gruesas y llamativas y, desde otro ángulo, debía tener un trasero envidiable. Usaba tacones de aguja color plata y sus manos en los bolsillos la hacían ver… Sí, como lo que sería una “presidenta”.
-Por fin haz regresado, Margaret- dijo sin mostrar alegría alguna, sus ojos se fijaron en la belleza de baja estatura que había a su lado y casi se le cae la baba, juro sentir como sus pezones se erizaban debajo la tela de su brasier de encaje blanco. Era más hermosa que en las fotografías, aún con su cara de cansancio y ojeras, sus ojos violetas eran intensos y causaban que la Ama sintiera su boca secarse. Decidió atender a la señorita Hill a solas por lo que, mientras caminaba a su silla, le habló a su esclava.
-Margaret, por favor, encárgate de que todo este listo en las habitaciones para que la señorita Hill pueda descansar como merece esta noche- pidió con amabilidad, cerrando los puños sobre el escritorio cuando Margaret refutó
-Ya eso se lo encargué a Jessy, señora. Está todo listo para la hora de dormir- Eilé quitó la mirada de una incómoda Xandría quien parecía encontrar el suelo de lo más emocionante para ver a la morena con desdén
-Pues, como no entiendes de sutilezas, al parecer, márchate ya mismo, hablaré a solas con la señorita, ¿Entendiste, esclava?- le recordó su posición y vio como pestañeaba un par de veces. Genial, ahora lloraría. Eilé se juró a sí misma que si derramaba una lágrima la primera lección de Hill sería cómo se ve un duro castigo a una desobediente inferior.
-Sí, Ama- dijo casi susurrando y salió a paso veloz sin mirar ni una vez a Xandría, ella se sintió mal por la chica que ahora cerraba la puerta en el mayor de los silencios. Tragó grueso, si así trataba la Presidenta a quien llevaba cuatro años aquí, ¿Qué quedaría para ella?
-Xandría Hill- dijo en un tono muy distinto al que usó con la otra, ella pestañeó mirando su rostro, tenía una pequeña sonrisa y no entendía cómo una mujer tan volátil podía tener tal cargo, Eilé señaló con las manos las sillas y ella en silencio se sentó con los ojos perdidos en aquellos orbes gris que se veían tan extravagantes- Es un honor por fin conocerte.