Mi mujer me domina sexualmente. No soy capaz de desobedecerla. Después de muchos años de casados, sé que disfrutamos follando como poca gente, pero ella necesita más. Y yo no puedo negárselo. En aquella época estaba encadenando un éxito profesional tras otro. Se comía el mundo. Y eso hacía que su sexualidad estuviera desbocada. Carmen tenía entonces algo más de cuarenta, tampoco hace falta entrar en detalles. Tetas grandes, operadas (no voy a negar que algo tuve que ver), cintura perfecta para sus años, pelo rubio en melena más abajo de los hombros. Era un bombón. Mi polla y mi boca hacían lo que podían para satisfacerla, pero yo ya no era un hombre joven. Así que busqué refuerzos. Aquel día llevé a David a casa, para que conociera a Carmen. David es mi compañero de pajas por internet.