Daniel la había llevado a uno de los baños de la primera planta, no sabía que contratar al mejor amigo de su padre le iba a causar ese tipo de dramas familiares, pero si podía evitar una pelea, lo iba a hacer porque amaba el silencio en su casa, aunque también podía sacarlas y que se arrancaran los pelos en la terraza, dejó la puerta abierta y vio como Lucille luchaba por mantener las lágrimas en sus ojos, era muy ruda, pero al mismo tiempo parecía muy frágil en aquellos momentos. — ¡Que porrazo te has metido! — comentó Alain recostado sobre el marco de la puerta observándola. — Si, la gravedad me llamó y había muchas rocas. — bajo la mirada a sus rodillas, eran los mayores daños que tenía. — Súbete al mueble y quítate los zapatos, hay que lavar eso y retirar las piedritas que tienes in