16. BUSCANDO MÁS PIEZAS DEL ROMPECABEZAS

1178 Words
Pese al cansancio del día, no pude tener un sueño tranquilo y desperté tan temprano como siempre. El sol aún no ha salido, pero son casi las cinco de la mañana. Me siento al borde de la cama y paso las manos por mi rostro, tratando de despejarme. Enciendo la luz y el celular sobre mi mesa de noche llama poderosamente mi atención. Sonrío al saber que es hora de iniciar la verdadera venganza. Tomo el aparato en mis manos y me envío el primer mensaje como si fuera Ekaterina: "Anoche fue una gran noche, ya tengo ganas de volver a verte, amor". Envío el mensaje. Me responderé en un rato y tendré que mantener esa absurda dinámica por unos días, asegurándome de borrar la notificación. Con solo cuatro días que logre mantener esta farsa, será suficiente; entonces citaré a Ekaterina y nuestro encuentro no tendrá nada que ver con el anterior. Pongo algo de música antes de iniciar mi rutina de ejercicio y quemar algo de energía. Comienzo con un trote suave en la máquina y, poco a poco, aumento la intensidad hasta terminar con mis acostumbradas flexiones y el saco de boxeo. Todo ese tiempo lo aprovecho también para pensar en algo que me disgusta mucho: no muchas personas dentro de nuestra organización pueden moverse con la libertad con la que contó el sicario. Golpeo con fuerza el saco, pues me niego a creer que el traidor sea el único nombre que llega a mi mente: Roberto. Conozco a Roberto desde que tenía unos dieciséis años y, aunque no es santo de mi devoción, siempre cuidó a Alexander. El estudio de seguridad que realicé cuando asumí el cargo lo mostró libre de toda duda, pero la verdad es que las voluntades de las personas cambian, y yo no he hecho el deber de validar nuevamente esa información. Tendré que ordenar otro estudio, pero mientras espero el resultado, tengo otras cosas que hacer. Estoy sepultado entre montañas de información sobre los robos, pero ahora que Alexander no está a cargo y tengo acceso a toda la información, logro identificar un patrón que efectivamente me lleva a turnos específicos y fechas precisas que coinciden con visitas de Roberto. Pero no tiene lógica que, si él está involucrado, saliera herido en el atentado... Entonces recordé la forma en que el sicario se refirió al hombre clave dentro de nuestra organización: una ficha descartable. —Señor, su comida. Levanto la vista del ordenador y miro sin comprender a Lissa. Parece que ella se da cuenta de mi desconcierto. —Van a ser nuevamente las cuatro de la tarde; debe comer algo, señor —me entrega un recipiente con una ensalada de frutas—. Es lo más decente que pude conseguir a esta hora. Agradezco a la chica, pues esto no forma parte de sus funciones, pero aun así ella se tomó el tiempo para conocerme y saber que no soporto comer seguido comida chatarra. La verdad es que no siento que pueda comer nada en este momento, no mientras tenga la cabeza llena de teorías. Tomo el empaque y me despido, saliendo con el recipiente de la oficina. Nadie sabe lo que sucedió con Alexander, así que no puedo informar en la empresa que voy a la clínica. He averiguado constantemente por Alexander con el abuelo, pero ya es momento de volver para visitarlo y, de paso, hablar con Isabella. Sé que está muy afectada, pero no puedo aplazar más la charla con ella; necesito que me cuente todo sobre los mensajes de texto. Aunque mi primo se encuentra en una habitación privada, no podemos entrar cuando queramos ni todos al mismo tiempo, así que, ante mi llegada, el abuelo debió salir, pues por obvias razones nadie se atreve a pedirle a Isabella que ceda el puesto. Aunque es privada, sigue siendo una habitación de clínica: paredes y techos blancos con un extraño olor que parece ser una mezcla de desinfectante y medicamento, y posiblemente eso sea. La cama se ve ligeramente más decente que las que pude ver de paso, y hay un sofá para la visita, junto con un televisor de tamaño pequeño. El lugar tiene flores y música a volumen bajo. Estamos los dos solos con Alexander en la habitación, así que inicio la conversación de la forma más sutil que puedo. Pregunto por el estado de salud de mi primo y me repite lo que ya sé: que en cualquier momento puede despertar. Según entendí, poner música y leerle es algo que le recomendó la hermana, pues el primer sentido que se recupera es el oído. Ese me pareció un dato muy interesante. —¿Has comido y dormido bien? —pregunto al notar las ojeras en su inocente rostro. Me mira y me sonríe de forma triste. —Sí, todos han estado muy pendientes de mí. Tu papá me reemplaza en las noches, y el abuelo y Chloe me obligan a ir a dormir y comer, y en el turno diurno tengo a Sophia pendiente de que coma. Mira hacia la cama y se limpia una lágrima. —En un rato llega Chloe y me acompaña en la casa; se está quedando conmigo. Con lo enérgica que es, no me deja decirle no a nada —vuelve a sonreír de forma triste—. Me obliga a comer y dormir. Siento que imito su sonrisa, pues a mi memoria llega el rostro de aquella joven vivaz y definitivamente la imagino como un ventarrón capaz de obligar a la dulce Isabella. No entiendo del todo cómo dos personas tan diferentes pueden ser amigas, pero ella es justo lo que Isabella necesita, casi como un complemento. Después de eso, me obligo a pensar en otra cosa, pues nuevas imágenes aparecen en mi mente y, aunque no son reales, sí tienen el rostro de la joven. Estoy por entrar en materia cuando golpean un par de veces la puerta e ingresa Sophia. Me mira como si nada hubiera pasado la otra noche... no entiendo qué estoy pensando, si la verdad es que nada pasó. Solo adquirí conciencia real de las bellas proporciones de su cuerpo. Me saluda con un movimiento de mano y luego se ubica junto a su hermana en el sillón. No queriendo dilatar más la situación, hablo delante de Sophia, pidiéndole a Isabella que me cuente con lujo de detalle donde estaba y que hacía cuando recibió los mensajes y me los deje ver. No sé qué tipo de expresión pongo a medida que habla Isabella, pues justo cuando voy a decir algo, interviene Sophia y me mira tan fijo y de manera tan dura que retengo el regaño que, a mi juicio, merece esa chica. Llevaban semanas anunciando el atentado y no fue capaz de abrir su boca para decir algo. Definitivamente no estoy contento. ¿Cómo no tomó eso como amenazas? No puedo creer que existan seres humanos con tan poca malicia, personas a las cuales no se les ocurre que, de verdad, el mal existe y que puede afectar a cualquiera.
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