Él insistió en trasladarse a un motel a unos kilómetros de la ciudad, tomando la autopista que lleva a la ciudad de Viña del Mar.
Al llegar al motel, Marian entró en duda, sintiendo como si todo aquello era un engaño hacia su esposo, sintió como si estuviese vengándose por algun engaño de parte de él. Agustín como adivinando el arrepentimiento de Marian, se acercó y la besó apasionadamente, haciendo que olvide todo remordimiento, toda duda o toda pregunta que estuviera dando vuelta en su cabeza.
—¿Por qué no fueron a su casa?, si su esposo ya vivía en unos de los hoteles de su propiedad, la casa la tenía para usted sola.
—Él se empeñó en que fuéramos a su habitación en el motel.
Marian intentó tranquilizarse, trató de atraer a su memoria algún recuerdo que le ayude a identificar el motel donde se aloja Agustín y al cual habían ido la noche en la que su esposo fue asesinado.
—¿ Donde se aloja Agustín?
Marian respiró profundamente, mientras se calma para dar respuesta a la pregunta que le hacían por enésima vez.
—No lo sé. Era un motel, en la carretera que lleva a la ciudad viñamarina, que queda entre 20 a 25 kilómetros aproximadamente.
Ella no recordaba con exactitud, las copas demás, habían surtido un efecto de adormecimiento, relajo y pasión en ella. No recordaba exactamente los letreros con luces de neón que indicaban los moteles. Tampoco recordaba en el cual habían entrado.
—¿Fueron en auto?
—Si, usamos mi auto para llegar hasta allá.
Marian lo recordaba muy bien, el iba al volante y ella se sentó, por pedido de él, muy cerca. Mientras él maneja, comienza a acariciarla, comenzó en el rostro, bajando por su cuello, paso la mano por sobre su seno, lo apretó con suavidad, continuó deslizando su mano hasta la pierna…ella se ruborizó al recordarlo. Él le indico el camino que tomaría. Ella se pegó más a él, está vez fue Marian quien lo empezó acariciar, entre caricias y besos, llegaron al motel. Ella iba demasiado alegre y el la apretaba con fuerza a su cuerpo, mientras entraban. Los colores de su cara y su estado anímico cambiaron de fastidio a relajo. Su cara ardia, como si en aquel destartalado lugar, hubiesen encendido de pronto un calefactor. Su rostro paso de blanco y pálido a rojo ardiente, al recordar los detalles del viaje.
Al hacer su entrada en la habitación número 20, Agustín comenzó a comportarse con timidez, su apasionamiento se transformó en ternura, al mirar la dulzura en él, lo encontró increíblemente erótico. Incapaz de resistir, se acercó a él, lo comenzó acariciar.
—Así que fueron a un motel…no puede recordar el nombre…y ni siquiera sabe indicarnos cómo llegar.
—Salgan de mi hotel, sigan la carretera, y busquen el motel que se encuentra entre 20 a 25 kilómetros.
—Oh si, lo haremos, seguiremos su indicación— dijo con sarcasmo la sargento.
Marian suspiró con pesadez. Sintiéndose culpable. Mientras Rodrigo moría en el hotel “Del Solar” en construcción, ella estaba haciendo por cuarta vez el amor. Mientras Rodrigo moría calcinado, al ser devorado por las llamas, ella alcanzaba su cuarto mejor orgasmo hasta ese momento.
—Para ser sincera, tomando en cuenta que se declara inocente, no veo que le cause mucha tristeza la muerte de su esposo— cuestionó la sargento.
—Lamento no demostrar mi tristeza llorando a mares por Rodrigo. Y de verdad lo siento, sin embargo…
—Sin embargo, ¿Qué?
—Hacía dos años que estábamos separados, y pronto firmaríamos el divorcio. Nuestra relación no era más amigable de lo que fue en el pasado. Lamento que haya muerto y lo lamento más que haya sido de ese modo, pero si espera una demostración de dolor de mi parte, siento defraudarla…sargento— dijo mirandola a los ojos, sin un atisbo que le pudiera hacer sentir culpable.
—Cuando ocurre un asesinato, siempre buscaremos al primer sospechoso en el beneficiario, y como ustedes aún no se habían divorciado, entonces la primera sospechosa es usted. Su esposo tal vez quería quitarle hasta el último peso en el divorcio, y eso era una gran amenaza para su bolsillo, incluso para el futuro de su empresa hotelera. Y eso hace pensar que la persona que más se beneficiaría con la muerte de Rodrigo, sería usted.
—Pero no lo maté, no…lo…hice— aseguró cansada y frustrada, no solo por el tiempo que llevaba allí, sometida a las interrogaciones, sino también por la imposibilidad de ir ella misma en busca de Agustín, para que aclare este entuerto y la libere de toda culpa y sospecha que recaía sobre ella en estos momentos.
Erika Villalobos, la sargento de la policía de investigaciones, se echó hacia atrás en la silla, cruzó sus brazos, y mirando fijo a Marian le indicó
— Haré que traigan su declaración, antes de firmar quiero que la lea, y si hay algo más que recuerde, hágalo saber antes de firmar, porque si firma y luego quiere cambiar su declaración, podría enfrentar otros cargos —Villalobos era conocida por ser una policía implacable, llegando siempre a resolver los casos más difíciles, era fría y carecía de emociones, era como si la compasión y simpatía se hubiesen borrado de su esencia, sin importar el género humano, acusaría a Marian, si resultaba culpable, apelando a la máxima condena, sin importarle que fuera mujer. Con ella la justicia prevalecía, de una sola línea, incorruptible.
Marian miró a la sargento con mirada asesina, mientras ella y sus detectives se retiran dejándola a solas. Había abierto la boca para decir lo que siente, pero se tragó lo que quería decirle. No quería agregar un cargo más a los que ya tenía.
Marian sabía que la sargento no le creía, y que buscaba la forma de poder acusarla por la muerte de su esposo. Necesita reunir pruebas para acusarla y condenarla, y ella necesita pruebas para probar su inocencia. Seguia retenida en las oficinas de la policía, estaba hastiada, cansada y con hambre, lo único que deseaba era un buen baño, un sándwich y su blanda cama.