Capitulo 18.

1181 Words
Fui a casa, me di una ducha, tomé uno de los juegos de lencería y me lo puso con un hermoso vestido al cuerpo, maquille los labios de rojo, el mismo labial que me dió Susana, mi ex amiga. No las extrañaba. Cinthya se fue sin decirle la verdad porque surgió que debía ir a matricularse antes. Delinee mis ojos en forma de gato y encrespe mis largas pestañas, parecía otra y no la inusual chica con ropa deportiva que conocían todos. Subí a mi auto y conduje por la ciudad. Estacione el auto, el portero del edificio tomó las llaves y fue al estacionamiento privado. Carlo no había llegado, así que espere por dos horas, ya era de noche y para ser honesta tenía mucha hambre. Fui a la habitación de Carlo, cambié mi ropa por una camisa blanca, no quería ensuciar mi vestido, así que sería mejor alguna camisa al azar. Revisé el refrigerador, el hombre tenía de todo un poco. Ya me era costumbre cocinar, coloqué un delantal sobre la camisa que llevaba puesta y manos a la obra. El hombre tenía pollo, cerdo y carne de res. Hice unos pinchos con verduras y los coloqué en una pequeña parrilla. Había zanahoria, brócoli y coliflor, las hice salteadas con ajo y mantequilla. Preparé la mesa con una botella de vino la cual no tenía ni idea de su valor, solo la tomé del montón. hice unos rollitos de verduras, todo bastante oriental. Puse hielo para el vino en un recipiente, encontré unas velas rojas y eso fue lo que terminó de darle el toque final a la comida. Volví a la habitación para darme una ducha, el olor a menta prevalecía en la habitación. Vi mi teléfono en el bolso, envié la dirección a mi hermano antes de poder olvidarlo. Me quedaré esta noche.! Fue el mensaje con la dirección. Al instante Bryan respondió. Bien, cuídate.! Sequé mi cabello y me vestí nuevamente. Dejé el cabello alborotado el cual daba esa aura rebelde de chica mala. Tomé el bolso y maquille mi rostro una vez más con algo apenas visible, no quería nada en exceso, además no lo necesitaba. Al terminar de retocar mis labios escuché la puerta . Bajé las escaleras y pude ver al hombre sorprendido mirando la mesa puesta con velas y música romántica. Se sentía en conflicto, hace muchos años que no tenía una cena romántica en casa, la última fue con su difunta esposa. Su corazón se aceleró, Mariana caminó hacia él y le tomó del brazo. Te gusta.? Tú...tu lo preparaste.? Por supuesto, también se cocinar, está caliente. Deseas cenar conmigo.? Tengo mucha hambre. Carlo la vió y recorrió su hermoso cuerpo, su mirada se detuvo en esos labios exquisitos de color rojo. Sus miradas se conectaron dejando ver las pestañas largas danzar cada que parpadeaba. La tomó de la cintura y la acercó hacia él para besar con ansias su boca. Ella colocó sus manos alrededor del cuello y logró ver ese lunar cerca de su boca que tanto le fascinaba . Carlo levantó su vestido enviándolo lejos. Giró su cuerpo dejando que ella se apoyará con sus manos sobre la mesa. Estaba excitado y frustrado a su vez, habían tantos sentimientos que no podía entender en su cabeza. Abrió su pantalón y sacó su m*****o. Corrió la diminuta braga de encaje a un lado para frotar con sus dedos la zona íntima donde pronto hundiría su hombría. No quiso esperar tanto, quería sentir la húmeda caliente envolver su falo. Entró lento en ella haciéndola gemir de placer. Era su perdición, la chica se sentia tan deliciosa y malditamente adictiva. Tomó sus senos y bajó el sostén. Acarició desde atrás las hermosas areolas, estaban duras. Sus gemidos no eran altos eso le daba más excitación al acto s****l. Ambos lo querían todo en ese momento, aceleró sus embestidas, unas más profundas que otras, sentía que esa chica lo estaba castigando. Esa mujercita empezó a mover sus caderas en círculos, no la había visto ser tan atrevida, le gustaba que tomara la iniciativa. Mariana podía verlo por encima de su hombro acelerar hasta llegar al clímax. Carlo le soltó el sostén y bajó las bragas de la chica. Toma asiento querida, quiero que comas así frente a mí. Carlo subió su pantalón y se acomodó la camisa. Tú...no harás lo mismo.? No, quiero verte comer sin ropa para mí. Mariana podía ver que el hombre tenía algún tipo de fetiches, al menos no volvió a ver las cámaras desde su primera vez. Tomó asiento sintiendo que los fluidos salían por su zona íntima. Aún palpitaba por el orgasmo. Carlo pudo ver el vino, sonrió un poco y la vió a ella. Tienes buen gusto, es una botella de $50.000. Mariana tragó pero no dijo nada. Sonrió con picardía. No crees que es una noche especial.? Lo es.? Por supuesto, hoy pasaré la noche contigo. Carlo frunció el ceño, ninguna se había quedado a dormir. La otra noche ella se fue temprano pero no podría decir que durmieron del todo juntos, hubo mucho sexo. Carlo no dijo nada, solo sirvió el buen vino, una copa a cada uno. Ella sirvió la comida, la cual deleitó el paladar del hombre. No dijo nada al respecto solo comió más de lo habitual, la chica realmente sabía cómo hacerlo, fue un detalle para tomar en cuenta, pero a pesar de todo no le dió el halago que merecía. Carlo no quería ver a ninguna tomar el lugar de su esposa, así que no le dijo nada. Mariana no esperaba una felicitación a cambio, ya sabía como era él. Su comportamiento solo le dejaba claro lo que ella significaba en su vida, NADA. Carlo no cenó en la empresa, ni de regreso a casa, lo menos que imaginó fue que habría una hermosa mujer con la cena lista en casa. La citó pero no fue para una cena romántica. Podía ver las curvas de su cuerpo, sus senos al aire apuntando hacia él y su vientre plano. La pequeña cintura y espalda recta le aportaba ese aire sensual y sofisticado. Verla comer era un delirio, sus movimientos siempre fueron dignos y delicados, como si fuese de la realeza. Ambos cenaron hasta satisfacer su apetito. Ella tomó la copa de vino despacio, su sabor no era fuerte, lo frutal y espumoso le gustó. Se puso sobre sus pies y recogió la mesa. Él solo podía verla caminar en un ir y venir a la cocina y el comedor. Cuando todo estuvo limpio se acercó y se sentó sobre su regazo. Vemos una película juntos.? En serio el hombre estaba perdido en sus pensamientos. Lo tomó de la mano y lo guió a la enorme sala. Encendió la televisión y buscó una película de terror. Se acomodó entre sus brazos y lo abrazó. Qué locura, por qué tenía que tratarlo así.? Podía verla dormir entre sus brazos y no sabía ni qué pensar al respecto. De alguna forma le gustaba esa sensación, más no la aceptaba en su cabeza.
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