—Yo… lo siento… no sabía que eras inocente hasta hace muy poco —explicó él, manteniendo la voz equilibrada pero de tono bajo—. Yo… tenía que buscar una manera de interponerme entre quien quiere hacerte parecer culpable y tú, porque… he descubierto que… te amo. Fueron dos nuevas estampidas todavía más furiosas que le dio Marie a la cara de este. —No se trata de amor, estúpido —aclaró—. Nunca pedí que me amaras. Lo único que esperé de ti era lealtad, silencio o al menos respeto si las otras dos te eran imposibles de cumplir —lo miró de pies a cabeza con desprecio—. Pero veo que ni para eso sirves. Mentiroso de mierda. En eso él actuó, tomándole los hombros a ella con fuerza y mirándola fijamente, ansioso y seguro. —Sí te amo, Marie —habló con más certeza—. Y eso te