Marie salió de su ensimismamiento porque su madre alzó un poco más la voz y le dio una ligera pero notoria palmada a la mesa. —Hey —gruñó, fulminándola con la mirada—. Te estoy hablando, pisa tierra de una vez —Marie levantó la mirada y la vio a los ojos, todavía un poco perdida en sus pensamientos, no podía creer que antes no sospechó de Francois—. ¿Por qué eres tan injusta? Ya está, ya arrastraste a mamá contigo, ¿quién te queda? Yo sólo espero y aspiro que lo que sea que estés haciendo no traiga como consecuencias situaciones que me salpiquen. Era obvio que todo esto de la muerte de mamá tenía que ver contigo y tus dudosos negocios. Ya Marie, en medio de la certidumbre que acababa de chocar con su mente, se sintió harta de tantos desaires por parte de su madre. —Bien sabe