6. Daniel

1217 Words
Daniel Rubier  14 horas antes… Bajo al comedor como todos los días temprano para desayunar con mi familia. Después de la muerte de mi padre, madre ha insistido mucho en que nos mantengamos unidos. Inhalo profundo antes de entrar al comedor donde seguro ya todos están comiendo, le pido a Dios que me de paciencia por que, si en lugar de eso me da fuerza no se que pasará entre mi hermano y yo, ya que no nos llevamos del todo bien. Desde que papá falleció se autoproclamo el nuevo hombre de la casa y cree que todos debemos hacer lo que el dice. Sonrío con algo de ironía. —Buenos días familia —pongo mis manos en los hombros de mi madre, los aprieto con suavidad y le doy un beso en la mejilla a lo que ella me responde con una dulce sonrisa. —Buenos días —contestan. Paso a un lado de mi hermana Julieta, le sacudo el cabello a manera de juego. —¡Dani! Tanto que batallo para peinarme en las mañanas —refunfuña. Me burlo entre dientes sentándome en la silla, a su lado. Miro a mi hermano quien esta comiendo, tiene el rostro serio, seguro esta de mal humor. Mi cuñada Sandra me dirige una sonrisa que respondo de igual manera. Una de las empleadas de mi madre me sirve el desayuno. Si bien no somos la familia más rica de la ciudad, gracias al bufete de abogados que mi padre fundo cuando era joven junto a su mejor amigo nos ha permitido vivir una vida tranquila con ciertas comodidades. —Daniel —alzo la vista al escuchar a Sandra hablarme —estuve hablando con Anuar, ¿recuerdas a mi amiga África? —carraspea, entrecierro los ojos y pienso en su amiga, rubia exótica que conocí hace unas semanas —nos parece buena idea si vinieras a cenar con nosotros, seriamos los cuatro. Sonríe como si tratara de convencerme. —África es una joven de buena familia, además también es abogada, sería genial si algo se pudiera dar entre ustedes ¿no lo crees así Daniel? —Sería genial, los dos abogados, podría anexarse al buffet de los Rubier —añade Sandra. Sonrío con sarcasmo. Abro un poco la boca para decir algo, pero mejor me callo, su amiga no me es indiferente, es atractiva, de hecho, muy atractiva, pero no es el tipo de mujer que me interesa y menos si mi hermano y mi cuñada me presionan para que tenga algo más serio con ella. —Saldré con ustedes, pero no me hago responsable si tu amiga se hace falsas ilusiones. —¡Es que ese es el problema Daniel! Que tienes ya treinta y tres años, tenemos un negocio familiar, nuestro padre se partió el lomo para que el bufete prosperara, yo tengo esposa, dos hijos que algún día espero estudien lo mismo que nosotros ¿y tú? ¡Mírate! Ni si quiera te importa que mantengamos nuestro legado —dirige la mirada a mi hermana —Julieta decidió estudiar otra carrera, a veces pienso en el futuro del bufete y me da mucha pena decir que al único que le importa por todo lo que nuestro padre lucho es a mí. —¡Oye! Vivimos en un país libre, soy libre de estudiar lo que yo quiera, no iba a estudiar leyes sólo para agradarle a papá o a ti Anuar… ¿para qué? ¿Para terminar igual de amargada que tú? —Guarda silencio Julieta, tu no tienes cabida en esta conversación. Noto como Julieta se encoge de hombros en su silla siempre le ha tenido una especie de temor a nuestro hermano. Suspiro. —Ya por favor dejen de pelear, siempre es lo mismo, en lugar de unirnos más pareciera que nos vamos alejando —dice mamá con voz preocupada. —Te he dado la solución antes, cambia el nombre de Despacho jurídico Rubier a Rubier & Asociados, así podrían trabajar otros abogados no precisamente de la familia. Mi hermano me ve con furia, la solución es sencilla, pero es tan orgulloso que no quiere ver que necesitamos renovarnos para poder prosperar a los niveles que el desea. Esta segado por mantener la manera tan tradicional en la que nuestro padre trabajaba. Veo como mis sobrinos entran al comedor corriendo. —¡No corran aquí! —grita exasperado Anuar. Me pongo de pie acomodándome el saco. —Te veo en la oficina —me despido. —Adiós tío… —dicen al unisono mis sobrinos. —Adiós monstritos —les contesto. —Espera yo me voy contigo —escucho a Julieta a mi espalda, me volteo y veo como trata de comer tan a prisa como su boca se lo permite, pongo los ojos en blanco para después darle un beso de despedida a mi madre. —Cuídate mucho cielo —me dice. Asiento. Julieta me alcanza en la cochera. Le abro la puerta del copiloto, más o menos me imagino la razón por la que ha venido conmigo. —¿Por qué no te vas en tu auto? Ella juega con los dedos de sus manos mientras sostiene en su pecho la mochila de la escuela. —Anuar me lo confisco —dice haciendo un puchero. Río. —¿Por qué fue eso? —cuestiono sarcástico por que se que tampoco mi hermanita es una santa. —Llegué tarde ayer —suspira —esta semana en la universidad hemos tenido proyectos muy pesados, he estado grabando unos videos sobre como viven su día a día las personas de más bajos recursos y bueno… algunas de las tomas son por la noche, por eso es que Anuar me quito el auto, lo odio Daniel, todavía que hago tarea dice que debo llegar temprano a casa, se cree el dueño y señor de la familia, no sé cómo lo aguantas. Arranco el auto. —Sólo lo ignoro —sentencio. Conduzco hasta la facultad de psicología que es donde mi hermana estudia. Aparco el auto en la puerta, me da un beso en la mejilla antes de salir. —Por cierto, puedes pasar por mi en la tarde después del trabajo —pongo los ojos en blanco —por favor hermanito, no quiero irme en bus, no me se las rutas. —Le exigiré a Anuar que te regrese el auto. —¿En serio harás eso por mí? —pregunta entusiasmada. Asiento sonriendo. —Ya que… no pienso ser tu chofer mientras mi hermano te castiga. —¡Gracias, eres el mejor hermano del mundo! —grita emocionada se estira colgándose de mi cuello dándome besos en la mejilla. Durante el trayecto a la oficina pienso por algunos minutos en lo que paso en la mañana. De alguna manera trato de entender la preocupación de Anuar por el bufete pero no le permitiré que se meta en mi vida privada. Si hasta ahora a mis treinta y tres años no tengo una relación estable con alguna mujer ni tampoco compromisos es por que así lo he querido, mujeres no me faltan, salgo con amigas, pero ninguna de ellas me ha hecho sentir esa emoción o necesidad por estar con alguien. Y no es que le tema a los compromisos es que por ahora no los quiero.
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