U N O

1840 Words
—El tiempo ha pasado volando —digo con nostalgia y dramatismo, mientras miro hacia adelante. Mis ojos chocan con el gran edificio frente a mí, el cual tiene una enorme reja parecida a la de la cárcel, ubicada a unas cuadras de este lugar. Podría decirse que la escuela y la cárcel son casi parecidas en cierto modo—. No puedo creer que hayamos llegado hasta aquí. Cierro mis ojos mientras una ráfaga de viento azota mi rostro, permitiéndome aspirar el aire fresco y frío de la mañana. —Ya hasta puedo oler la adultez venir hacia nosotras. —¿Y a qué huele? Por favor, Emylie, sé seria —abro mis ojos y miro a Kamil con la frente arrugada—. Apenas tenemos dieciséis años, y no descartemos el hecho de que estamos en segundo año de preparatoria. Nos falta mucho camino por recorrer para considerarnos verdaderamente adultas, o siquiera pensar en serlo. —¡Por eso digo! —exclamo—, solo nos faltan dos años para terminar la escuela, dos años para ser mayores de edad aquí y cinco años para ser mayores de edad en todo el mundo —dije con rapidez y pude sentir cómo me faltaba el aire al finalizar—. La adultez está a la vuelta de la esquina, esta es la etapa en la que debemos no ser serias y ver las cosas con fantasía. Kamil me dedica una mirada seria, reflejando cuán tontas cree que son mis palabras, y Pamela, que está a su lado, habla por primera vez en todo este tiempo. —Vamos, chicas, no peleen por esto. Entremos ya y relájense. Suspiro anhelante al momento en que finalmente pisamos dentro de aquel edificio. No es tan grande como parece por fuera, pero tampoco tan pequeño como mi antigua escuela. Sin embargo, el sentimiento de emoción que se manifestó en mi pecho desde esta mañana sigue siendo el mismo. Todos los estudiantes de este pequeño pueblo asisten a la misma institución desde que entran por primera vez en sus vidas, hasta que llegan a segundo de bachillerato. Hoy, justo en este instante, es nuestro turno de ingresar a un nuevo lugar después de tantos años en el mismo sitio. —Realmente no es muy grande… —murmuro para mí misma, mientras paseo mi vista por toda la estancia. Somos tres, pero la conversación se envuelve entre Pamela y Kamil cuando, de forma inconsciente, me aparto y ocupo mi atención en algo muy lejano a lo que hablan. Empiezo a mirar con "discreción" a las personas que pasan a mi lado en busca del rostro de ese chico que no ha dado señal de vida desde hace una semana: Amaru. Siendo honesta, no estoy segura de si vendrá a esta escuela, preguntarle sería una pérdida de tiempo. Nunca obtengo una respuesta clara de él, a menos que sea un no. —Tenemos que ir al patio, allá nos darán la bienvenida y el típico discurso de inicio de semestre —aclara Kamil viendo a Pamela desorientada, mirando todo a su paso sin saber qué hacer o a dónde ir, cuando el timbre resuena en toda la estancia. —Vamos, entonces —me adelanto. —Es por allí —señala a nuestras espaldas cuando me ve caminando en dirección contraria. Sin sentirme tonta por mi acción y sin querer perder el tiempo, giro sobre mí misma con la intención de hacerme paso hasta el patio, pero no avanzo ni dos pasos cuando unas manos cubren mis ojos de improviso y me lo impiden. Guardo silencio un momento para indagar en mi mente en quién podría ser, y cuando una persona en particular viene a mis pensamientos, mis labios se elevan en una sonrisa radiante. —¡Estás aquí! —chillo emocionada. Luego de unos segundos, mis cejas se hunden en entendimiento y mi sonrisa se desvanece. Él no haría semejante escena, es muy reservado como para acercarse a mí tan abiertamente. —Suéltame —pese a mi demanda, no lo hace; sus manos siguen en mi rostro y eso no me deja otra opción que quitarlas por mí misma. Al hacerlo, doy la vuelta para mirarlo y una mueca de decepción aborda mis labios casi al instante.— Oh, eres tú —mi tono de voz reprocha decepción, incluso cuando sé con certeza que él efectivamente no es. Quise golpearme fuertemente cuando el rostro indignado de Ran se hizo visible en mis sentidos. —Al menos míenteme y dime que estás feliz de verme —sonreí incómoda. —Lo siento, no te esperaba, pero sabes bien que siempre voy a estar feliz de verte —me apresuré a abrazarlo, y solo cuando hice esto me di cuenta de que Kamil y Pamela ya no estaban. —No es lo que parecía, y dolió más, ya que venía a darte la bienvenida —indicó una vez nos separamos. Un gesto de dolor fingido ornamentó su rostro y sonreí—. Pero déjame adivinar a quién esperabas que fuera… Se inclinó en mi dirección, de manera que su rostro quedara cerca de mi oreja para poder susurrarme aquel nombre que he tenido en mi mente desde que me desperté esta mañana. —Amaru. Se alejó y me miró con picardía. —Claro que no —defendí. —Sí, claro —murmuró con sorna. —¡Que no! —repliqué. —Como digas, y lo niegas después de hacer semejante espectáculo. Gritando tan emocionada. Qué vergüenza, Emylie. Resoplé rendida, siempre es lo mismo con él. Ran es un año mayor que yo, nos conocemos desde muy pequeños. Su padre es muy amigo de los míos y por esa razón hoy en día somos muy unidos, tanto así que podemos hablar de lo que sea con total confianza; hasta se podría decir que es uno de mis mejores amigos. —Más pena debería darte ser mi amigo sabiendo cómo soy. … El pasillo se llena inmediatamente de estudiantes al dar por finalizado el discurso de principio de año escolar. Estoy metida en mi propio mundo cuando empiezo a caminar por este de forma tirada y medio distraída. Observo con desinterés a todos los que están a mi alrededor, a la vez que permito que un suspiro desganado salga de mis labios. —¿Te pasa algo, Emylie? —mi rostro por inercia se dirige en dirección de la persona a mi lado y me encuentro con los ojos de Pamela indagando en mi expresión. —Todo está bien. Le regalo una sonrisa de boca cerrada y vuelvo mi vista hacia el frente, y sin demora mis ojos se fijan de lleno en el cabello corto y de un color n***o profundo de... —Victoria. —¿Qué?, ¿Victoria? —miro a Pamela, quien me observa para después fijar sus ojos desconcertados en la chica que viene caminando tranquilamente en nuestra dirección. —Hola —nos dice a todas al momento en que se planta enfrente con una sonrisa radiante—. Por favor, Kamil, no digas que hoy va a llover y mucho menos esos chistes sarcásticos de mal gusto. —Oh, no. Van a empezar nuevamente. Pamela me susurra y yo exhalo aire ruidosamente. —No iba a hacerlo, hablas siempre más de lo que debes —remata Kamil. Ahí van de nuevo. —Te conozco más que a mí misma y sé que siempre dices cosas fuera de lugar, así que hacerte callar antes de, es la mejor opción. Antes de que Kamil pueda responder y se arme una discusión entre ambas, la interrumpo. —Es hora de marchar, esta es la despedida —enuncio dramática, captando la atención de ambas y cumpliendo mi objetivo. Coloqué mi mano derecha en mi pecho, mientras me dispongo a decir—: sigan sin mí. No es un adiós, es un hasta pronto. Nos veremos en el receso. Kamil rueda los ojos y Pamela, junto con Victoria, ríen al verla fastidiada. Ella se molesta con gran facilidad y cuando se encuentra en ese estado es muy difícil sacarla de ahí. Les doy la espalda y empiezo a andar en dirección a mi salón correspondiente, a la par que hago un ademán con la mano en forma de despedida y con pesar porque me tocó en un aula diferente al de mis tres amigas, y esto es algo que debo afrontar sola, a pesar de que sé que me será difícil. Muy difícil. Camino con pasos seguros en la dirección que antes se me había indicado por medio de un cartel, que pusieron en los pasillos. El cual tiene el nombre y el aula acorde de cada estudiante. Me adentro al lugar sin pensármelo mucho y una vez dentro, arrastro mis ojos por toda la estancia. Rostros puramente desconocidos me reciben; la mayoría ni siquiera nota mi presencia, y solo uno que otro posa sus ojos en mí. Sin embargo, me siento expuesta e insegura. Doy un largo suspiro al instante en que esos ojos curiosos me abandonan y vuelven a lo suyo. Pasa el tiempo y el profesor no llega, viéndome sola no me queda otra opción que encerrar mi rostro entre mis manos en el pupitre y prontamente perderme en el mundo de la insconciencia. Despierto desorientada, risas, risas y más risas a mi alrededor. Trago saliva con dificultad al percatarme de que se están burlando de mí. —¡Silencio! —mi cuerpo se irguió más de lo normal en el momento en que me percato de la presencia de alguien frente a mí, quien gritó en dirección de las personas que se burlaban, todo esto sin dejar de mirarme amenazante—, es el primer día… —masculló. —Sí —tragué saliva con dificultad al responder. —Y estabas durmiendo… —indicó arrastrando sus palabras. —… Sí —mi voz apenas salió. Tardé en responder. —¿No dormiste lo suficiente en tu casa? No iba a responder nada más, no podía hacerlo; el nudo que se había formado en mi garganta era una de las razones por las cuales esto me era imposible, y el ardor de mis ojos también era un impedimento. —Respóndeme —demandó. Abrí mi boca y la cerré de inmediato, al no encontrar palabras. Volví a abrirla dispuesta a decir algo, pero en ese instante, mi vista se trasladó desde los hombros del profesor hasta la puerta, que fue abierta. Un Amaru raramente peinado hacia atrás y con cara de cansancio empezó a entrar despacio con la cabeza gacha al salón. Mi pecho se sacudió y, sin tomarme un tiempo para pensar, pasé por el costado del profesor y comencé a caminar en su dirección. Hice la acción de caerme al chocar con una silla que estaba en mi camino, pero no sucedió. Llegué a él y lo rodeé con mis brazos de forma brusca y sin autorización. —Amaru… —susurré contra él. Al poco tiempo, de forma suave, lenta y pareciendo inseguro, me abrazó también. —Estás aquí.
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