Durante el baño no dejé de pensar en mi cuñadita y lo hermosa que se ve en ese cuerpo.
Inevitablemente tuve una erección muy dura, como hacía tiempo no la tenía e intenté masturbarme bajo la ducha, pero un remordimiento se me vino a la mente. No debía estar pensando en ella y mucho menos de esa manera. Me sentí algo pervertido y me apené de mí mismo.
Si bien había fantaseado con ella antes, estar más cerca de lograr algo, me hizo ver que tan lejos habían llegado con mis pensamientos y acciones. Ya en mi habitación lo pensé nuevamente y me dije iba hacer todo lo posible por evitar cualquier indicio de mis intenciones carnales hacia ella. Nada más pensar que Gise se enterase me daba escalofrío.
Cuando salí de mi habitación ya vestido me la encontré a ella en el pasillo, y venía hacia su cuarto, la saludé, ella aún con cara sonrojada me saludó más tímida que nunca, entonces le dije:
—Vero mira con respecto a esta mañana discúlpame por... bueno... es que es normal que a veces en la mañana esté así.
—¿Así qué? —dijo ella distraída sin entender.
—Bueno... tú sabes..., lo de la erección —le dije señalando hacia mis partes.
—¿Erección? —ella parecía no caer en lo que le decía de lo sucedido más temprano .
—Lo de… bueno, en el short recalcando el gesto de señalización hacia el short...
—¡Ahhh! —reaccionó agitadamente mientras sus cachetes se llenaban alarmantemente de sangre, ruborizándose como un tomate otra vez.
—Bueno no importa, discúlpame por haberte asustado esta mañana. —Noté que ella evitaba mirarme a los ojos.
—No te preocupes, no ha sido nada —dijo rápidamente, y siguió su camino a su habitación.
Al medio día llegó todo el mundo a almorzar, bueno todo el mundo es mi suegro, mi suegra y mi esposa Gise, Guillermo se la pasó toda la mañana jugando Playstation y bueno yo leyendo y viendo tv, Vero ni sé que hizo, pero les podría asegurar que pensó mucho en lo que había visto en la mañana.
En la mesa tratando imposiblemente de olvidar lo sucedido en la mañana, me era inevitable desviar mi mirada a Vero de vez en cuando con toda normalidad, y ella ni volteaba para los lados, a diferencia de otras veces mantuvo su mirada fija en el plato de comida, vi muy pocas veces en mi vista periférica que ella me miró alguna veces.
Al terminar de almorzar, luego de los respectivos cafés, todos nos paramos y tomamos dirección hacia las escalera que lleva a las habitaciones, cuando salíamos del comedor hacia nuestra habitación, le dije a Gise mi esposa que tenía que mostrarle algo, colocando una de sus manos en mi entrepierna, justo al lado de nosotros iba Vero. No sé porque lo hice, era una indiscreción de mi parte y una falta de respeto, pues ese tipo de comentarios y acciones las hacía sin público presente. Para Gise eso resultaba muy escandaloso e irrespetuoso y por un momento me arrepentí de haberlo dicho, pero estaba actuando en automático.
Gise sabe muy bien a que me refiero y para sorpresa mía una sonrisa se dibujó en su rostro sin molestarse por tal indiscreción, Vero se detuvo un momento al lado de nosotros y volteó a vernos, yo no la miré, y nuevamente en automático, me dediqué a ser pícaro con mi esposa y le agarré una nalga, un seno, le dí un ardiente beso, mi esposa se sorprendió un poco con mi ardiente arrebato y me separó dándome una mirada retadora y dándome a entender que Vero nos estaba viendo, yo miré a mi cuñadita y le sonreí tímidamente haciéndome el apenado, ella medio esbozó una sonrisa despectiva que Gise dijo: —¡Uyyy! ¿A esta que le picó?
Nos dirigimos a nuestras habitaciones, Vero ahora iba delante de nosotros porque iba a su habitación y nosotros atrás jugando y pellizcándonos, sacándole pequeños gritos y risas a Gise que me miraba pelando los ojos como queriéndome decir que dejara de hacer lo que hacía, Vero se metió en su cuarto sin cerrar la puerta y yo le dije a Gise que subiera y se pusiera cómoda, mientras iba al baño. Entré al año para darle tiempo a que Gise subiera, luego salí y entré al ático cerré la puerta sonoramente para que Gise la oyera y luego la abrí con cuidado y la dejé entre abierta.
Subí a donde estaba Gise, ya ella estaba desnuda en la cama, por las escaleras me fui desnudando dejando las prendas en los escalones con toda la intención, subí sobre mi esposa de inmediato y nos empezamos a besar y acariciar.
Las luces estaban apagadas, y el ático algo oscurecido, pero por las gruesas cortinas oscuras se metía suficiente luz para aclarar apenas un poco las cosas, hacia las escaleras todo es más oscuro, así que mientras me besaba con Gise miraba de reojo constantemente y de manera disimulada para allá.
Noté una claridad mayor en algún momento y supe que alguien había abierto la puerta y entrado, esperé un momento y como tengo la ventaja de la sombra que me da en la cara, podía mirar sin que supieran que yo miraba hacia la escalera, a menos claro que abriera los ojos de par en par, pude notar una rubia cabellera que se asomaba en el piso por donde estaba la escalera justo debajo de las barandas.
Gise se restregaba bien sobre mí y me masturbaba entre nuestros cuerpos. Ella y yo sabíamos muy bien que acabábamos de comer y no era prudente echarnos un polvo como a nosotros nos gustaba, pero si podíamos y habíamos hecho antes una buena sesión de sexo oral, que por cierto ya nos hacía falta.
Ella se fue deslizando hacia abajo donde me chupó con fuerza y mordisqueó mis tetillas, arrancándome gemidos de dolor y placer, para luego continuar hacia abajo lentamente, tomando mi duro sexo entre sus manos empieza dándome fuertes apretones, como ella sabe que me gustan, para luego subir y bajar ambas manos sobre él cubriendo y descubriendo la roja punta.
Gise lo besa y lo lame ardientemente llevándome rápidamente a mis más altos niveles de excitación sumado al hecho de que Vero nos está viendo. Y en menos de lo que canta un gallo, me descargué todo dentro de su boca antes de tiempo, realmente estaba muy excitado.
Lástima que Vero no viera lo que mi esposa se estaba tomando, Gise se tomó todo sin despegar la boca de la cabeza y continuó, pero con menos intensidad su labor.
Luego mi esposa se tumbó de espaldas a mi lado y yo me dediqué a lo mío, los pechos de mi señora esposa eran los más grande de la familia, ella se los había operado y son espectaculares con un pezón rosado virginal, al parecer típico de la familia, por lo que pude comprobar en la mañana, y adornado de unas pocas pecas grandes que los hacen ver espectaculares.
Los besé y amasé con ardiente deseo, la verdad estaba eufórico, mordía y aruñaba a mi esposa y le apretaba con fuerza los senos y las nalgas, eso a ella le encantaba y sobre todo sentirse deseada con fuerza, con pasión y furia, llegué a su sexo muy húmedo, y caliente donde me dediqué a complacerla como nunca, mis dedos también participaron entrando y saliendo, como sé a ella le gustaba.
Ardientemente mi lengua la invadió, lamió y saboreó su ser, ella elevaba su pubis y meneaba las caderas formando un arco con su espalda y piernas haciendo el conocido puente, así pegaba yo toda mi boca y chupaba, lamía y mordisqueaba todo su sexo, esto la mataba, a veces lanzaba la mirada furtiva hacia la escalera, como tengo las ventanas detrás de mí, aprovechaba para verla y allí estaba ella, absorta en la imagen que su hermana y yo le estamos brindando, mirarla allí nuevamente fue la chispa que hizo mi sexo se irguiera esplendoroso nuevamente, mientras hacía acabar a mi esposa y me bebía sus néctares.
Me cambié de posición y ella colocándose arriba hicimos un 69 algo ruidoso, Gise realmente lo disfrutó ese día y tuvo varios orgasmos, esta vez duré bastante ayudado por la descarga anterior, pero estaba muy excitado y sentía que mi m*****o me iba a explotar como pocas veces.
Cuando sentí que iba a acabar le dije que si la quería en la cara y ella me respondió moviendo la cabeza y gimiendo un si sobre mi pene, cuando llegué al punto de no retorno le dije que se tumbara, me paré y arrodillé a su lado, le puse una mano en la frente, ella abrió la boca bien grande y apuntando mi cañón a su boca, me descargué por completo mi blanco placer que entraron en sus mejillas, boca y labios. Ella con avidez lamió sus labios y mi sexo, luego me tumbé sobre ella y nos besamos muy suavemente compartiendo mis placeres y abrazados miré de reojo a la escalera y todavía estaba allí la cabecita amarilla, Gise me dice entonces:
—¡Mi amor! ¿Qué tienes hoy? ¿Por qué estás tan salvaje?
—¿Cómo que, qué tengo?
—Si mi cielo, hace tiempo no nos dábamos una sesión mamatoria como la de hoy, estabas muy ardiente...
—Bueno mi cielo la verdad, es que desde esta mañana que me levanté, he tenido una erección perenne todo el día y he pensado mucho en ti.
—Si ya me di cuenta, pero me ha encantado, deberías tenerlas más a menudo...
—No te preocupes que estas vacaciones vaa a tener de mucho trajín —había encontrado algo con que excitarme constantemente— tanto descanso y tiempo de ocio van a hacer que me pidas misericordia ya tú vas a ver.
—Si claro promesas, solo promesas —Me dice ella a modo de reto.
—Deja que llegues esta tarde para que veas, que te vas a rendir tu primero.
—Si si si, claro...
Luego no vi más a Vero, luego de un descanso corto mi esposa se fue a su trabajo y yo me dediqué a dormir la siesta. Creo haber soñado con sexo, pues desperté con una erección monstruosa, y empecé a hacerme una suave masturbada mientras pensaba en los acontecimientos del día.
Vero es una jovencita tranquila de casa, hasta donde la conozco es algo tímida de entrada, pero cuando entra en confianza es más dada y abierta. Pese a ser bella, no es de andar saliendo o llevar amigas a la casa a cada rato, solo pocas veces, ella saca buenas notas, hasta la fecha había sido mejor estudiante de lo que fueron sus hermanas en el liceo y ellas fueron buenas estudiantes según sabía.
mas sin embargo, Vero realmente no es mi tipo de mujer. Me gustan tetonas, altas, con curvas voluptuosas, y Vero no, ella no lo es ni lo será, su cuerpo es estilizado y a menos que se opere los senos de allí no pasará, pero tiene un trasero hermoso y algo más me atraía mucho de ella, aún sin saber qué. Al darme cuenta estaba a punto de eyacular en mi masturbación así que me detuve, aterrizando y buscando alejar esos pensamientos libidinosos hacía ella.