Solo bastó su mirada penetrante cuando me dijo eso, no pensé en más nada. Salimos casi corriendo del restaurante, tambaleantes por las bebidas, subimos a mi auto y fuimos al sitio más cercano que podíamos ir antes de que cualquiera de los dos se arrepintiera en el camino.
Cuándo cerré la puerta de mi departamento nos volvimos par de pulpos en una feroz batalla, nuestras bocas se fundieron en un ardiente y feroz beso. Ella me pegó de la puerta empujando su pelvis contra mi erección, mis manos fueron directo a sus durísimas nalgas, tan duras que incitan a apretarlas con fuerza, con arrebato.
Pegados detrás de la puerta nos fuimos desnudando, ella sacó mi franela, solté su boca para sacarla de mi cabeza, cual rémora se pega de una de mis tetillas y las chupa con fuerza, jalo su vestido para
