Me asusté al pensar que estaba herido, por lo que abrí los primeros botones de la camisa con rapidez, topándome con que tenía una gasa empapada en sangre. La levanté levemente y vi el agujero, seguramente de una bala. Jalé cada cuerda que alcanzaba a ver en las paredes, abrí cada puerta: pequeñas, medianas y la única de tamaño normal; que era la que daba al baño, y fue donde encontré un botiquín. Decir que estaba muy bien equipado, era poco. Le cambié la curación, permitiendo a la adrenalina y al temor disminuir; entonces, me hice consciente de que la piel blanca estaba llena de tinta negra. Tatuajes, que no pude encontrar la figura que formaban. . . . -¿Eliza? –Lo escuché llamarme, y me reincorporé del suelo para descubrirlo sentado en la cama. -Aquí estoy –Llegué hasta él. -Nece
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