Capítulo 14

2170 Words
¿ACASO EXISTEN LAS ALMAS GEMELAS? SI NO SON FELICES EN UNA VIDA, INTENTAN SERLO EN OTRA Cuando llego frente a mi casa me quedo un momento viéndola. Tenía la esperanza de que Jay estuviera en mi cuarto, tenía la esperanza de recostarme junto a él sentirlo cerca. Quería volver con él. Pero ahora sabía que tenía un propósito aquí. Sin embargo no puedo hacerlo, no quiero ser una liberadora de almas porque no me siento capaz. Además, ser una liberadora de almas significa estar aquí para siempre y no volver a vivir. ¿Esa es mi respuesta acaso? ¿No viviré? Espero estar equivocada porque si es así voy a estar devastada para siempre, por toda la eternidad. Avancé a mi casa y crucé la puerta. Tengo días de no ver a mamá ¿por qué no viene? Subo las escaleras y me detengo frente a la puerta de mi habitación ¿Jay seguirá aquí? Si no es así tendré que ir a su casa como había dicho hoy. Iría con Jay, al menos lo vería y así lo sentiría un poco más cerca. Cuando cruzo la puerta no está Jay. No está en mi cama. Sentí un hueco en mi corazón al sentirlo lejos. ¿Por qué se fue? Es muy noche, me hubiera gustado que se hubiera quedado conmigo al menos por esta noche. Así sentiría que estoy protegida. Necesito sentir su abrazo y su calor. Estoy aterrada por lo que pasó y por la incertidumbre de lo que pasará. No estoy lista para nada de esto. No soy nadie especial para que me pasen estas cosas. Solo soy una chica común y corriente. No soy especial. ¿Por qué yo? Tengo que ir con Jay. Doy media vuelta para volver a la puerta pero un cuerpo parado justo frente a mi me lo impide. Doy un brinco en mi mismo lugar y me llevo una mano al pecho. ¡Jesus! Qué susto me dio. —Charles, ¿qué haces aquí? —lo miro mientras me alejo un poco. —Tenía curiosidad —me dice. —¿Curiosidad de qué? —fruncí el ceño. —Nunca antes había una liberadora de almas aquí. Al menos que fuera mortal. Tragué grueso. —¿Eso qué quiere decir? —retrocedí. Avanzó. —Quiere decir que es muy extraño que una simple chica como tú tenga ese don. Retrocedí. Avanzó. —Lo mismo pienso, créeme. —No estas lista para eso. Retrocedí. Avanzó. —Pensamos igual, Charles. —¿Por qué siento que te conozco desde antes? Retrocedí hasta que finalmente mi espalda chocó con la pared. Charles avanzó hasta que me dejó aprisionada. Estaba acorralada. Lo peor es que estaba muy cerca de mi. Y no sé por qué eso me puso nerviosa. —Quizás me has visto mientras vivía —respondí mirándolo a los ojos. Ahora sí podía verlos: oscuros como la noche. —No creo, recordaría haberte visto por aquí —dice— es mucho más que eso. Toma mi mano. Su toque es tan frío. Eleva mi mano izquierda y busca algo en ella. —¿Qué haces? Su mirada se detiene un mi dedo anular de la mano. Y es que en ese dedo tenía una marca pequeña. Una marca color café. Siempre la había tenido. —Nada —me dice, alejándose un poco— ¿pensabas ir donde tu novio? Las veces anteriores te he perdonado la vida, Samantha, pero no te aproveches de mi generosidad. Puedo llevarte a la oscuridad en cualquier momento. No me retes. —¿Puedes hacer eso? Digo, como somos los mismos pensé que conmigo no podías —me miré las uñas. Se ríe. —Parece que aprendes rápido. Me encojo de hombros. —¿Has pensando en que deberías de liberar a Jay más que a nadie? Me puse seria. —¿De qué hablas? —Vamos, Sam, lo pensaste. Es hora de que hagas caso a tus pensamientos. Eres inteligente y sabes de lo que hablo. Ahora que supiste que tienes una función aquí: liberar almas, ¿aún sigues creyendo que volverás a la vida? Te dieron un trabajo. No vas a volver nunca. Sus palabras me dolieron. No pude evitar sentir que mis ojos picaban amenazando con llorar. Pero no lloraría en frente de Charles. No le daría ese gusto. —Eso no es cierto. Volveré con Jay. Lo siento en mi corazón —quizás sonó un poco cursi pero era lo que sentía. Puede que las circunstancias ahora no sean las mejores y parezca que todo está n***o y oscuro pero encontraré la luz. Encontraré mí luz. —No te hagas ilusiones, Sam, no vaya a ser que te caigas de un golpe de esa nube en la que estás. Sabes que no volverás. Tienes una función y estarás aquí hasta el final de los tiempos. Verás la vida pasar al igual que todos aquí. Verás la vida de Jay pasar frente a ti. Lo verás casarse, lo verás tener hijos, lo verás decirle te amo a otra mujer, lo verás hacer el amor con otra mujer, lo verás envejecer a la par de su esposa. Lo verás morir. Y uno de los dos se encargará de llevar su alma. Veremos en donde pertenece Jay, si contigo o conmigo. —¡Cállate! —me puse de rodillas. Ya no podía contener las lágrimas. Todo lo que me dijo Charles me afectó más de lo que creía porque no quería ver la realidad. Esa era mi realidad. Charles había dicho exactamente lo que estaba retrasando. No había querido pensar en eso porque me dolía en el alma al imaginar a Jay con otra mujer. No quiero ni pensarlo. Me pegué en la cabeza para que esas imágenes se fueran. Amaba a Jay con todas mis fuerzas y no sé si sonará egoísta pero quería que estuviera conmigo. Mi corazón lo necesitaba. Sentía un vacío enorme dentro de mi que solo él lo podía llenar. —¿Por qué eres tan cruel conmigo? —lo miré. Charles estaba viéndome sin expresiones. Miraba mis lágrimas caer por mis mejillas y no hacía nada. No provocaba nada en él. Charles se agachó junto a mi mientras elevaba su mano y me limpiaba una lagrima solitaria. Su toque me provocó escalofríos. —Alguien te tenía que decir la verdad, Samantha. Yo sé lo que se siente ver pasar la vida de la persona que amas. Yo sé lo que se siente que esa persona te olvide y que le diga te amo a otro, que haga el amor con otro, que planeé un futuro con otro mientras yo me quedo en el olvido. Sé lo que se siente. Pero así como yo, tu también lo vas a superar. Y volverás a estar bien. —No creo que pueda estar bien nunca. —¿Lo amas? Lo miré directo a los ojos. —Con toda mi alma. Charles cerró los ojos por un segundo, fue un gesto que no logré entender. —Me tengo que ir —se puso de pie, pero fui más rápida y lo tomé de la mano. —Espera. No sé por qué pero sentí que tenía que hacer algo. Elevé su mano izquierda y me fijé en su dedo anular. Tenía la misma marca que yo tenía en mi dedo. Eso fue lo que vio hace un rato. —Tenemos la misma marca en el mismo dedo —comenté— supongo que es algo que personas como nosotros tenemos que tener, ¿no? —¿Personas como nosotros? —Si, liberadores de almas. O condenares de almas. Charles suspiró algo decepcionado, ¿acaso pensaba que le diría otra cosa? —Sí, es por eso —se soltó de mi agarre. —Me tengo que ir —dice. —¡No! Me sorprendí por mi reacción. —Charles, no te vayas. Me siento muy sola —acorté la poca distancia que nos separaba y lo abracé. No sé por qué lo hice, fue un impulso. Solo que necesitaba sentir el abrazo de alguien. Si Brandon hubiera estado aquí igual lo hubiera abrazado. Pero estaba Charles. Y no me importa si no lo conozco lo suficiente, necesitaba sentir el abrazo de alguien justo en ese momento. —Abrázame, Charles —pedí. Charles dudó un poco pero al final también me abrazó. Sentí que él también lo necesitaba. Quien sabe desde cuando no abrazaba a nadie así. Nos servimos el uno al otro. Él me abrazó fuerte, como si no me quisiera soltar. Fue extraño pero no me desagradó, todo lo contrario, me gustó. Me hizo sentir a salvo. El olor de Charles me resultó familiar pero no pude recordar de dónde. —No sé por qué me pasa esto a mi, Charles, ¿por qué yo? —Créeme, es lo mismo que quisiera saber —dice. Me separo un poco y lo miro. —¿Tienes mucho de estar aquí? —quise saber. —Mucho tiempo. —Lo siento. —No importa —su mirada pasó a mis labios— Sam yo, necesito hacer algo. Si no lo hago creo que me arrepentiré toda la eternidad. El destino me dio una oportunidad más y no la pienso desaprovechar. —¿Qué cosa? —quise saber. La verdad no entendía nada de lo que estaba diciendo. —Esto. En un abrir y cerrar de ojos, Charles me besó. Fue un beso tan lleno de sentimientos y tan lleno de desesperación. Sus labios se movían al mismo ritmo que los míos. Sus labios se sentían helados y suaves. Su mano bajó a mi cintura atrayéndome más a él. Enrosqué mis manos detrás de su cuello, enterrando mis dedos en su pelo. Me besaba con tanta pasión y con tanto deseo. Me encaminó hacia la cama, haciendo que cayéramos en ella. Él encima de mi. —Sam, esperé mucho para esto. ¿Cómo así? Y entonces supe lo que estaba pasando. ¡Me estaba besando con Charles! ¡Con alguien que no es Jay! Me separé de inmediato de él, empujándolo para poder salir de allí. Me puse de pie y me alejé un poco. —¿Qué pasa? —se levanta Charles. —Que no puedo hacer eso. No puedo fallarle a Jay —expliqué— yo lo amo y, siendo sincera, no quiero estar con nadie más que no sea él, Charles. Lo siento —salí corriendo de mi habitación. —¡Sam! Bajé las escaleras y salí de mi casa, corriendo por las calles sin ver atrás. No sé si Charles se quedó en casa o si me está siguiendo, lo único que sé es que necesito estar con Jay. Necesito ir a su casa. Corrí, corrí y corrí. Pasé por el puente que lleva a Palm Springs, seguí corriendo sin ver atrás hasta llegar frente a su casa. Había un portón enorme azul. Todo estaba oscuro. Pasé por el portón, subí las escalerillas y pasé por la puerta principal. Una vez nada más había entrado a esta casa y había sido hace muchísimo tiempo. Había un sofá, estaba la tele, unos cuadros, un comedor, la cocina más adelante. A la par mía estaba una puerta. Supongo que era el cuarto de Jay, pero antes de entrar donde él noté una sombra blanca pasarse de la cocina al baño. Me dio miedo. Hace mucho Jay me había contado sobre algo así, sobre una mujer vestida de blanco que se paseaba por su casa. Él pensaba que solo eran ideas suyas pero ahora que pude ver eso es más que claro que no. Avancé hacia el baño para ver de quien se trataba y qué era lo que quería de Jay de una vez por todas. —¿Hola? —dije. —Hola —habló alguien. Fue una voz pausada y llena de susurros. Fue más un susurro. —¿Quien eres? —me adentré más. En las cortinas de la baño, en la tina, había una sombra negra. Así que supuse que allí se encontraba ese espanto. Cuando los dedos de la mujer tomaron la cortina y la empezaron a correr mi piel se erizó por completo. Su mano estaba podrida completamente y sus uñas quebradas y largas. Retrocedí porque la verdad ya me estaba dando miedo. —¿Qué buscas aquí? —pregunté en un hilo de voz. —Yo quiero... un alma. Tragué grueso. —¿Qué alma? Dejó de tomar la cortina para señalar algo en la pared. Seguí su mirada a un retrato. Me quedé estática y sin hablar al ver quien estaba en esa foto. Era Jay. Y un demonio se lo quería llevar. —¿Por qué él? —Es mi favorito. En cuanto dijo eso se asomó de las cortinas y me enseñó su demoníaca cara.  Grité, sí, grité al ver su cara larga y sus ojos negros como la noche junto con sus dientes afilados y llenos de baba. Era un demonio. Un demonio que se quería llevar a Jay.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD