Capítulo 17

1803 Words
EL SOL ILUMINA TU CAMINO —¿Cómo te sientes? —le pregunté a Sol. Estaba anocheciendo, el sol se había ocultado hace un rato. Las olas del mar se escuchaban a lo lejos. La marea había bajado un poco. La luz de la luna nos iluminaba, la noche estaba azul. Sentados en la arena, Brandon, Sol y yo estábamos en silencio. —Ni siquiera sé qué siento —respondió, ahora su voz era apagada. No era como la Sol de hace unas horas: tan viva y alegre. Cuando Sol miró su cuerpo muerto en la arena se quedó estática y sin habla así que nos sentamos bajo un árbol en la arena y dejamos que se tranquilizara. La gente se fue, se llevaron el cuerpo de Sol y su mamá también se fue. La playa había quedado vacía. Todavía escuchaba los gritos de Sol cuando se estaba ahogando en el mar. Fueron ecos que quedaron en mi mente. Sol había pasado todo el rato en silencio, sin decir nada, pensando, sufriendo por dentro. Mientras ella estuvo sin habla, Brandon aprovechó para decirle lo que le está pasando justo ahora. Pero ella no reaccionaba, solo escuchaba, inexpresiva. —Es normal, me pasó justo lo mismo —le dije— yo llevo poco tiempo aquí en realidad. Y es muy difícil aceptarlo, yo ni siquiera acepto que estoy muerta. Brandon ha sido un gran apoyo para mi. Estoy segura de que podremos superar esto algún día y aceptarlo. —¿Aceptarlo? —se rió— Estoy muerta, ¿qué se supone que haga ahora? Miraré pasar la vida y yo me quedaré aquí estancada. No quiero. Me niego —se pone de pie y lleva una mano a su cabeza. —Sol, no queremos que lo aceptes —Brandon se pone de pie y la tranquiliza— Es solo que lo que tú estás pasando ahora yo ya lo pasé. También morí ahogado en este mismo mar como tú. Hace muchos años. Sam lleva poquito tiempo aquí y aunque al inicio estaba necia y decía que necesitaba volver a la vida y que jamás aceptaría que se quedaría aquí para siempre, hoy me dijo que eso había cambiado. Hay mucha gente aquí que se quedó atrapada en el limbo. Muchos. Estamos entre los vivos y los muertos. Para Sam es mucho más difícil porque está enamorada y tiene que renunciar a su gran amor para que él pueda ser feliz. Para Sam es una de las decisiones más difíciles que ha tomado en su vida. Y lo hará. El punto es que de nada nos sirve lamentarnos ahora. Eso no cambiará nada. Eso no nos devolverá la vida. —Brandon, puede que tengas razón pero comprende a Sol, está recién lo que le está pasando y se siente confundida. Yo la entiendo. —Yo también la entiendo, Sam. Sol empezó a llorar. Me puse de pie y me acerqué a ella. —Brandon —lo regañé. —Discúlpame, Sam, es solo que no quiero pasarme la vida teniendo que explicar a todas las almas que vienen aquí lo que les pasa ¡estoy cansado! —confesó, yéndose lejos de nosotros. —¿A donde vas? —no me respondió. —No quiero estar aquí —sollozó Sol—quiero volver con mis padres. Quiero volver con mis amigas. Quiero vivir —se puso de rodillas. Me hinqué a su lado también. —Desahógate. Eres libre de hacerlo. Te sentirás un poco mejor después de hacerlo. —¿Por qué me pasa esto a mi? Es lo mismo que yo me preguntaba. ¿Qué hicimos mal? —Tenía tanto por vivir, tanto por conocer. Tenía muchos planes —lloraba desconsoladamente. Todos teníamos muchos planes antes de venir aquí. Planes que se quedaron en el olvido. —No quiero estar aquí. —Tranquila, yo entiendo por lo que estás pasando justo ahora. Yo pasé por eso mismo. —¿Hay alguna salida? —No la hay, Sol. Si viniste al limbo es porque tienes cosas pendientes que hacer. Quizás sientas que aún no es el momento. Yo por ejemplo, ni siquiera me di cuenta cuando fue que morí, solo estaba acostada una noche dispuesta a dormir y luego desperté aquí. —Eso es peor, creo. —Lo es. • —¿Estás mas tranquila? —No, pero ya no lloraré. Quiero pensar que esto es solo una pesadilla de la cual despertaré muy pronto. Y fue entonces en donde pensé que yo era una liberadora de almas y que si Sol quería, podía llevarla hacia la luz. —Sol, ayer me di cuenta de que soy... una liberadora de almas —le digo. Ella frunce el ceño sin entender— lo que quiero decir es que si no estás a gusto aquí, puedo llevarte a... —¿Al cielo? —Eso creo. Aún no sé muy bien cómo funciona pero quizás lo intente. Yo supongo que allá arriba no habrá sufrimiento, ni llanto, ni dolor, ni desespero. Allá arriba estarás feliz, a pesar de tus padres o amigos, sentirás que no te faltará nada y te sobrará la paciencia para esperarlos. Sol dudó. —¿Tu crees? —Eso creo. —Sería genial, Sam, pero... no creo que yo vaya al cielo —baja su cabeza. —¿Por qué no? —Hay muchas cosas que no sabes de mi, Sam, no soy tan buena como aparento ser. —¿Qué podrías haber hecho de grave para que no merezcas estar en el cielo? —No lo sé. Todos somos pecadores y pecamos en vida, nos acercamos a Dios cuando necesitamos de él, cuando estamos enfermos o al borde de la muerte; pero cuando estamos bien, cuando estamos sanos ni siquiera nos acordamos. Hacemos cosas que pensamos que no son malas pero en realidad lo son. Nos merecemos todo lo malo que nos pasa y luego nos preguntamos hipócritamente ¿por qué a mi? —Eres muy sabia, Sol —admití. Tenía mucha razón en lo que dijo. —Y aunque nos demos cuenta de todo y tenemos la oportunidad de cambiar, no lo hacemos, seguimos en lo mismo. Hasta que nos pasa algo como esto que nos hace abrir los ojos, pero es demasiado tarde ya. Suspiré. —Lo siento —musité— suenas a alguien que ha vivido una vida... loca. —Casi, Sam, casi. —Aunque estemos aquí podemos arrepentirnos y reparar nuestros errores —le dije. —¿Cómo? ¿Conoces a alguien que lo haya hecho? —Claro. Chico es un amigo, llevaba más de 40 años aquí, sufriendo y lamentándose que parecía que todo estaba perdido. Es más, había una especie de oscuridad que se quería apoderar de él. Pero Chico hizo algo bueno, se arrepintió y decidió hacer el bien. Ahora esa oscuridad no existe más. Y él, a pesar de estar aquí, está bien. Estoy segura de que pronto irá a la luz. No todos los que estamos aquí nos quedaremos para siempre. Llegará un momento en que nuestra misión en este lugar se termine y, dependiendo de lo que hayamos hecho, iremos a la luz. —Pareciera algo del final de los tiempos. —Estamos casi cerca, te lo aseguro. —¿Brandon es bueno? —me pregunta de pronto. —Si, es la persona más buena que haya conocido. —¿Cuánto tiempo lleva aquí? —Casi seis años ya. —Si él hace las cosas bien y es bueno, ¿por qué lleva tanto tiempo aquí? Buena pregunta. —Quizás aún no termina su misión aquí. —¿Cual crees que sea mi misión? Otra pregunta más de la cual no tengo respuestas. —No lo sé, Sol. —¿La tuya es llevar almas al cielo? —Quizás. Pero ven, vámonos de aquí porque se está poniendo más oscuro y no es bueno andar solas por estas horas. Te quedarás en mi casa mientras tanto. No te puedes quedar aquí sola. No lo permitiré. —nos pusimos de pie. —Gracias por las cosas que me dijiste. Me sirvieron de mucho, en serio. —No agradezcas. Solo te dije la verdad. —¿Brandon volverá? Me llamó la atención el por qué tanto interés en Brandon. —Él volverá. O eso espero. Mientras íbamos caminando por la calle que llevaba a mi casa, Sol miraba todo como si fuera nuevo. Habían algunas almas que nos miraban extraño, bueno, a Sol y otras que no nos ponían tanta atención. A pesar de que me entristecía que Sol haya muerto, al menos estaba conmigo y me empezaba a sentir un poco menos sola. Cuando llegamos frente a mi casa, Brandon está en las escalerillas como hace unas horas. Estaba sentado y pensativo. Al mirarnos se pone de pie. —Sam, ¿podemos hablar? —Hola, Brandon —lo saluda Sol. —Sol, ¿estás mejor? —Más o menos. —Vamos dentro de la casa si —respondí. Tomo a Sol de la mano y atravesamos la puerta. —¿Cómo hiciste eso? —inquiere Sol un poco asombrada una vez que estamos dentro de la casa. Reí. —Luego te explico. Brandon me toma de la mano y me lleva a la cocina. —¿Qué pasa? —No podemos tener a Sol aquí, es peligroso que esté fuera de su lugar de muerte. —No la puedo dejar afuera sola, se morirá del miedo. Bueno, de nuevo. —Si Charles o otro condenado la mira aquí puede que no le perdonen el alma. —De Charles me encargo yo. Frunce el ceño. —¿Por qué lo dices? —Bueno —me rasqué la nunca un poco nerviosa— no te conté porque no tuvimos tiempo pero anoche, luego de venir de la escuela, Charles se apareció en mi cuarto y me dijo muchas cosas. —¿Cosas de que? —Me dijo que sentía que nos conocíamos de antes. Incluso tenemos la misma marca en este dedo —levanté mi mano y le enseñé mi dedo anular—, de hecho él fue quien me estuvo convenciendo para que liberara a Jay de una vez por todas. —¿Liberarlo cómo? —Es decir, dejar de luchar para encontrar una salida que no existe y dejar que Jay haga su vida. De hecho me dijo que hay una manera para que me pueda despedir de Jay para siempre. Y creo que será lo mejor. —¿Qué manera? —Brandon estaba tan atento escuchándome y preguntándome cosas. —No sé bien, algo sobre un ascensor y así. —¿Qué mas te dijo, Sam? —P-pues —tartamudeé— me dijo que hablaría con otros condenados para que le dieran más información sobre eso. —¿Pasó algo más que no me quieres decir, Sam? —Brandon, ¿estás más alto? Ya no pareces ese niñito que conocí. —Eso lo he notado, créeme. Pero dime, Sam, es muy importante que no omitas nada. —Bueno, Charles me besó. Frunció el ceño. —¿Te besó? Asentí. —¿Y tienen la misma marca? Asentí de nuevo. —¿Y los dos son encargados de liberar almas? Y condenar, por supuesto. —Así es. —¿Y él quiere que olvides a Jay y aceptes tu destino? —Eso creo. ¿Por qué? ¿Es algo malo? —No es algo malo, Sam, sino es algo que me parece muy egoísta de su parte. —¿Por qué lo dices? —Mira, quédate con Sol aquí mientras yo voy a la biblioteca principal y traigo algunas cosas, ¿si? Te explicaré bien cuando venga pero no te muevas de aquí. No tardaré. —Está bien. Aquí te espero. Brandon salió casi corriendo de la cocina mientras a mí me dejó con Sol y con muchas dudas en mi cabeza. ¿Por qué actuaba así respecto a Charles? No lo entendía.
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