8. UNA CONVERSACIÓN.

1076 Words
Santiago miraba curioso a Fernanda que acompañaba a Rodrigo mientras metían los caballos en las caballerizas. Desde que la conocía sabía de su amor por los caballos, eran casi como sus amigos y siempre que podía se ofrecía para hacer las tareas en las grandes y casi infinitas caballerizas de la hacienda. Estaba tan metido en su observación que no se dio cuenta del momento justo en el que su asistente lo increpó. —Si la sigues observando así, cualquier persona te puede denunciar por acoso, pareces un asesino serial. —Voy a olvidar que dijiste eso y que en su lugar las palabras que usaste fueron, “pareces un hombre profundamente enamorado”. —Sabes que mirándola así no vas a obtener nada. —Isadora, ¿qué carajos es lo que quiero? —A esa chica. —Pero ella no me quiere a mi. Ni siquiera sé porqué sigo aquí. —Por que estas enamorado y el amor se trata de eso, de tener fe, de guardar la esperanza, de perseverar, de esperar, de paciencia, de entender al otro, inclusive de querer matarlo cuando hace algo que odias profundamente pero no lo matas —Isadora le entregó las carpetas que necesitaba que contenían los documentos que Santiago debía firmar, nuevos negocios—. Firma —a veces en realidad la jefa parecía ella y no Santiago—. Ahora, por favor no olvides algo muy importante, aunque el amor sea todas esas cosas lindas, no confundas ninguna de ellas con mendigar por sentimientos, si te quieren luchan por ti, de lo contrario deja ir eso porque te hará daño, el amor nunca puede ser unilateral, si lo és, entonces no lo necesitas en tu vida. Las últimas palabras de Isadora fueron frías, duras, pero certeras, Santiago sabía que había mucha verdad en ellas y aunque no quería decir nada más, la detuvo a media marcha. —¿Cuándo se hará oficial? —El lunes por la mañana —Isadora miraba la puerta café, estaba lista para irse y se mordìa la lengua al punto del dolor, pero Santiago era su amigo y ella era una de las buenas—. Santiago, nunca das un paso en falso, nunca tomas decisiones precipitadas, por favor no lo hagas con esto, estás poniendo en contra a toda tu familia por esa chica. —Esto son negocios, no tiene nada que ver con Fernanda. —Eso no es lo que va a pensar tu hermano cuando se entere de esta adquisición. El ruido de Fernanda y Rodrigo entrando por la puerta trasera dio fin a aquella conversación, pero Isadora siendo Isadora no pudo quedarse callada del todo. —Me enseñaste hace mucho tiempo que las inversiones son riesgos, pero esto no es una inversión, Santiago, es un riesgo. Fernanda que había escuchado las palabras de Isadora se detuvo antes de continuar con su paso a la habitación, pues quería tomar una ducha, miró fijamente a Santiago y este le dio una mirada extraña una que ella no supo descifrar como en otras ocasiones. —¿Qué sucede? —Hablemos. —Quiero tomar una ducah, estuve todo el día fuera —Fernanda creyó que Santiago sería comprensivo, que la dejaría tomar la ducha y prepararse para lo que sea que él quería decir, pero no la dejo moverse ni un centímetro. —Ahora, tenemos que hablar ahora. La castaña que traía las botas llenas de lodo, pasto y heno tomó asiento en una de las sillas del comedor, se sirvió un vaso de agua y lo bebió de un solo trago, miró a Santiago que seguía de pie y sonrío. Siempre le había parecido el más hermoso de los dos, sin embargo sus ojos se clavaron en Juan Daniel, tal vez por esa sonrisa coqueta y esa actitud siempre relajada que había mostrado, además de su incesante interés en ella. Desde que eran niños. —Me pediste que te liberara y libertad tienes, Fernanda. Dime que es lo que quieres de mi. —¿Qué es lo que quieres tú, de mí? Finalmente si estoy aquí es por ti —no era un reproche precisamente, pero era la verdad, de lo contrario ella hubiese seguido en la Hacienda junto a su madre. —Te lo dije el día de la boda de mi hermano, te quiero a ti, quiero que seas mia. —¿Tuya? —Suena peor de lo que parece, en realidad solo quiero estar contigo Fernanda, me gustas desde que era un niño y con el tiempo aprendí a verte como mujer, a valorarte y tal vez mi error fue callar y dejar que Juan Daniel hablará primero. —Lo supiste todo el tiempo, ¿verdad? —¿Qué? —Mi relación con Santiago, los golpes de tu madre, todo. —Si. —¿Por qué no dijiste nada antes? —Aún me doy golpes de pecho por eso. —Santiago, si no puedo corresponder a tus sentimientos, si todo esto se vuelve una pérdida de tiempo, yo… —Al menos lo habremos intentado Fernanda y eso para mi… —No va a ser suficiente, porque tienes expectativas sobre mí, sobre lo que puede pasar con nosotros, sobre lo que podríamos ser. —En eso te equivocas, no tengo expectativas, tengo intenciones que ni siquiera son sueños. Así que si lo que te preocupa es que yo me decepcione porque mañana sigas enamorada de mi hermano, solo puedo darte la certeza de que no estaré dolido en mis sentimientos, más será una decepción sobre ti porque siempre te he considerado una mujer inteligente y de sabías decisiones. El rostro sonrojado de Fernanda era un poema, en realidad Santiago le había dicho lo que le acababa de decir, que era una tonta, que todo el tiempo que había estado enamorada o al menos ilusionada con Juan Daniel había sido la tonta más grande del mundo, algo que llevaba diciendo a sí misma durante semanas. Pero que se lo dijeran tan certeramente no era sencillo. —De acuerdo. —¿Aceptas? —Acepto. —¿Condiciones? —La pregunta de Santiago le dio algo de risa a Fernanda, porque aunque aquello le daría una ventaja sobre el chico, ella no estaba dispuesta a usar eso a su favor. —No las necesito, confío en ti. —Ve a tomar esa ducha, esta noche saldremos a cenar. —¿Otra conversación? —Más bien nos vamos a conocer mejor.
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