—¡Busquenla! —Santiago estaba entrando en un ligero ataque de pánico, sus hombres buscaban por el lugar, habían pasado exactamente 30 minutos y él se temía lo peor, pero no creía que su madre pudiese llegar tan lejos. Su advertencia había sido clara y en dos noches tenían esa cena en la que esperaba anunciar formalmente su relación con Fernanda. —Señor —dijo un hombre mayor y canoso. —¿Dónde está? —el hombre lo miró algo aturdido y reaccionó ante el gruñido de su jefe. —Tiene que ver esto. Los hombres lo llevaron hasta el centro de seguridad del restaurante, las cámaras estaban encendidas y se veía claramente cada movimiento de Fernanda, desde que salió del baño y fue tomada por Juan Daniel, cuando la subió al auto y cuando él partió de allí. —Ubiquen a mi hermano y que alguien lo