Rosso

2833 Words
ADAMO/DEMON Un par de horas más tarde, nos encontramos con los demás. Cada quien estaba abstraído en sus asuntos, sin prestar atención a nuestro alrededor, ni yo que siempre solía estar pendiente de todo. La pelinegra que tenía sentada en mi regazo se había llevado toda mi atención desde que llegamos. Maldito Brian, había tenido razón, era buena en lo suyo. Tenía frente a mí a la hija del lugarteniente de Kansas, ¿qué hacía en este territorio? Ni idea, y tampoco me importaba, lo único que lo hacía era su boca rodeando mi polla para luego de eso follármela duro contra el azulejo del baño de este lugar. Si maldita sea, estaba jugando con fuego, pero solo sería un polvo de una vez y nunca más la volvería a ver, eso esperaba. —Vamos, preciosa —le dije en un tono más ronco por lo excitado que me hallaba a causa de sus buenos movimientos que hizo en mí entre pierna. Se levantó de mi regazo y la seguí. Antes de alejarme le doy una mirada rápida a Brian, para darle entender que me demoraré un buen rato en volver. Él solamente me guiña un ojo junto con su sonrisa burlona. El muy cretino se encontraba rodeado de dos morenas, una a cada lado de él, en el amplio sillón del reservado que solemos usar cuando venimos a este club. Y al otro extremo del sofá, se encontraba Maykel, devorando con su boca a una rubia de tetas enormes, ese maldito y su obsesión con las rubias. Maykel, es como quién dice mi jefe, después de Rosso, el amo y señor de Nevada. Nunca he sabido su relación, tengo entendido que son muy amigos y por esa razón el jefe lo convirtió en su mano derecha. Al otro lado se encontraba Hank, el encargado de distribuidor la droga en estos sitios. No está todo el clan más allegado a Dmitri, muchos de ellos están ahora operando algún trabajo por orden de nuestro jefe, nosotros teníamos más privilegios. Agarré la muñeca de la chica que tenía a lado, la llevé a los baños. Abrí completamente la puerta y tire de ella hasta uno de los cubículos. Lo mejor de esto es que llevaba un vestido demasiado corto, cosa que no iba a costarme nada follármela. Y de esa manera así lo hice, la follé contra esas paredes, duro y rápido. Ella gimió y gimió, me pidió más y por supuesto no lo iba a desaprovechar. La agarré con más fuerza, entrecerrando los ojos y la follé más rápido, hasta hacer que se corriera gritando mi apelativo. Que importaba que todos allí afuera nos escucharán, no sería la primera vez que ocurría. La seguí unos minutos después casi no lo consigo cuado la escucho llamarme "baby" y eso jodidamente me molesto, no estaba para esas mierdas. Al final terminé correrme; salí de ella y arrojé el condón al inodoro, y la dejé allí de pie. —¿Te vas? Baby —pregunto con voz melosa cuando me miró acercarme a la puerta del cubículo —Pensé que esto apenas comenzaría. No sé que estaba rondando por esa cabecita, pero si piensa que vamos a continuar follando, estaba equivocada. —Debo irme —respondí sin tomarle importancia al asunto, pero ella prosiguió. —Creí que… Iríamos a tu depa —se acercó jugueteando con sus manos hasta mi pecho y luego a mi cuello y fijo sus ojos oscuros en mi mirada gris —Te han dicho alguna vez que tienes unos ojos preciosos baby, los más ardientes que he visto. ¿En serio estaba coqueteando conmigo, después de que la folle? Ruedo los ojos y me deshago de sus brazos que seguían rodeando mi cuello, y la aparté. —Nunca llevo a nadie a mi apartamento —remarco —Y no te dirijas a mí con ese jodido mote —dije en un tono amenazante. Una vez que se lo deje dicho salgo y con ella por detrás siguiéndome. Lo que me faltaba, una maldita acosadora. —Baby —me llama, pero la ignoro y salimos del baño —Perdón... Demon —se corrige al recordar mi advertencia, pero eso no hace que ponga mi atención en ella. Una vez fuera, la música me ayuda a ya no escuchar su jodida voz de pitido escandaloso. No me detengo y sigo hasta llegar al reservado. No tarde mucho esta vez como lo había anunciado antes, y es que las ganas de continuar teniendo sexo con esta mujer se habían ido en el momento que se puso cursi. Esas mierdas no iban conmigo, así que no espere que le responda de la misma manera. —¿Tan malo fue? —pregunto Brian cuando me miró. Le echo una mirada para qué se callará; él solo se burlo y levantó las manos en modo rendido —Esa mirada lo dice todo —y continúo burlándose. Conociéndolo, así era él, todo lo tomaba en forma de burla y le encantaba joderme. —Iremos a su depa —insiste la acosadora que seguía a mi lado, se cuelga de mi brazo como una niña, mientras sonríe —La pasamos increíble y queremos continuar, ¿verdad, cariño? Mierda… De haber sabido nunca la hubiese follado. Brian me observa con una ceja alzada y su sonrisa habitual, sé que esto le divierte. Maldito. Cuando estoy por mandarla a la mierda; un escándalo se proclama fuera de los reservados. Luego de eso le siguen unos disparos que nos hacen reaccionar de inmediato para tomar nuestras armas, las cuales estaban sobre la mesa de centro, frente al sofá grande donde estábamos todos sentados. Las mujeres que estaban a nuestro lado gritaron aterradas, la chica acosadora se colgó más de mi cuerpo, igual como un simio en un árbol. Unos de nuestros hombres que trabaja para Rosso, llego al reservado y nos avisó de que era gente de Caruso, quiénes atacaron el club. —¡Mi padre ya se enteró! —vocifera espantada la mujer a mi lado. Lo que nos faltaba, que haya líos de faldas. Rosso no estará muy contento con esto. —Jodida mierda en la que nos metiste Demon —sisea el rubio, Maykel. Resoplo, nunca iba a admitir que fuera culpa mía. Solo paso y ya —Marchémonos, antes de que se sepa que estuvimos hoy aquí. —Lo más probable es que ya estén enterados, por eso es que han llegado hasta aquí. —Da igual, no lucharé por una puta —increpo May. —¡Ey! —se quejó ofendida mientras lo miró de mala gana —Eres un imbécil y cobarde. —Lo siento muñeca, pero nosotros nos manchamos las manos de sangre por cosas importantes, no por mujeres —finalizo y se marchó por la puerta trasera. —Mierda, debemos irnos Demon, no podemos contraatacar, ellos deben de ser más —dijo Brian. Odio huir como un cobarde; sin embargo, ellos tenían razón, en cierta forma. Por un lado, no era correcto que nos fuéramos sin responder. Pero si me pongo a razonar, esto puede terminar en una guerra, una que no le agradaría nada a Dmitri, y yo no sería el causante de empezarla. Al final decido irme y salgo por la misma salida que uso May. Antes de alejarme escucho a Brian decirle algo a la acosadora. —Nos vemos luego, pastelito —ella grita mi nombre e insistiendo a que me quede, pero ignoro todo a mi alrededor y avanzo hacía fuera. No entendía a Brian, no sé por qué a todas las mujeres que le atrae debía ponerles apodos estúpidos. No replicó por su propuesta de verla de nuevo, más tarde me escuchará, si quiere verla que lo haga él, porque conmigo no cuenta ya. Ya estando afuera del club May me deja dicho que tenemos reunión con el jefe. Había llamado un poco antes de que sucediera todo el alboroto allí adentro, no me había enterado porque estaba follandome duro a la hija de Caruso, contra el muro del baño. Solté una respiración profunda. El olor a humo flotaba en el aire. Estimulante, acostumbrado a los sonidos y olores de este lugar. Las luces llamativas de Las Vegas brillaban más cada vez que nos acercábamos a la ciudad. Mi hogar. Al llegar lo primero que escuché fueron jadeos de dolor, y al cruzar las puertas de la bodega abandonada que usábamos para nuestras reuniones y entre otras cosas más. Este sitio más que nada se utilizaba para traer a los malditos bastardos que debían saldar alguna deuda con nuestro capo, pues aquí los gritos nadie podía escucharlos. El edificio se ubicaba en una explanada amplia y solitaria, dónde nadie solía venir más que nosotros, ya que estaba fuera del mapa. Cuando llegamos a la planta alta miramos como Dmitri le estaba dando una paliza a un maldito infeliz, que al detallar bien su rostro casi irreconocible pude comprobar que no lo conocía. Se detuvo en el momento que nos vio. Se limpió las manos llenas de sangre con la camisa que se había quitado, ya que se encontraba con el torso descubierto. Ni siquiera se puso cinta o algo que protegiera sus nudillos, Rosso era así, salvaje e incontrolable. Rosso era el mejor en luchas, parecía que había nacido para eso. Él fue quién me enseñó a luchar, como sobrevivir en este jodido mundo y como matar sin rastro de remordimientos. Fue quien me dio un techo al principio y puso comida sobre la mesa para mí, yo debía pagarle con lealtad. Fueron tantas las ganas de convertirme en su mejor soldado, su mejor hombre de combate, y así fue como pasó. Me uní a las luchas para comenzar, él me entreno y creo su mejor discípulo. Hoy en día soy lo que soy por él. —¿Qué mierda les pasa? — Brama, recibiéndonos con su habitual mal humor luego de casi asesinar a un tipo.—¿De cuándo acá corren como unas putas nenas? Lo suponía, ya estaba enterado del lío que ocurrió en el club. Los avisos siempre le llegaban rápido, antes de que nos reuniéramos. —Fue Maykel —replico de inmediato Brian —Él sugirió que nos fuéramos. Le doy un codazo en el costado para que se calle la puta boca. Siempre era muy bocón y aunque fuera cierto o no, nunca se quedaba callado. May le echa una mirada fulminante a Brian, y luego de eso se giró para ver a nuestro capo quien seguía frente a nosotros y arriba del ring, esperando alguna respuesta de nuestra parte. —Deshazte de él y limpia su porquería —miro a Brian y señalo con la cabeza hacia el cuerpo que hacía tirado en el suelo casi muerto. Brian obedeció la orden y subió al ring para ir por el infeliz que seguía tendido en el suelo mientras arrojaba sangre por su boca como si fuera vómito, lo levanto fácilmente y lo cargo como un costal. Luego de eso salió del lugar para ir a tirarlo, ya sea al lago o a otro sitio. —Rosso, yo me fui de allí porque… —No les pedí que vinieran para darme explicaciones de ese asunto —lo interrumpe —En estos momentos hay otra cosa con más importancia. Ambos nos vemos, ¿qué era eso tan importante? Rosso bajo de un saltó del ring y aterrizó junto a nosotros. Luego se encaminó a la sala de reuniones, Maykel y yo lo seguimos. Al llegar tomó asiento en un sofá que había en la pequeña sala, tanto May y yo hicimos lo mismo. Generalmente, nuestras reuniones eran solo entre nosotros, pues éramos sus hombres de confianza. —¿De qué trata eso tan importante? —inquiero Maykel —Debe ser algo bueno como para que tu humor haya cambiado en un segundo. —Y lo es —los labios de Rosso se curvaron en una sonrisa —Tengo un trabajo especial para ustedes dos y sé que les encantará operarlo. Son los indicados para realizarlo. De nuevo volvemos a vernos May y yo. Los "trabajos especiales" como él les dice, sabíamos de sobra de que iban. Por lo general se trataba de cazar un pez gordo de la mafia, un jefe o algo a cercano a eso. Ambos sonreímos, porque era cierto que nos gustaban esas misiones, a pesar de que eran muy arriesgadas, amábamos el peligro y la sangre. Eso nos hacía ganar el respeto entre nuestra gente y en las otras organizaciones nos llevábamos el terror, y era una puta satisfacción enorme. —Lo sabes Rosso, cuentas conmigo como siempre —dije. Igual no es como si lo haya pedido, era una orden que debíamos acatar, y aquí no había un "no" por respuesta, si ese fuera el caso, pero no lo era. Tanto Maykel y yo nunca protestábamos en nada. —Y no lo dudo, Demon —responde. —Igual cuentas conmigo —comento May. Rosso asintió hacía él para hacerle saber que entendía su respuesta. —Bien, iniciaremos una guerra — anunció con una sonrisa guasona. —¿Contra quién la comenzaremos? —indago Maykel. —No es con quién, es entre quiénes la provocaremos —fijo la mirada en él, aun sonriendo. —¿Quieres decir que haremos que dos organizaciones se maten entre ellas? —ahora fui yo quien interrogó. —Exacto —afirmo y se levantó para ir por un trago al bar que tenía ubicado junto a la sala —Haremos que Chicago ataque New York. —¿New York, la zona de Diablo? —pregunto May, arqueando una ceja. Asintió en respuesta y removió su bebida una vez que se la sirvió, luego se bebió todo el whisky del vaso. —¿Y cuál será nuestra tarea? —indague. —Ahí es a donde voy ahora —indico —Provocaremos una guerra entre ellos, robaremos su cargamento que pronto llegará a la zona costera. No sé si recuerdan, pero el terreno donde llega su mercancía es prestada por la mafia italiana, ya que es zona de Diablo. En cuanto llegué lo tomaremos y con eso les haremos creer que fueron ellos quienes lo robaron. —¿Todo por un cargamento de cocaína? ¿O hay algo más interesante allí? —murmuro May. —Millones de diamantes, cocaína, anfetamina, GHB, éxtasis, metanfetamina, entre otras drogas, es su mejor cargamento en meses. Pero la puta mercancía me vale una mierda —replico el jefe —Quiero una jodida guerra con New York, y Chicago se ha puesto bien servido, mejor oportunidad no podía tener, y debemos aprovecharla. —Entiendo —conteste —¿Y nosotros seremos los que lo robaremos? —señale a May y a mí. Rosso negó. —No. Ya tengo vigilado el lugar, tengo más de cien mil hombres custodiando el perímetro de forma secreta. Ustedes harán el trabajo adecuado, tu especialidad May —se dirige a su Consigliere. No era extraño que dejara a cargo a Maykel en una misión como esta, era su mano derecha, su asesor, un puto amo en el tema de raptar víctimas. —Genial, estaba esperando ansioso está tarea —se relamió los labios sonriendo —¿A quién hay que secuestrar? Ambos observamos a Rosso ansiosos, esperando la respuesta. Secuestrar no era algo que me gustaba operar, no me divertía raptar niñas o mujeres de familias importantes. Cómo dijo el jefe "esa es especialidad de May" yo prefería golpear y cortar gargantas a bastardos deudores. Meterme con inocentes no era lo mío —Quiero a la pequeña princesa de Diablo —anuncio con una de sus sonrisas perversas, de esas que cualquier inocente temblaría de pies a cabeza, a nosotros solo nos provocaba sonreír —Aprovecharemos que estarán distraídos y tomarán a su tesoro más preciado, y me la traerán hasta aquí. No la vayan a tocar, ella es mía —señalo en forma de advertencia —Recuerden que me deben lealtad a mí y a la organización, lo llevan marcado en su jodida piel. —dijo sombríamente, y eso iba más dirigido para mí, lo pude notar en sus palabras y en su mirada. No hacía falta que me lo recordara, si me pedía que matará al presidente del país, lo haría sin pensarlo un segundo. Mi fidelidad siempre será para el capo de Nevada, Rosso. Estoy marcado con el tatuaje de nuestra organización en mi pectoral izquierdo y otro en el antebrazo. Llevarlo era un símbolo y más en esa parte, uno que únicamente el líder y sus allegados tenían el privilegio de tener la marca en esa zona del cuerpo. Lo más común para un soldado o alguien no de confianza en nuestra organización, es llevar solo una marca en el brazo. Nada ni nadie me ha hecho que rompa mi lealtad y el juramento que le había hecho a mi Jefe. Y eso iba a continuar de la misma forma, hasta que dejará de respirar.
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