IVANNA
Me quede concentrada mirando el aparador de ropa en una de las tiendas del shopping center de New York.
Llevaba horas comprando ropa con mi madre, pues estaba terca de que necesitaba un vestido nuevo para mi decimoctavo cumpleaños, de la cual me harían una fiesta.
—Madre no quiero ese vestido, es demasiado horrendo —me quejo mientras miraba esa prenda de tono rosa escandaloso.
Esos colores le iban más a mi prima, por su tez pálida y el color azul de sus ojos, pero sé que ella estuviera a favor mío, pues tenía gustos muy especiales. En cambio, yo tenía la piel en tono canela, idéntica a la de mi madre. Éramos muy parecidas físicamente.
—Ivanna, hemos recorrido todas las tiendas y nada que te decides. Ya solo nos queda hoy para conseguirlo —señala mi madre con un tono severo.
Exhausta y aburrida era mi estado, después de haber recorrido gran parte de las tiendas de New York. Luego de una hora es cuando me decido por fin por un vestido. Violeta, como las flores. Mi madre protestó por mi elección; sin embargo, no se opuso a que me lo llevará, ya estábamos cansadas y lo único que queríamos era volver a casa.
Media hora de camino hicimos de vuelta a casa. En cuanto lleguemos bajé corriendo y me fui rumbo escaleras arriba para ir a mi dormitorio.
—¡Recuerda que tendremos visita, y debes bajar a cenar! —grita mi madre antes de que termine de llegar arriba.
Lo sé. Por eso es que había corrido a mi habitación, quería preparar todo para mostrarle a mi prima mi nuevo guardarropa y el vestido que había elegido para esa noche. Y también estaba ansiosa por contarle sobre mi ida a Las Vegas, para lo del concurso.
Me encontraba distraída con mi celular cuando unos golpes ligeros se escucharon en la puerta. Luego de avisar que pasará, la chica rubia que estaba esperando apareció frente a mí. Mi prima Antonella, resplandecía como siempre por su hermosa belleza natural. Su cabello rubio radiante y brilloso estaba recogido en una coleta alta, sus ojos grises me miraban con entusiasmo, casi podía asegurar que eran idénticos a los de su padre, pero los de ella eran en un tono claro que en ocasiones se le miraban azules.
—¡Qué emoción! —exclamo Anto, con un chillido mientras me abraza —Ya quiero que pase un año.
Hago un gesto sin comprender su comentario.
—¿Para? —interrogo cuando se separa de mí.
—Pues para ser mayor de edad, y hacer lo que me plazca —dice como si fuera algo evidente y se deja caer a mi lado, sobre la cama —Por ahora tengo que seguir soportando ir a ese estúpido internado.
—De hecho, te falta más de un año —corregí —Apenas cumplirás los diecisiete, ¿o qué ya perdiste la cuenta? —le digo en broma.
Anto, me saca la lengua y me lanza un cojín.
—Por supuesto que no, sé cuántos años tengo y cuando es mi cumpleaños. Solo es que quiero que pase rápido el tiempo. Quiero cumplir mi sueño así como tú lo harás con el tuyo.
—No es fácil, sabes perfectamente que nosotras no tenemos una vida normal y por ese motivo no podemos hacer todo lo que queramos.
—Bueno, mi propósito es muy distinto al tuyo. Te recuerdo que yo si amo esta vida, amo ser quién soy.
Cómo olvidarlo. Desde que éramos pequeñas sabía que futuro quería tener Anto, y siempre nos lo dejó muy claro, más a sus padres. Sin embargo, ellos no estaban de acuerdo con su idea, y mucho menos su padre. Ser la hija del mafioso más importante de medio América e Italia, la ponía completamente en riesgo todo el tiempo y eso a Antonella, le encantaba, en vez de aterrarle.
—Lo sé, lo sé, amas el peligro, las armas, y la adrenalina. No debiste de ver muchas veces las películas de Rambo —me ganó otro almohadazo de su parte —¡Oye! —me quejo —Solo digo la verdad.
—No fueron por las películas de Rambo, lo sabes —se defiende y hace un puchero —Olvidas que lo llevo en la sangre —agrega muy orgullosa.
Efectivamente, de tal palo tal astilla, diría mi papá y mi abuelo. Esta chica era el mismo reflejo de su padre, la encarnación del Diablo, decimos todos los que los conocemos. Pero en físico era idéntica a su madre, igual de bella a mi madrina Lillie.
—Igual no puedes convertirte en una asesina, no es como si fuera un título o algo digno, es algo espantoso matar gente —digo horrorizada.
—Te recuerdo que tu padre es el asesino más perfecto del mundo entero, el mejor, lo ha dicho mi papá.
—Lo sé, y no es algo que me agrade mucho. Estoy orgullosa de él, si, pero eso no quita que no esté a favor de su profesión, si es que así se le puede decir.
—No exageres —chasquea la lengua —Esta es nuestra vida, Iv, hasta tu misma lo has dicho antes, no somos normales, somos hijas de mafiosos asesinos, y no estamos hablando de cualquiera.
Si, así era. Pero no por eso nosotras teníamos que seguir sus pasos. ¿O sí? Para eso estaban Alessio y Santino.
—De todas maneras, mi sueño no es asesinar personas y llenarme las manos de sangre —comento con un gesto de espanto —Quiero cantar y ser famosa, no ser conocida por matar, sino por mi talento.
—Y lo lograrás, eres muy buena en eso —se acurruca a mi lado, normalmente siempre nos acostamos así juntas cuando hablábamos de nuestras cosas —Y yo también lograré el mío.
No estaba de acuerdo en que se uniera a la mafia, sé que tampoco estaban de acuerdo sus padres y para ella iba a hacer muy difícil ser parte de la organización de su padre, pues él nunca iba a permitir que su princesa se convirtiera en alguien como lo era él.
De hecho, todos éramos parte de este mundo, al ser hijos de ellos nos convertíamos en mafiosos sin haberlo elegido, pero llegar entrar a la organización, y ser parte, siendo un soldado o teniente más, eso sí iba más allá de nuestros principios y educación.
Cómo éramos mujeres, nosotras no teníamos permitido unirnos a la organización como los varones, los herederos, que en este caso serían nuestros hermanos.
Santino y Alessio, eran los únicos que podían tomar el lugar de nuestros padres si llegarán a faltar, ninguna de nosotras estaba preparada o capacitada, para tomar ese lugar peligroso. Pero Anto, no estaba de acuerdo con ello, ella quería heredar el puesto de Diablo, ser la reina de la mafia italiana, realmente esta chica estaba completamente loca.