Cuando abro los ojos, la vista tarda unos instantes en ajustarse a lo que me rodea. Estoy en una habitación pequeña, tumbada en un colchón bajo hecho de maleza y hierbas suaves y cubierto de pieles. Las paredes son lisas y sin adornos, pero hay una pequeña ventana cubierta de enredaderas por la que se cuelan rayas de sol que atraviesan el suelo. Así que estoy en la habitación de uno de los chicos. Obviamente no es el de Ronak. Pero me pregunto si será el de Evert o el de Sylred. Me siento y me estiro mientras miro a mi alrededor. Aún me duelen los músculos, incluidas las alas, pero me agito un poco las plumas para relajarlas. Un par de mis plumas rojas caen sobre la cama. Me levanto tímidamente, con cuidado de mantener una mano en la pared para no caerme. No tengo ni idea de cuánto he d