Pero los dos sabemos que lo hará. Le fulmino con la mirada mientras sigue bebiendo, y mi mirada le sigue hasta que se deja caer en la cama y se desmaya. Una cosa está clara. Esta no es la victoria fácil que yo creía. Maldita sea. La boda tuvo lugar hace dos semanas. Fue todo lo que una boda real debe ser. Opulenta. Lujosa. Ridículamente cara. La novia estaba impresionante, el novio era guapo. Hubo tantos brindis a la hermosa pareja que el rey finalmente lo cortó porque quería —seguir con ello—. Yo compartía su opinión. Los vi consumar su matrimonio la noche de bodas, y la princesa Alphine se fue a dormir esa noche sintiéndose feliz y amada. Es como ese dicho, —la ignorancia es felicidad—. En su caso es totalmente cierto. Temía ver cómo se desvanecía esa mirada cuando descubriera la verda