Luego de besarnos, Harry me abrazó y empezamos a hablar y cada tanto nos robábamos besos, hasta que tuvimos que bajar de La Rueda del Milenio. En ningún momento Harry soltó mi mano, al bajar nos encontramos con un hombre que vendía algodón de azúcar y a los dos se nos antojó, así que Harry lo compró, él no quiso que pagara el mío, se comportaba como un niño pequeño cuando se hacía el ofendido o quería algo lo cual era muy lindo. En fin, íbamos riendo mientras que nuestras manos iban entrelazadas, Harry cada tanto me robaba un poco de mi algodón de azúcar, ya que él se había terminado de comer el suyo. Luego, las horas pasaron tan rápido y eso era lo que odiaba, no quería que terminara este momento. Harry me acompañó de nuevo al hotel, al llegar insistió en acompañarme hasta mi habitación.