A Karina le hubiera encantado examinar todo, pero estaba demasiado cansada y decidió inspeccionar la casa al día siguiente. No tenía idea, cuando se quitó el vestido, de que debía hacer sonar la campanilla para que una doncella acudiera a ayudarla. Tanto tiempo había cuidado de sí misma, que no se le ocurrió nunca que alguna cansada mucama estaría despierta esperando escuchar su llamada. Colgó el vestido de Elizabeth en el guardarropa, se puso su vieja bata de algodón, y empezó a cepillar el cabello. Le llevó un poco de tiempo debido a que era muy largo; entonces, decidiendo que eso también podía esperar para el otro día, se dirigió hacia la cama. Sobre ella se encontraba su camisón. Era una prenda que había usado por tantos años que ya le quedaba estrecha. Además de incómoda, le parecí